45 Versículos de la Biblia sobre la pasión
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Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias.
Porque mientras estábamos en la carne, los afectos de los pecados que eran por la ley, obraban en nuestros miembros fructificando para muerte.
Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor es casarse que quemarse.
Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte.
Para que ya el tiempo que queda en carne, viva, no á las concupiscencias de los hombres, sino á la voluntad de Dios.
Por esto Dios los entregó á afectos vergonzosos; pues aun sus mujeres mudaron el natural uso en el uso que es contra naturaleza:
Enseñándonos que, renunciando á la impiedad y á los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente,
El corazón apacible es vida de las carnes: Mas la envidia, pudrimiento de huesos.
Elías era hombre sujeto á semejantes pasiones que nosotros, y rogó con oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis meses.
Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo á sus discípulos:
Mas, si á alguno parece cosa fea en su hija virgen, que pase ya de edad, y que así conviene que se haga, haga lo que quisiere, no peca; cásese.
¿DE dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros?
Porque me consumió el celo de tu casa; Y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.
Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios.
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Y del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que convino á su extravío.
Codicia y aun ardientemente desea mi alma los atrios de Jehová: Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándo les del reino de Dios.
Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor;
Huye también los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón.
Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad, porque ella ha dado á beber á todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
Y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes á vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y la mar, y todo lo que está en ellos:
Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado.
Porque también éramos nosotros necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo á concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos á los otros.
Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo: Porque fuerte es como la muerte el amor; Duro como el sepulcro el celo: Sus brasas, brasas de fuego, Fuerte llama.
¿Quién conoce la fortaleza de tu ira, Y tu indignación según que debes ser temido?
¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pié en el furor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas.
Amortiguad, pues, vuestros miembros que están sobre la tierra: fornicación, inmundicia, molicie, mala concupiscencia, y avaricia, que es idolatría:
Entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.
Pues de justicia se vistió como de loriga, con capacete de salud en su cabeza: y vistióse de vestido de venganza por vestidura, y cubrióse de celo como de manto,
Como os decían: Que en el postrer tiempo habría burladores, que andarían según sus malvados deseos.
Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó á reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca.
Dejélos por tanto á la dureza de su corazón: Caminaron en sus consejos.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, si hallareis á mi amado, Que le hagáis saber cómo de amor estoy enferma.
Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia:
Cruel es la ira, é impetuoso el furor; Mas ¿quién parará delante de la envidia?
Asna montés acostumbrada al desierto, que respira como quiere; ¿de su ocasión quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se cansarán; hallaránla en su mes.
Y principalmente á aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia é inmundicia, y desprecian la potestad; atrevidos, contumaces, que no temen decir mal de las potestades superiores:
Conjúroos, oh doncellas de Jerusalem, Que no despertéis, ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.
Ay del que da de beber á sus compañeros, que les acercas tu hiel y embriagas, para mirar sus desnudeces!
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