'Le' en la Biblia
Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te engendrará un hijo, y llamarás su nombre Juan.
Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y soy enviado a hablarte, y a darte este evangelio.
Mas ella, cuando le vio, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese ésta.
Entonces el ángel le dice: María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y le dará el Señor Dios el trono de David su padre;
Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
Y su misericordia de generación a generación a los que le temen.
Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
Y aconteció, que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
Y le dijeron: ¿Por qué ? Nadie hay en tu parentela que se llame con este nombre.
Y hablaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
que sin temor librados de nuestros enemigos, le serviríamos
Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Y pasados los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS; el cual le fue puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre.
Y cuando se cumplieron los días de su purificación, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor,
Entonces él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo:
Y pensando que estaba en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos;
mas como no le hallasen, volvieron a Jerusalén buscándole.
Y aconteció, que después de tres días le hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles.
Y todos los que le oían, estaban fuera de sí de su entendimiento y de sus respuestas.
Y cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor.
Y ellos le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?
Y vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No oprimáis, ni acusáis falsamente a nadie; y sed contentos con vuestros salarios.
Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan.
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró todos los reinos de la redondez de la tierra en un momento de tiempo.
Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí es entregada, y a quien quiero la doy;
Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete detrás de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor Dios tuyo adorarás, y a él solo servirás.
Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre las almenas del Templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Y le fue dado el libro del profeta Isaías; y cuando abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual la ciudad de ellos estaba edificada, para despeñarle.
Y Jesús le increpó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
Y levantándose de la sinagoga, entró en casa de Simón; y la suegra de Simón estaba con una gran fiebre; y le rogaron por ella.
Y siendo ya de día salió, y se fue a un lugar desierto; y el pueblo le buscaba, y vinieron hasta él; y le detenían para que no se apartase de ellos.
Y entrado en uno de estos barcos, el cual era de Simón, le rogó que lo desviase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde el barco a la multitud.
Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; mas en tu palabra echaré la red.
Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, de la presa de los peces que habían tomado;
Y como llegaron a tierra los barcos, dejándolo todo, le siguieron.
Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, postrándose sobre el rostro, le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego la lepra se fue de él.
Y él le mandó que no lo dijese a nadie; mas ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para que les conste.
Y no hallando por donde meterle a causa de la multitud, se subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, en medio, delante de Jesús;
el cual, viendo la fe de ellos, le dice: hombre, tus pecados te son perdonados.
Y después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos , y le dijo: Sígueme.
Y dejadas todas las cosas, levantándose, le siguió.
Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, y tus discípulos comen y beben?
Y le acechaban los escribas y los fariseos, si sanaría en sábado, para hallar de qué le acusasen.
Y al que te hiriere en la mejilla, dale también la otra; y al que te quitare la capa, ni aun el sayo le defiendas.
Y viniendo ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto;
Lo cual oyendo Jesús, se maravilló de él, y vuelto, dijo a las personas que le seguían: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,
Y le rogó uno de los fariseos, que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Y como vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dice: Di, Maestro.
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
y no teniendo ellos con qué pagar, soltó la deuda a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual soltó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama.
y Juana, mujer de Chuza, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus haciendas.
Y sus discípulos le preguntaron, diciendo, qué era ésta parábola.
Mirad pues cómo oís; porque a cualquiera que tuviere, le será dado; y a cualquiera que no tuviere, aun lo que parece tener le será quitado.
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte.
Y llegándose a él , le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado él, increpó al viento y a la furia del agua; y cesaron, y fue hecha grande bonanza.
Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y al agua manda, y le obedecen?
Y saliendo él a tierra, le vino al encuentro de la ciudad un hombre que tenía demonios ya de muchos tiempos; y no vestía vestido, ni estaba en casa, sino por los sepulcros.
(Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, porque ya de muchos tiempos le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; mas rompiendo las prisiones, era agitado del demonio por los desiertos.)
Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué nombre tienes? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
Y le rogaban que no les mandase ir al abismo.
Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó.
Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y él, subiendo en el barco, se devolvió.
Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Y aconteció que volviendo Jesús, le recibió la multitud; porque todos le esperaban.
Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la multitud.
Entonces, cuando la mujer vio que no se podía esconder, vino temblando, y postrándose delante de él le declaró delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana.
Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
Entonces su espíritu volvió, y se levantó luego; y él mandó que le diesen de comer.
Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.
Y cuando lo entendió el pueblo, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del Reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de cura.
Y el día había comenzado a declinar; y llegándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud, para que yendo a las aldeas y heredades de alrededor, procedan a alojarse y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto.
y he aquí un espíritu lo toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole.
Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
Y mientras se acercaba, el demonio le derribó y despedazó; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió a su padre.
Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y le puso junto a sí,
Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Mas no le recibieron, porque su rostro era como de alguien que iba a Jerusalén.
Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré dondequiera que fueres.
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recline la cabeza.
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y anuncia el Reino de Dios.
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mirare atrás, es hábil para el Reino de Dios.
Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó entre ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó a un mesón, y lo curó.
Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al huésped, y le dijo: Cúralo; y todo lo que gastares de más, cuando yo vuelva te lo pagaré.
Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.