'Se' en la Biblia
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Entonces volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que se dice, si lo interpretares; Maestro), ¿dónde moras?
Él les dijo: Venid y ved. Vinieron y vieron dónde moraba; y se quedaron con Él aquel día, porque era como la hora décima.
Y al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
Y les dijo: Sacad ahora, y llevadla al maestresala. Y se la llevaron.
Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consumió.
Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que les había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos.
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.
para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
El que tiene la esposa, es el esposo, mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Así pues, este mi gozo es cumplido.
Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José;
y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo; y era como la hora sexta.
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
La mujer le dijo: Sé que el Mesías ha de venir, el que es llamado, el Cristo; cuando Él venga nos declarará todas las cosas.
Y en esto llegaron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con la mujer; pero ninguno dijo: ¿Qué preguntas? O: ¿Por qué hablas con ella?
Entonces los discípulos se decían el uno al otro: ¿Le habrá traído alguien de comer?
Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna; para que el que siembra como el que siega juntos se regocijen.
Entonces, cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.
Y dos días después, salió de allí y se fue a Galilea.
Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
Y el que había sido sanado no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar.
El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Otro es el que da testimonio de mí; y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
Después de estas cosas, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es de Tiberias.
Y subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
Entonces Jesús dijo: Haced recostar los hombres. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron, en número como de cinco mil varones.
Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
y entrando en una barca, se fueron al otro lado del mar hacia Capernaúm. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
Y se levantó el mar por un gran viento que soplaba.
Y cuando hubieron remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.
El día siguiente, cuando la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había otra barca sino aquella en la que habían entrado sus discípulos, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la barca, sino que sus discípulos se habían ido solos.
Subid vosotros a esta fiesta; yo no subo todavía a esta fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe Éste letras, no habiendo aprendido?
Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se ha de ir Éste que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos?
En el último día, el gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó su voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.
Y como persistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
Jesús respondió y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
Decían entonces los judíos: ¿Se ha de matar a sí mismo, pues dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
Sé que sois simiente de Abraham, mas procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.
Abraham vuestro padre se regocijó de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se encubrió, y salió del templo atravesando por en medio de ellos, y así pasó.
Respondió Jesús: No es que haya pecado éste, ni sus padres; sino para que las obras de Dios se manifestasen en él.
y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que interpretado significa, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
Unos decían: Éste es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy.
Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al estanque de Siloé, y lávate, y fui y me lavé, y recibí la vista.
Entonces le dijeron: ¿Dónde está Él? Él dijo: No sé.
Mas él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
Y en esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación, y era invierno.
Y otra vez procuraron prenderle; pero Él se escapó de sus manos.
Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde primero Juan bautizaba; y se quedó allí.
Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar donde estaba.
Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó sentada en casa.
Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Le dijo Marta: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Ella, oyéndolo, se levantó aprisa y vino a Él;
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se levantó aprisa y salió, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
Y cuando María llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que habían venido con ella, también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó,
Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos.
Y buscaban a Jesús, y estando en el templo, se decían unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?
Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó de la fragancia del ungüento.
Y dijo esto, no porque tuviese cuidado de los pobres; sino porque era ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella.
Pues por causa de él, muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
Y halló Jesús un asnillo, y se montó sobre él; como está escrito:
Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de Él, y que le habían hecho estas cosas.
Pero los fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada ganáis? He aquí el mundo se va tras Él.
Éstos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, querríamos ver a Jesús.
Entre tanto que tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.
para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane.
Y sé que su mandamiento es vida eterna; así que, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así hablo.
se levantó de la cena, y se quitó su túnica, y tomando una toalla, se ciñó.
Así que, después que les hubo lavado los pies, y que hubo tomado su túnica, se sentó otra vez, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
No hablo de todos vosotros; yo conozco a los que he escogido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.
Habiendo dicho esto, Jesús se turbó en espíritu, y testificó diciendo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Si alguno no permanece en mí, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha venido su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
Así vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste yo los guardé; y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.
Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar; porque Jesús muchas veces se había reunido allí con sus discípulos.
para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
Y los siervos y los alguaciles que habían encendido unas brasas, porque hacía frío, estaban de pie y se calentaban; y Pedro también estaba con ellos de pie, calentándose.
Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde siempre se reúnen los judíos, y nada he hablado en oculto.
para que se cumpliese la palabra de Jesús, que había dicho, indicando de qué muerte había de morir.
Los judíos respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo el Hijo de Dios.
Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a Éste sueltas, no eres amigo de César; cualquiera que se hace rey, se declara contra César.