'Había' en la Biblia
Y cuando salió, no les podía hablar; y entendieron que había visto visión en el templo, pues les hablaba por señas, y permanecía mudo.
Y oyeron sus vecinos y sus parientes que Dios había mostrado para con ella grande misericordia, y se regocijaron con ella.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Y al verlo, hicieron notorio lo que les había sido dicho acerca del niño.
Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual era grande de edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;
Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y entró el día sábado en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
Pero en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, en que hubo una gran hambre en toda la tierra;
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado;
Y al instante, se levantó en presencia de ellos, y tomando el lecho en que había estado acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
Y Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos.
Y volviendo a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual también era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó.
Y cuando los que los apacentaban, vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús; vestido, y en su juicio cabal, y tuvieron miedo.
Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado.
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Y una mujer que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
Y sus padres estaban atónitos; pero Él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho.
que aparecieron con gloria, y hablaban de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén.
Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de su faz, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir.
Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho;
Y esto sabed, que si supiese el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
En este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.
Y he aquí, había una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
Pero el príncipe de la sinagoga respondió indignado porque Jesús había sanado en sábado, y dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de sábado.
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás había atado dieciocho años, ¿no debía de ser desatada de esta ligadura en día de sábado?
Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar, y te sea hecha recompensa.
y viniendo a casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.
Y cuando la halla, reúne a sus amigas y a sus vecinas, diciendo: Regocijaos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.
porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Mas era necesario hacer fiesta y gozarnos, porque éste, tu hermano, muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él de que había disipado sus bienes.
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas,
¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz;
Y preguntándole los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, respondió y les dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia;
diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Y aconteció que cuando él regresó, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como Él les había dicho.
Y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
Ellos entonces comenzaron a preguntar entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y Herodes, viendo a Jesús, se gozó mucho, pues hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de Él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer algún milagro.
(El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y por un homicidio.)
y les soltó a aquél que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, al cual habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Y había también sobre Él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
Y he aquí había un varón llamado José, el cual era consejero y un varón bueno y justo
(Éste, no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de los judíos, y quien también esperaba el reino de Dios.
Y bajándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún nadie había sido puesto.
Entonces levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y asomándose hacia adentro, miró los lienzos puestos solos; y se fue maravillándose en sí mismo de aquello que había acontecido.
Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel, y además de todo esto, hoy es el tercer día que estas cosas acontecieron.