'Quién' en la Biblia
Como quien junta plata, bronce, hierro, plomo y estaño en medio del horno, para soplar fuego en él para fundir; así os juntaré en mi furor y en mi ira, y os haré reposar, y os fundiré.
porque han venido a ella como quien viene a mujer ramera; así vinieron a las sucias mujeres, Ahola y a Aholiba.
Y levantarán sobre ti endechas en sus lamentaciones, y endecharán sobre ti diciendo: ¿Quién como Tiro, como la destruida en medio del mar?
Hijo de hombre, di a Faraón rey de Egipto, y a su pueblo: ¿A quién te comparaste en tu grandeza?
¿A quién te has comparado así en gloria y en grandeza entre los árboles del Edén? Pues derribado serás con los árboles del Edén en la tierra baja; entre los incircuncisos yacerás, con los muertos a espada. Este es Faraón y todo su pueblo, dijo el Señor DIOS.
Y pondré la tierra en desierto y en soledad, y cesará la soberbia de su fortaleza; y los montes de Israel serán asolados, que no haya quien pase.
Y anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron derramadas mis ovejas, y no hubo quien buscare, ni quien requiriere.
Y no serán más presa de los gentiles, y las bestias de la tierra nunca más las devorarán; sino que habitarán seguramente, y no habrá quien espante;
Así dijo el Señor DIOS: ¿No eres tú aquel de quien hablé yo en los días pasados por mis siervos los profetas de Israel, los cuales profetizaron en aquellos tiempos que yo te había de traer sobre ellos?
Y ellos sentirán su vergüenza, y toda su rebelión con que se rebelaron contra mí, cuando habitaban en su tierra seguramente, y no había quien los espantare.
Finalmente, el negocio que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los ángeles de Dios cuya morada no es con la carne.
He aquí, nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.
Por sentencia de los centinelas se acuerda el negocio, y por dicho de los santos la demanda: para que conozcan los vivientes que el Altísimo se enseñorea del reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.
que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que entiendas que el Altísimo se enseñorea del reino de los hombres, y que a quien él quisiere lo dará.
y de entre los hombres te echan, y con las bestias del campo será tu morada, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo se enseñorea en el reino de los hombres, y a quien él quisiere lo dará.
Y todos los moradores de la tierra por nada son contados; y en el ejército del cielo, y en los moradores de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe con su mano, y le diga: ¿Qué haces?
Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y hablando el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.
Y acercándose cerca del foso llamó a voces a Daniel con voz triste; y hablando el rey dijo a Daniel: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves ¿te ha podido librar de los leones?
Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al mediodía, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapara de su mano; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.
Y lo vi que llegaba junto al carnero, y se levantó contra él, y lo hirió, y quebró sus dos cuernos, porque en el carnero no había fuerzas para parar delante de él; lo derribó por tanto en tierra, y lo holló; ni hubo quien librara al carnero de su mano.
Y yo Daniel fui quebrantado, y estuve enfermo algunos días; y cuando convalecí, hice el negocio del rey; mas estaba espantado acerca de la visión, y no había quien la entendiera.
Y el que vendrá contra él, hará a su voluntad, ni habrá quien se le pueda parar delante; y estará en la tierra deseable, la cual será consumida en su poder.
Entonces sucederá en su silla quien quitará las exacciones, el cual será Gloria del Reino; mas en pocos días será quebrantado, no en enojo, ni en batalla.
Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares, en el monte deseable del Santuario; y vendrá hasta su fin, y no tendrá quien le ayude.
Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la Casa de Judá; yo, yo arrebataré, y andaré; tomaré, y no habrá quien escape.
Todos ellos arden como un horno, y devoraron a sus jueces; cayeron todos sus reyes; no hay entre ellos quien clame a mí.
¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los caminos del SEÑOR son derechos, y los justos andarán por ellos; mas los rebeldes en ellos caerán.
Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama; como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco habrá quien de él escape.
Y el SEÑOR dará su voz delante de su ejército; porque muchos son sus reales y fuertes, que ponen en efecto su palabra; porque grande es el día del SEÑOR, y muy terrible; ¿y quién lo podrá sufrir?
¿Quién sabe si se convertirá, y se arrepentirá, y dejará bendición tras de él, presente y libación para el SEÑOR Dios vuestro?
Bramando el león, ¿quién no temerá? Hablando el Señor DIOS, ¿quién no profetizará?
Cayó la virgen de Israel, no más podrá levantarse; dejada fue sobre su tierra, no hay quien la levante.
Buscad al SEÑOR, y vivid; no sea que hienda, como fuego, a la Casa de José, y la consuma, sin haber en Bet-el quien lo apague.
Y acaeció que como acabó de comer la hierba de la tierra, yo dije: Señor DIOS, perdona ahora; ¿quién levantará a Jacob? Porque es pequeño.
Y dije: Señor DIOS, cesa ahora; ¿quién levantará a Jacob? Porque es pequeño.
Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere el umbral, y estremézcanse las puertas; y córtales en piezas la cabeza de todos; y al postrero de ellos mataré a espada; no habrá de ellos quien se fugue, ni quien escape.
La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?
Y dijeron cada uno a su compañero: Venid, y echemos suertes, para saber por quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.
¿Quién sabe si se convertirá y se arrepentirá Dios, y se convertirá del furor de su ira, y no pereceremos?
Por tanto, no tendrás quien eche cordel para suerte en la congregación del SEÑOR.
Y cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente; porque la boca del SEÑOR de los ejércitos habló.
Y será el remanente de Jacob entre los gentiles, en medio de muchos pueblos, como el león entre las bestias de la montaña, como el cachorro del león entre las manadas de las ovejas, el cual si pasare, y hollare, y arrebatare, no hay quien escape.
La voz del SEÑOR clama a la ciudad; y el varón de sabiduría verá tu Nombre. Oíd la vara, y a quien lo establece.
¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién quedará en pie en el furor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y las peñas se rompen por él.
¿Qué es de la morada de los leones, y de la majada de los cachorros de los leones, donde se recogía el león, y la leona, y los cachorros del león, y no había quien les pusiera miedo?
Y será que todos los que te vieren, se apartarán de ti, y dirán: Nínive es asolada; ¿quién se compadecerá de ella? ¿Dónde te buscaré consoladores?
Durmieron tus pastores, oh rey de Asiria, reposaron tus valientes; tu pueblo se derramó por los montes, y no hay quien lo junte.
No hay cura para tu quebradura; tu herida se encrudeció; todos los que oyeron tu fama, batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu malicia?
¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que mire molestia, y destrucción y violencia delante de mí, habiendo además quien levante pleito y contienda?
Hice talar los gentiles; sus castillos están asolados; hice desiertas sus calles, hasta no quedar quien pase; sus ciudades están asoladas hasta no quedar hombre, hasta no quedar morador.
El remanente de Israel no hará iniquidad, ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados y dormirán, y no habrá quien los espante.
¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta Casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?
¿Quién eres tú, oh gran monte delante de Zorobabel? Serás reducido a llanura. El sacará la primera piedra con aclamaciones de Gracia, gracia a ella.
Porque, ¿quién ha menospreciado el día de los pequeños comienzos? Se alegraron, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Aquellos siete son los ojos del SEÑOR extendidos por toda la tierra.
antes los esparcí con torbellino por todos los gentiles que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuera ni viniera; pues tornaron en asolamiento el país deseable.
Y derramaré sobre la Casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, Espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito.
Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, mas tornemos a edificar lo arruinado; así dijo el SEÑOR de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo destruiré; y les llamarán Provincia de impiedad, y, pueblo contra quien el SEÑOR se airó para siempre.
¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o atiende el fuego de mi altar de balde? Yo no recibo contentamiento en vosotros, dijo el SEÑOR de los ejércitos, ni de vuestra mano me será agradable el presente.
He aquí, yo envío mi Mensajero, el cual barrerá el camino delante de mí; y luego vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, dijo el SEÑOR de los ejércitos.
¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida? O ¿quién podrá estar cuando él se mostrará? Porque él será como fuego purificador, y como jabón de lavadores.
Y viendo él muchos de los fariseos y de los saduceos, que venían a su bautismo, les decía: Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá?
Mas ¿quién de vosotros podrá, acongojándose, añadir a su estatura un codo?
¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?
porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Mas en cualquier ciudad, o aldea donde entréis, buscad con diligencia quién sea en ella digno, y reposad allí hasta que salgáis.
Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, Que aparejará tu camino delante de ti.
Mas ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
Todas las cosas me son entregadas de mi Padre; y nadie conoció al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Y si yo por Beelzebú echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
Y viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
El les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Y él dice: Sí. Y entrando él en casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los tributos o el censo? ¿De sus hijos o de los extraños?
En aquel tiempo se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el Reino de los cielos?
Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?
Y entrando él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es éste?
Y como vino al Templo, se acercaron a él cuando estaba enseñando, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, diciendo: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?
Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
Entonces les dice: ¿De quién es esta imagen, y lo que está encima escrito?
diciendo: ¿Qué os parece del Cristo? ¿De quién es Hijo? Le dicen ellos: De David.
¿Quién pues es el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su familia para que les dé alimento a tiempo?
A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera al tal hombre no haber nacido.
diciendo: Profetízanos, oh Cristo, quién es el que te ha herido.
Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no como los escribas.
diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.
decían: ¿Por qué habla éste blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Y luego Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
Le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
Salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: ¡Tú eres el Cristo!
Mas ellos callaron; porque los unos con los otros habían disputado en el camino quién había de ser el mayor.
Mas ellos se espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y quién podrá salvarse?
Y le dicen: ¿Con qué facultad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta facultad para hacer estas cosas?
Y ellos se la trajeron y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
A la verdad el Hijo del hombre va, como está de él escrito; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a aquel hombre si nunca hubiera nacido.
Y él comenzó a maldecir y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis.
Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la puerta del sepulcro?