'Al' en la Biblia
- 1.Gé 1:8-Gé 39:10
- 2.Gé 40:13-Éx 19:14
- 3.Éx 19:15-Levítico 5:18
- 4.Levítico 6:6-Números 7:55
- 5.Números 7:61-Números 34:3
- 6.Números 34:5-Deuteronomio 23:13
- 7.Deuteronomio 24:14-Josué 13:8
- 8.Josué 13:21-Jueces 9:51
- 9.Jueces 10:8-1 Samuel 14:5
- 10.1 Samuel 14:17-2 Samuel 7:2
- 11.2 Samuel 7:3-2 Samuel 22:28
- 12.2 Samuel 22:45-1 Reyes 15:13
- 13.1 Reyes 16:16-2 Reyes 13:16
- 14.2 Reyes 13:19-1 Crónicas 28:9
- 15.1 Crónicas 28:15-2 Crónicas 32:20
- 16.2 Crónicas 32:25-Ester 2:22
- 17.Ester 3:6-Job 37:6
- 18.Job 37:23-Salmos 55:22
- 19.Salmos 55:23-Salmos 132:8
- 20.Salmos 136:2-Proverbios 24:21
- 21.Proverbios 24:24-Isaías 8:2
- 22.Isaías 8:7-Isaías 63:14
- 23.Isaías 64:5-Jeremías 40:5
- 24.Jeremías 40:9-Ezequiel 20:47
- 25.Ezequiel 21:3-Ezequiel 48:27
- 26.Ezequiel 48:28-Amós 5:8
- 27.Amós 5:9-Mateo 7:26
- 28.Mateo 8:3-Mateo 28:16
- 29.Marcos 1:10-Marcos 15:9
- 30.Marcos 15:15-Lucas 17:9
- 31.Lucas 17:12-Juan 9:40
- 32.Juan 10:5-Hechos 7:8
- 33.Hechos 7:24-Hechos 22:14
- 34.Hechos 22:23-1 Corintios 12:24
- 35.1 Corintios 14:9-Hebreos 7:13
- 36.Hebreos 7:14-Apocalipsis 4:9
- 37.Apocalipsis 4:10-Apocalipsis 22:14
Y Jesús extendiendo su mano le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.
Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece el presente que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho. Y su siervo fue sano en aquella misma hora.
Y viendo Jesús a una gran multitud alrededor de sí, mandó que pasasen al otro lado.
Y Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza.
Y entrando Él en una barca, pasó al otro lado, y vino a su ciudad.
Y he aquí, le trajeron a un paralítico echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, ten ánimo, tus pecados te son perdonados.
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos; y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y le siguió.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
Y al salir ellos, he aquí, le trajeron a un hombre mudo, endemoniado.
Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los harán morir.
Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?
Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.
El que a vosotros recibe, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
Y yéndose ellos, comenzó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar.
De otra manera, ¿cómo puede uno entrar a la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al hombre fuerte? Y entonces podrá saquear su casa.
Y respondiendo Él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar.
Y cuando sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al instante la recibe con gozo,
Les relató otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo;
Mas él dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Otra parábola les relató, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
Y los lanzarán al horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Y quería matarle, pero temía al pueblo, porque le tenían como a profeta.
Entonces mandó a la multitud recostarse sobre la hierba, y tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo; y partió y dio los panes a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.
Y luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en una barca e ir delante de Él al otro lado, mientras Él despedía a las multitudes.
Y despedidas las multitudes, subió al monte a orar aparte. Y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
Y al instante Jesús, extendiendo su mano, trabó de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Y cruzando al otro lado, vinieron a la tierra de Genezaret.
No lo que entra en la boca contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
¿Aún no entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es arrojado en la letrina?
Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre.
Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos ser sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Y viniendo los discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan.
Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
y le matarán; pero al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
Mas para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle su boca, hallarás un estatero; tómalo y dáselo por mí y por ti.
Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí; mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le sumergiese en lo profundo del mar.
Y aconteció que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, se fue de Galilea, y vino a las costas de Judea al otro lado del Jordán.
Entonces vinieron a Él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su esposa por cualquier causa?
Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?
Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; pero al principio no fue así.
Al oír esto, sus discípulos se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
Y habiendo acordado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia,
y le entregarán a los gentiles para ser escarnecido, azotado, y crucificado, mas al tercer día resucitará.
Y he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
Entonces Jesús, teniendo compasión de ellos, tocó sus ojos, y al instante sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.
Y cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos; entonces Jesús envió dos discípulos,
Y las multitudes que iban delante y los que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Y cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,
Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca más nazca fruto de ti, por siempre. Y al instante se secó la higuera.
Y cuando vino al templo, mientras enseñaba, vinieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?
Y si dijéremos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
Y vino al segundo, y le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Yo señor, voy, y no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos le dijeron: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
Mas los labradores cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Éste es el heredero, venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad.
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar.
Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual su señor puso sobre su familia para que les dé el alimento a tiempo?
Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo mío con intereses.
Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Al ver esto sus discípulos, se indignaron, diciendo: ¿Por qué este desperdicio?
Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque está escrito: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.
Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle.
Jesús le dijo: Tú lo has dicho. Además os digo: Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra de poder, y viniendo en las nubes del cielo.
Y cuando salió al pórtico, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el Nazareno.
Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
Entonces comenzó a maldecir, y a jurar, diciendo: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.
Y en el día de la fiesta el gobernador acostumbraba soltar al pueblo a un preso, el que quisiesen.
Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la cuadrilla;
Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que quiere decir, el lugar de la calavera,
Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.
Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.
Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos, he aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
Entonces los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
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