'Quién' en la Biblia
Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién hay como yo que entre al templo y viva? No entraré.
el cual había sido transportado de Jerusalén con los cautivos que fueron llevados con Jeconías rey de Judá, a quien hizo transportar Nabucodonosor rey de Babilonia.
Todos los siervos del rey, y el pueblo de las provincias del rey saben, que todo varón o mujer que entra al rey al patio de adentro sin ser llamado, por una sola ley ha de morir; salvo aquel a quien el rey extendiere la vara de oro, el cual vivirá; y yo no he sido llamada para entrar al rey estos treinta días.
Porque si absolutamente callares en este tiempo, respiro y liberación tendrán los judíos de otra parte; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?
Entonces dijo el rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio de afuera de la casa del rey, para decir al rey que hiciera colgar a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada.
Entró, pues, Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey hacer honra más que a mí?
Contó luego Amán a Zeres su mujer, y a todos sus amigos, todo lo que le había acontecido; y le dijeron sus sabios, y Zeres su mujer: Si de la simiente de los judíos es el Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, no lo vencerás; antes caerás por cierto delante de él.
Y respondió el rey Asuero, y dijo a la reina Ester: ¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para obrar así?
Si probáremos a hablarte, te será molesto; pero ¿quién podrá detener las palabras?
Acuérdate ahora, ¿quién haya sido inocente que se perdiera? Y ¿adónde los rectos han sido cortados?
De la mañana a la tarde son quebrantados, y se pierden para siempre, sin haber quien lo considere.
Ahora pues da voces, si habrá quien te responda; y ¿si habrá alguno de los santos a quien mires?
Sus hijos estarán lejos de la salud, y en la puerta serán quebrantados, y no habrá quien los libre.
el cual hace grandes cosas, que no hay quien las comprenda; y maravillas que no tienen cuento.
He aquí, que bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto no menosprecies la corrección del Todopoderoso.
¡Quién me diera que viniera mi petición, y que Dios me diera lo que espero;
El es sabio de corazón, y fuerte en fuerza, ¿quién se endureció contra él, y quedó en paz?
Quien arranca los montes con su furor, y no conocen quién los trastornó;
quien remueve la tierra de su lugar, y hace temblar sus columnas;
quien manda al sol, y no sale; y sella las estrellas.
He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: Qué haces?
Si habláramos de su potencia, fuerte por cierto es; si de su juicio, ¿quién me emplazará?
La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él el que lo hace, ¿quién es? ¿Dónde está?
sobre saber tú que no soy impío, y que no hay quien de tu mano me libre?
¿Tus mentiras harán callar a los hombres? ¿Y harás escarnio, y no habrá quien te avergüence?
Mas ¡oh, quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios contigo,
y te acostarás, y no habrá quien te espante; y muchos te rogarán.
También tengo corazón como vosotros; no soy yo menos que vosotros; ¿y quién habrá que no pueda decir otro tanto?
He aquí, él derribará, y no será edificado; encerrará al hombre, y no habrá quien le abra.
¿Sería bueno que él os escudriñare? ¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre?
¿Quién es el que pleiteará conmigo? Porque si ahora yo callara, moriría.
¡Oh quién me diera que me escondieras en el Seol, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieras plazo, y de mí te acordaras!
Estruendos espantosos hay en sus oídos; en la paz le vendrá quién lo asuele.
Pon ahora, dame fianzas contigo; ¿quién tocará ahora mi mano?
¿Dónde pues estará ahora mi esperanza? Y mi esperanza ¿quién la verá?
No tendrá hijo ni nieto en su pueblo, ni quien le suceda en sus moradas.
¡Quién diera ahora que mis palabras fueran escritas! ¡Quién diera que se escribieran en un libro!
¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él?
¿Quién le denunciará en su cara su camino? Y de lo que él hizo, ¿quién le dará el pago?
Pero si él se determina en una cosa, ¿quién lo apartará? Su alma deseó, e hizo.
Y si no es así, ¿quién me desmentirá ahora, o reducirá a nada mis palabras?
