'La' en la Biblia
¡Cómo yace solitaria La ciudad de tanta gente! ¡Se ha vuelto como una viuda La grande entre las naciones! ¡La princesa entre las provincias Se ha convertido en tributaria.
Llora amargamente en la noche, Y {le corren} las lágrimas por sus mejillas. No hay quien la consuele Entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, Se han convertido en sus enemigos.
Judá ha ido al destierro bajo aflicción Y bajo dura servidumbre. Ella habita entre las naciones, {Pero} no halla descanso; Todos sus perseguidores la han alcanzado En medio de la angustia.
Sus adversarios se han convertido en sus amos, Sus enemigos prosperan, Porque el SEÑOR la ha afligido Por la multitud de sus transgresiones; Sus niños han ido cautivos Delante del adversario.
De la hija de Sion se ha ido Todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos Que no hallan pasto, Y huyen sin fuerzas Delante del perseguidor.
Jerusalén recuerda en los días de su aflicción y de su vagar Todos sus tesoros Que existían desde los tiempos antiguos, Cuando su pueblo cayó en mano del adversario Sin que nadie la ayudara. Al verla sus adversarios, Se burlaron de su ruina.
En gran manera ha pecado Jerusalén, Por lo cual se ha vuelto cosa inmunda. Todos los que la honraban la desprecian Porque han visto su desnudez, Y ella gime y se vuelve de espaldas.
Su inmundicia está en sus faldas; No consideró su futuro, Por tanto ha caído de manera sorprendente; No hay quien la consuele. ``Mira, oh SEÑOR, mi aflicción, Porque se ha engrandecido el enemigo."
Atado ha sido el yugo de mis transgresiones, Por la mano del SEÑOR han sido entrelazadas, Han caído sobre mi cuello. El ha hecho que me falten las fuerzas; El Señor me ha entregado en manos {Contra las cuales} no puedo resistir.
A todos mis valientes ha rechazado el Señor De en medio de mí; Ha convocado contra mí un tiempo determinado Para quebrantar a mis jóvenes; El Señor ha pisoteado, {como en} un lagar, A la virgen hija de Judá.
Sion extiende sus manos; No hay quien la consuele. El SEÑOR ha ordenado contra Jacob Que los que lo rodean sean sus adversarios; Jerusalén se ha vuelto cosa inmunda en medio de ellos.
Llamé a mis amantes, {mas} ellos me han engañado. Mis sacerdotes y mis ancianos han perecido en la ciudad, Cuando buscaban alimento para sí a fin de restaurar sus fuerzas.
Mira, oh SEÑOR, que estoy angustiada; Hierven mis entrañas, Mi corazón se revuelve dentro de mí, Porque he sido muy rebelde. En la calle la espada {me} deja sin hijos, En la casa es como la muerte.
¡Cómo el Señor nubló, en Su ira, A la hija de Sion! Ha arrojado del cielo a la tierra La gloria de Israel, Y no se ha acordado del estrado de Sus pies En el día de Su ira.
El Señor ha devorado, no ha perdonado Ninguna de las moradas de Jacob. Ha derribado en Su furor Las fortalezas de la hija de Judá, {Las} ha echado por tierra; Ha profanado al reino y a sus príncipes.
Ha entesado Su arco como enemigo, Ha afirmado Su diestra como adversario Y ha matado todo lo que era agradable a la vista; En la tienda de la hija de Sion Ha derramado Su furor como fuego.
Se ha vuelto el Señor como enemigo: Ha devorado a Israel, Ha devorado todos sus palacios, Ha destruido sus fortalezas Y ha multiplicado en la hija de Judá El lamento y el duelo.
Y ha tratado con violencia a Su tabernáculo, como a {cabaña de} huerto; Ha destruido Su lugar de reunión. El SEÑOR ha hecho olvidar en Sion La fiesta solemne y el día de reposo, Y en el furor de Su ira ha rechazado Al rey y al sacerdote.
El SEÑOR ha rechazado Su altar, Ha despreciado Su santuario; Ha entregado en manos del enemigo Los muros de sus palacios. Gritos se han dado en la casa del SEÑOR Como en día de fiesta solemne.
El SEÑOR determinó destruir La muralla de la hija de Sion; Ha extendido el cordel, No ha retraído Su mano de destruir, Y ha hecho que se lamenten el antemuro y el muro; A una desfallecen.
Se han hundido en la tierra sus puertas, El ha destruido y quebrado sus cerrojos. Su rey y sus príncipes están entre las naciones; {Ya} no hay ley; Tampoco sus profetas hallan Visión del SEÑOR.
Están sentados en tierra, en silencio, Los ancianos de la hija de Sion. Han echado polvo sobre sus cabezas, Se han ceñido de cilicio. Han inclinado a tierra sus cabezas Las vírgenes de Jerusalén.
