'Se' en la Biblia
- 1.Gé 1:2-Gé 22:19
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- 16.2 Samuel 20:22-1 Reyes 12:16
- 17.1 Reyes 12:18-2 Reyes 4:8
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- 19.2 Reyes 17:18-2 Crónicas 4:19
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- 51.1 Corintios 10:25-1 Tesalonicenses 1:8
- 52.1 Tesalonicenses 2:4-1 Pedro 2:23
- 53.1 Pedro 3:5-Apocalipsis 20:5
Y subió a ellos en la barca, y cesó el viento, y ellos estaban asombrados sobremanera, y se maravillaban.
Entonces se juntaron a Él los fariseos, y ciertos de los escribas, que habían venido de Jerusalén.
Porque los fariseos y todos los judíos, guardando la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
Y volviendo del mercado, si no se lavan, no comen. Y muchas otras cosas hay que han recibido para guardar, como el lavar las copas, los jarros, los vasos de bronce, y las mesas.
Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies.
Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
y alzando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata; que es: Sé abierto.
Y se maravillaban en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.
Entonces mandó a la multitud que se sentase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
Y comieron, y se saciaron; y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete canastos.
Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue al otro lado.
Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación perversa y adúltera, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra las puede hacer tan blancas.
Y en seguida todo el pueblo, al verle, se asombró, y corriendo hacia Él, le saludaron.
el cual, dondequiera que le toma, le desgarra; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
Y se lo trajeron; y cuando le vio, al instante el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
Y Juan le respondió, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.
Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase al mar.
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa;
Y Él les dijo: Cualquiera que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Y viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús, respondiendo otra vez, les dijo: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
Y ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
Pero Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que parecen ser príncipes de los gentiles, se enseñorean sobre ellos; y los que entre ellos son grandes, tienen potestad sobre ellos.
Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado; desatadlo y traedlo.
Y fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, donde se unían dos caminos, y le desataron.
Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Y en la mañana, pasando por allí, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
Y Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
Y procuraban prenderle, porque sabían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían al pueblo, y dejándole se fueron.
Y ellos se la trajeron. Y les dijo: ¿De quién es esta imagen e inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de Él.
Porque cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán, ni se darán en casamiento, mas serán como los ángeles que están en el cielo.
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos.
Y el hermano entregará a muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los harán morir.
Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.
Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor;
Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo.
Y estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado Él a la mesa, vino una mujer trayendo un frasco de alabastro de ungüento de nardo puro, de mucho precio, y quebrando el frasco de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
Y hubo algunos que se indignaron dentro de sí, y dijeron: ¿Por qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?
Ésta ha hecho lo que podía; y se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
De cierto os digo: Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, lo que ella ha hecho, también será contado para memoria de ella.
Y ellos, al oírlo, se regocijaron, y prometieron darle dinero. Y buscaba cómo poder entregarle.
Y vinieron al lugar que se llama Getsemaní; y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de Él aquella hora.
Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
Y cuando vino, enseguida se acercó a Él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.
Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Y tú también estabas con Jesús el Nazareno.
Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Pero Jesús ni aun con eso respondió nada; de modo que Pilato se maravillaba.
Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín, que habían cometido homicidio en una insurrección.
Y se cumplió la Escritura que dice: Y con los transgresores fue contado.
De esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Y Pilato se maravilló de que ya hubiese muerto; y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto.
Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
Y ellas se fueron aprisa, huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Finalmente se apareció a los once, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Y viéndole, se turbó Zacarías, y cayó temor sobre él.
Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento.
Y he aquí estarás mudo y no podrás hablar, hasta el día que esto sea hecho, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que él se demorase en el templo.
Y aconteció que cumpliéndose los días de su ministerio, se fue a su casa.
Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se encubrió por cinco meses, diciendo:
a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Y cuando ella le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta.
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
Y en aquellos días levantándose María, se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador,
Y se quedó María con ella como tres meses, y se regresó a su casa.
Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
Y oyeron sus vecinos y sus parientes que Dios había mostrado para con ella grande misericordia, y se regocijaron con ella.
Y le dijeron: No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
Y vino temor sobre todos sus vecinos; y todas estas cosas se divulgaron por todas las montañas de Judea.
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día que se mostró a Israel.
Y José también subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado.
Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
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