A pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido mi oración pura.

¡Oh tierra! no cubras mi sangre, y no haya lugar a mi clamor.

¡Oh que alguien intercediera por el hombre ante Dios, como el hombre intercede por su prójimo!

Mas los años contados vendrán, y yo iré por el camino de donde no volveré.

Mas he aquí que en los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas.

Mis amigos me escarnecen; mis ojos derramarán lágrimas ante Dios.

Entonces respondió Job, y dijo:

Su furor me despedazó, y me ha sido contrario: Crujió sus dientes contra mí; contra mí aguzó sus ojos mi enemigo.

También yo hablaría como vosotros. Si vuestra alma estuviera en lugar de la mía, yo podría hilvanar palabras contra vosotros, y sobre vosotros movería mi cabeza.

Muchas veces he oído cosas como éstas: Consoladores molestos sois todos vosotros.

Próspero estaba, y me desmenuzó; y me arrebató por la cerviz y me despedazó, y me puso por blanco suyo.

Yo cosí cilicio sobre mi piel, y hundí mi cabeza en el polvo.

Mas yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría el dolor vuestro.

Me rodearon sus arqueros, partió mis riñones, y no perdonó: Mi hiel derramó por tierra.

Si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar, no se aparta de mí.

Tú me has llenado de arrugas; testigo es mi flacura, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro.

Mi rostro está hinchado con el lloro, y mis párpados entenebrecidos:

Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos.

Pero ahora me ha fatigado: Has tú asolado toda mi compañía.

Me quebrantó de quebranto sobre quebranto; corrió contra mí como un gigante.

Me ha entregado Dios al mentiroso, y en las manos de los impíos me hizo estremecer.

¿Tendrán fin las palabras vanas? O ¿qué te anima a responder?