¿Por ventura sus ejércitos tienen número? ¿Y sobre quién no está su luz?
¿A quién has anunciado palabras, y de quién es el espíritu que de ti sale?
He aquí, éstas son partes de sus caminos; ¡y cuán poco es lo que hemos oído de él! Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿quién lo entenderá?
¡Quién me volviera como en los meses pasados, como en los días cuando Dios me guardaba,
cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diera de su carne! Nunca nos hartaríamos.
¡quién me diera quien me oyere! He aquí mi señal es que el Omnipotente testificará por mí, aunque mi adversario me hubiera escrito los cargos.
Y aun os he considerado, y he aquí que no hay de vosotros quien redarguya a Job, y responda a sus razones.
Y si él diere reposo, ¿quién inquietará? Si escondiere el rostro, ¿quién lo mirará? Esto sobre una nación, y lo mismo sobre un hombre;
¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Iniquidad has hecho?
¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin conocimiento?
¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba por fuera como saliendo de madre;
¿Quién repartió conducto al turbión, y camino a los relámpagos del trueno,
¿Por ventura la lluvia tiene padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío?
¿Del vientre de quién salió el hielo? Y la helada del cielo, ¿quién la engendró?
¿Quién puso la sabiduría en lo íntimo? ¿O quién dio al entendimiento la inteligencia?
¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace parar,
¿Quién preparó al cuervo su alimento, cuando sus polluelos claman a Dios, y andan errantes sin comida?
¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?
Nadie hay tan osado que lo despierte; ¿quién pues podrá estar delante de mí?
¿Quién me ha anticipado, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
¿Quién descubrirá la delantera de su vestidura? ¿Quién se llegará a él con freno doble?
¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Los órdenes de sus dientes espantan.
No hay sobre la tierra su semejante, quien se comporta sin temor.
¿Quién es el que esconde el consejo sin conocimiento? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; cosas maravillosas, que no las sabía.
Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh SEÑOR, la luz de tu rostro.
Porque en la muerte no hay memoria de ti, ¿quién te loará en el Seol?
no sea que arrebaten mi alma, como león que despedaza, sin que haya quien libre.
que dijeron: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios están con nosotros, ¿quién nos es señor?
Dijo el loco en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron, hicieron obras abominables; no hay quien haga bien.
Todos declinaron, juntamente, se han corrompido; no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno.
¡Quién diera de Sion la salud de Israel tornando el SEÑOR la cautividad de su pueblo! Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
El SEÑOR, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad?
Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente tomó soborno. El que hace estas cosas, no resbalará para siempre.
Quien pone mis pies como pies de ciervas, y me hizo estar sobre mis alturas.
Quien enseña mis manos para la batalla, y el arco de bronce será quebrado con mis brazos.
Clamaron, y no hubo quién se salvara; aun al SEÑOR, mas no los oyó.
De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta la extremidad de ellos; y no hay quien se esconda de su calor.
Los errores, ¿quién los entenderá? De los encubiertos me libra.
No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude.
¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad?
¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR el fuerte y valiente, el SEÑOR el valiente en batalla.
¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR de los ejércitos, él es el Rey de la gloria. (Selah.)
Lámed ¿Quién es el varón que teme al SEÑOR? El le enseñará el camino que ha de escoger.
El SEÑOR es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?
No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos, y quien habla calumnia.
Bienaventurado el hombre a quien no contará el SEÑOR la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
Bienaventurada la gente de que el SEÑOR es su Dios; el pueblo a quien escogió por heredad para sí.
Lámed ¿Quién es el hombre que desea vida, que ama muchos días para ver el bien?
Todos mis huesos dirán: SEÑOR, ¿quién como tú, que libras al pobre del más fuerte que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja?
Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se inquieta; amontona, y no sabe quién lo cogerá.
Aun el varón de mi paz, en quien yo confiaba, el que comía mi pan, engrandeció contra mí el calcañar.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; porque aún tengo de alabar a quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío.