'Tú' en la Biblia
Y Judá dijo a Simeón su hermano: Sube conmigo a mi suerte, y peleemos contra el cananeo, y yo también iré contigo a tu suerte. Y Simeón fue con él.
Y Barac le respondió: Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré.
Y ella dijo: Iré contigo; mas no será tu honra en el camino que vas; porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora fue con Barac a Cedes.
Y él le dijo: Estate a la puerta de la tienda, y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? Tú responderás que no.
Y siguiendo Barac a Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú buscas. Y él entró con ella, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca en la sien.
Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fortaleza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?
Y él respondió: Yo te ruego, que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo.
Y aconteció que la misma noche le dijo Jehová: Toma un becerro del hato de tu padre, y otro toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él;
y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre de esta roca en el lugar ordenado; y tomando el segundo toro, sacrifícalo en holocausto sobre la leña de la imagen de Asera que habrás cortado.
Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: Saca fuera tu hijo para que muera, por cuanto ha derribado el altar de Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él.
Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez: solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que sólo el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra.
Y si tienes temor de descender, baja tú al campamento con Fura tu criado,
Y los principales de Sucot respondieron: ¿Está ya la mano de Zeba y Zalmuna en tu mano, para que tengamos que dar pan a tu ejército?
Y entrando a los de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, sobre los cuales me injuriasteis, diciendo: ¿Está ya la mano de Zeba y de Zalmuna en tu mano, para que demos nosotros pan a tus hombres cansados?
Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Como tú, así eran ellos ni más ni menos, cada uno parecía hijo de rey.
Entonces dijo Zeba y Zalmuna: Levántate tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían al cuello.
Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián.
Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros.
Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros.
Dijeron entonces todos los árboles al escaramujo: Anda tú, reina sobre nosotros.
Levántate pues, ahora de noche, tú y el pueblo que está contigo, y pon emboscadas en el campo.
Y será que por la mañana, al salir el sol, te levantarás y acometerás contra la ciudad; y he aquí que cuando él y el pueblo que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se te presente la ocasión.
Y cuando Gaal vio al pueblo, dijo a Zebul: He allí pueblo que desciende de las cumbres de las montañas. Y Zebul le respondió: Tú ves la sombra de las montañas como si fueran hombres.
Y Zebul le respondió: ¿Dónde está ahora aquel tu hablar, diciendo: Quién es Abimelec para que le sirvamos? ¿No es éste el pueblo que tenías en poco? Sal pues, ahora, y pelea contra él.
Y luego llamó él a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió.
Y los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te pareciere: solamente que ahora nos libres en este día.
Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea testigo entre nosotros, si no hacemos como tú dices.
Y envió Jefté embajadores al rey de los hijos de Amón, diciendo: ¿Qué tienes tú conmigo que has venido a mí para hacer guerra en mi tierra?
Entonces Israel envió embajadores al rey de Edom, diciendo: Yo te ruego que me dejes pasar por tu tierra. Mas el rey de Edom no los escuchó. Envió también al rey de Moab; el cual tampoco quiso. Israel, por tanto, se quedó en Cades.
Y envió Israel embajadores a Sehón rey de los amorreos, rey de Hesbón, y le dijo Israel: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra hasta mi lugar.
Así que Jehová Dios de Israel echó a los amorreos de delante de su pueblo Israel; ¿y lo has de poseer tú?
¿No poseerás tú lo que Quemos, tu dios, te dé por posesión? Así poseeremos nosotros a todo aquel que echó Jehová nuestro Dios de delante de nosotros.
¿Eres tú ahora mejor en algo que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Tuvo él pleito contra Israel, o hizo guerra contra ellos?
Así que, yo en nada he pecado contra ti, mas tú me haces mal haciendo guerra contra mí: Jehová, que es el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón.
Y aconteció que cuando él la vio, rasgó sus ropas, diciendo: ¡Ay, hija mía! en verdad me has abatido, y tú eres de los que me afligen; porque he abierto mi boca a Jehová, y no podré retractarme.
Ella entonces le respondió: Padre mío, si has abierto tu boca a Jehová, haz de mí como salió de tu boca, pues que Jehová ha hecho venganza en tus enemigos, los hijos de Amón.
Y reuniéndose los varones de Efraín, pasaron hacia el norte, y dijeron a Jefté: ¿Por qué fuiste a hacer guerra contra los hijos de Amón, y no nos llamaste para que fuéramos contigo? Nosotros quemaremos a fuego tu casa contigo.
Y los galaaditas tomaron los vados del Jordán a Efraín; y era que, cuando alguno de los de Efraín que había huido, decía, ¿pasaré? Los de Galaad le preguntaban: ¿Eres tú efrateo? Si él respondía: No;
Y el Ángel de Jehová apareció a esta mujer, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y no has dado a luz; mas concebirás y darás a luz un hijo.
Y me dijo: He aquí que tú concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda; porque este niño desde el vientre será nazareo para Dios hasta el día de su muerte.
Entonces Manoa oró a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que tú enviaste venga otra vez a nosotros y nos enseñe lo que debemos hacer con el niño que ha de nacer.
Y se levantó Manoa, y siguió a su esposa; y así que llegó al varón, le dijo: ¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y Él dijo: Yo soy.
Entonces Manoa dijo: Cúmplase pues, tu palabra. ¿Qué orden daremos al niño, y qué se ha de hacer con él?
Y el Ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, sacrifícalo a Jehová. Y no sabía Manoa que Aquél era el Ángel de Jehová.
Entonces dijo Manoa al Ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpliere tu palabra te honremos?
Y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo mi pueblo, para que vayas tú a tomar esposa de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió a su padre: Tómala para mí, porque ésta agradó a mis ojos.
Mas si no me lo supiereis declarar, vosotros me daréis las treinta sábanas y las treinta mudas de ropa. Y ellos respondieron: Exponnos tu enigma, y la oiremos.
Y aconteció que en el séptimo día, dijeron a la esposa de Sansón: Induce a tu marido a que nos declare este enigma, para que no te quememos a ti y a la casa de tu padre. ¿Nos habéis llamado aquí para despojarnos? ¿No es así?
Y dijo el padre de ella: Pensé que la aborrecías del todo, y la di a tu compañero. Mas su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar.
Y vinieron tres mil hombres de Judá a la cueva de la peña de Etam, y dijeron a Sansón: ¿No sabes tú que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Por qué nos has hecho esto? Y él les respondió: Yo les he hecho como ellos me hicieron.
Y teniendo gran sed, clamó luego a Jehová, y dijo: Tú has dado esta gran salvación por mano de tu siervo: ¿y moriré yo ahora de sed, y caeré en mano de los incircuncisos?
Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser atormentado.
Entonces Dalila dijo a Sansón: He aquí tú me has engañado, y me has dicho mentiras; descúbreme pues, ahora, yo te ruego, cómo podrás ser atado.
Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has revelado aún en qué consiste tu gran fuerza.
El cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, por lo que tú maldecías, y de los cuales me hablaste, he aquí que yo tengo este dinero; yo lo había tomado. Entonces su madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.
Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y me serás en lugar de padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, y vestidura, y tu comida. Y el levita se quedó.
Y cuando estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegándose allá, le dijeron: ¿Quién te ha traído por acá? ¿Y qué haces aquí? ¿Y qué tienes tú por aquí?
Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel?
Y los hijos de Dan le dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida, y la vida de los tuyos.
Y aconteció que al cuarto día, cuando se levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse, y el padre de la joven dijo a su yerno: Conforta tu corazón con un bocado de pan, y después os iréis.
Y se sentaron ellos dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: Yo te ruego que te quieras quedar aquí esta noche, y se alegrará tu corazón.
Y al quinto día levantándose de mañana para irse, le dijo el padre de la joven: Te ruego que confortes ahora tu corazón. Y se detuvieron hasta que ya declinaba el día, y comieron ambos juntos.
Se levantó luego el varón para irse, él, y su concubina, y su criado. Entonces su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí el día declina para ponerse el sol, te ruego que pases aquí la noche; he aquí que el día se acaba, duerme aquí, para que se alegre tu corazón; y mañana os levantaréis temprano a vuestro camino, y te irás a tu casa.
aunque nosotros tenemos paja y de comer para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada.
Y el hombre viejo dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda sea solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza.
Y cuando estaban gozosos, he aquí, que los hombres de aquella ciudad, hombres hijos de Belial, rodearon la casa, golpeando las puertas, y diciendo al hombre viejo dueño de la casa: Saca fuera el hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.
y Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba delante de ella en aquellos días), y dijeron: ¿Volveré aún a salir en batalla contra los hijos de Benjamín mi hermano, o me quedaré quieto? Y Jehová dijo: Subid, que mañana yo lo entregaré en tu mano.