Mis ojos se consumen por las lágrimas, Hierven mis entrañas; Mi hiel se derrama por tierra, A causa de la destrucción de la hija de mi pueblo (Jerusalén), Cuando niños y lactantes desfallecen En las calles de la ciudad.
Dicen a sus madres: `` ¿Dónde hay grano y vino?" Mientras desfallecen como heridos En las calles de la ciudad, Mientras exhalan su espíritu En el regazo de sus madres.
Baten palmas contra ti Todos los que pasan por el camino; Silban y mueven sus cabezas Contra la hija de Jerusalén, {diciendo:} `` ¿Es ésta la ciudad de la cual decían: `La perfección de la hermosura, El gozo de toda la tierra?'"
Han abierto su boca contra ti Todos tus enemigos; Silban y rechinan los dientes. Dicen: {``La} hemos devorado. Ciertamente éste es el día que esperábamos; {Lo} hemos alcanzado, {lo} hemos visto."
El corazón de ellos clamó al Señor: ``Muralla de la hija de Sion, Corran tus lágrimas como un río día y noche, No te des reposo, No tengan descanso tus ojos.
Levántate, da voces en la noche Al comenzar las vigilias. Derrama como agua tu corazón Ante la presencia del Señor. Alza hacia El tus manos Por la vida de tus pequeños, Que desfallecen de hambre En las esquinas de todas las calles."
Como en día de fiesta solemne convocaste Mis terrores de todas partes; Y no hubo en el día de la ira del SEÑOR Quien escapara ni sobreviviera. A los que crié y mantuve, Mi enemigo los exterminó.
Yo soy el hombre que ha visto la aflicción A causa de la vara de Su furor.
Ha tensado Su arco Y me ha puesto como blanco de la flecha.
Y mi alma ha sido privada de la paz, He olvidado la felicidad.
Acuérdate de mi aflicción y de mi vagar, Del ajenjo y de la amargura.
Bueno es esperar en silencio La salvación del SEÑOR.
Que dé la mejilla al que lo hiere; Que se sacie de oprobios.
¿No salen de la boca del Altísimo Tanto el mal como el bien?
Te has cubierto de una nube Para que no pase la oración.
Arroyos de lágrimas derraman mis ojos A causa de la destrucción de la hija de mi pueblo (Jerusalén).
Silenciaron mi vida en la fosa, Pusieron piedra sobre mí.
Invoqué Tu nombre, oh SEÑOR, Desde la fosa más profunda.
Tú has defendido, oh Señor, la causa de mi alma, Tú has redimido mi vida.
Tú les darás su pago, oh SEÑOR, Conforme a la obra de sus manos.
Aun los chacales dan las ubres, Dan de mamar a sus crías; {Pero} la hija de mi pueblo (Jerusalén) se ha vuelto cruel Como los avestruces en el desierto.
La lengua del niño de pecho se le pega Al paladar por la sed; Los pequeños piden pan, {Pero} no hay quien se {lo} reparta.
La iniquidad de la hija de mi pueblo Es mayor que el pecado de Sodoma, Que fue derribada en un instante Sin que manos actuaran contra ella.
Sus consagrados eran más puros que la nieve, Más blancos que la leche, Más rojizos de cuerpo que los corales, {Como} el zafiro {era} su apariencia.
Más negro que el hollín es su aspecto, No se les reconoce por las calles; Se les ha pegado la piel a sus huesos, Se ha marchitado, se ha vuelto como madera.
Las manos de mujeres compasivas Cocieron a sus propios hijos, Que les sirvieron de comida A causa de la destrucción de la hija de mi pueblo (Jerusalén).
No creyeron los reyes de la tierra, Ni ninguno de los habitantes del mundo, Que el adversario y el enemigo pudieran entrar Por las Puertas de Jerusalén.
Pero a causa de los pecados de sus profetas {Y} de las iniquidades de sus sacerdotes, Quienes derramaron en medio de ella La sangre de los justos,
La presencia del SEÑOR los dispersó, No volverá a mirarlos. Ellos no honraron a los sacerdotes, Ni tuvieron piedad de los ancianos.
Regocíjate y alégrate, hija de Edom, La que habitas en la tierra de Uz; También a ti llegará la copa, Te embriagarás y te desnudarás.
Con peligro de nuestras vidas conseguimos nuestro pan, Enfrentándonos a la espada en el desierto.
Los jóvenes trabajaron en el molino, Y los muchachos cayeron bajo {el peso de} la leña.
Los ancianos han dejado de estar a las puertas {de la ciudad}, Los jóvenes de su música.
Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, pues hemos pecado!