'Él' en la Biblia
- 1.Gé 1:11-Gé 27:22
- 2.Gé 27:24-Gé 42:12
- 3.Gé 42:38-Éx 18:2
- 4.Éx 18:11-Levítico 8:2
- 5.Levítico 8:7-Números 14:36
- 6.Números 15:14-Deuteronomio 15:22
- 7.Deuteronomio 16:8-Josué 17:1
- 8.Josué 17:4-Jueces 13:25
- 9.Jueces 14:4-1 Samuel 14:39
- 10.1 Samuel 15:3-1 Samuel 30:21
- 11.1 Samuel 31:5-2 Samuel 17:5
- 12.2 Samuel 17:9-1 Reyes 9:11
- 13.1 Reyes 9:24-1 Reyes 22:17
- 14.1 Reyes 22:18-2 Reyes 9:11
- 15.2 Reyes 9:12-1 Crónicas 16:32
- 16.1 Crónicas 16:40-2 Crónicas 24:20
- 17.2 Crónicas 24:21-Nehemías 3:30
- 18.Nehemías 3:31-Job 13:16
- 19.Job 14:6-Job 36:30
- 20.Job 36:31-Salmos 47:9
- 21.Salmos 48:14-Salmos 107:6
- 22.Salmos 107:9-Proverbios 30:5
- 23.Proverbios 30:6-Isaías 42:1
- 24.Isaías 42:10-Jeremías 41:2
- 25.Jeremías 41:3-Ezequiel 36:20
- 26.Ezequiel 37:19-Oseas 12:14
- 27.Oseas 13:15-Mateo 5:41
- 28.Mateo 5:45-Mateo 26:18
- 29.Mateo 26:23-Marcos 9:15
- 30.Marcos 9:19-Lucas 5:14
- 31.Lucas 5:15-Lucas 14:4
- 32.Lucas 14:8-Lucas 24:38
- 33.Lucas 24:43-Juan 10:39
- 34.Juan 10:41-Hechos 8:27
- 35.Hechos 8:30-Hechos 28:8
- 36.Hechos 28:23-Colosenses 2:6
- 37.Colosenses 2:7-1 Juan 3:22
- 38.1 Juan 3:24-Apocalipsis 22:18
Pero su fama mucho más se extendía, y grandes multitudes se reunían para oírle, y ser sanados por Él de sus enfermedades.
Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos.
Y he aquí unos hombres que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico; y procuraban meterle, y ponerle delante de Él.
Y al ver Él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
Y Él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
Y aconteció en el segundo sábado después del primero, que pasando Él por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y comían, restregándolas con las manos.
Respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
Y aconteció también en otro sábado, que Él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
Pero Él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra.
Y toda la multitud procuraba tocarle; porque poder salía de Él, y sanaba a todos.
Y alzando Él sus ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.
porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Y aconteció el siguiente día, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Y esta fama de Él salió por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
Pero los fariseos y los doctores de la ley, rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.
Y uno de los fariseos le rogó que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
y estando detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien le perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado.
Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Y aconteció después, que caminaba Él por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él,
Y cuando se juntó una gran multitud, y vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola:
Y Él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
Entonces vinieron a Él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud.
Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la ponen por obra.
Y aconteció un día que Él entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban.
Y viniendo a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, reprendió al viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza.
Y llegando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogó que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió.
Y aquel hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado?
Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha salvado; ve en paz.
Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme.
Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta.
Mas Él echó fuera a todos, y tomándola de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate.
Entonces su espíritu volvió, y se levantó en seguida; y Él mandó que le diesen de comer.
Y sus padres estaban atónitos; pero Él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho.
Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que Él hacía; y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha resucitado de los muertos;
Y cuando la gente lo supo, le siguieron; y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
Y Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.
Y aconteció que estando Él aparte orando, estaban con Él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Mas Él, amonestándoles, les mandó que a nadie dijesen esto,
Y he aquí dos varones que hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías;
que aparecieron con gloria, y hablaban de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén.
Y Pedro y los que estaban con Él, estaban cargados de sueño; y despertando, vieron su gloria, y a los dos varones que estaban con Él.
Y aconteció que apartándose ellos de Él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí, y hagamos tres tabernáculos, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que decía.
Y diciendo él esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
y he aquí un espíritu le toma, y de repente da gritos; y le sacude y le hace echar espuma, e hiriéndole difícilmente se aparta de él.
Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de samaritanos, para preparar para Él.
Entonces volviéndose Él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de su faz, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir.
Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
Y Él les dijo: Yo vi a Satanás caer del cielo como un rayo.
Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Pero un samaritano, que iba de camino, vino adonde él estaba, y cuando lo vio, tuvo compasión de él;
y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.
Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Y aconteció que yendo ellos, entró Él en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Pero Marta se distraía en muchos servicios; y vino a Él, diciendo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Y aconteció que estaba Él orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
Y también les dijo: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: Amigo, préstame tres panes,
y él, desde adentro respondiendo, dijere: No me molestes; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y dártelos?
Y estaba Él lanzando un demonio, el cual era mudo; y aconteció que salido fuera el demonio, el mudo habló y la gente se maravillaba.
Mas Él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte sus despojos.
Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Y Él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
Y luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús, se sentó a la mesa.
Y Él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley! que abrumáis a los hombres con cargas pesadas de llevar; mas vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
Mas Él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros?
y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos?
En verdad os digo que él le pondrá sobre todos sus bienes.
Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
Él entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que cave a su alrededor, y la estercole.
Y diciendo Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios. Y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por Él.
Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que serán salvos? Y Él les dijo:
Después que el Padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando afuera comencéis a tocar la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y Él respondiendo, os dirá: No os conozco de dónde seáis.
Pero Él dirá: Os digo que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos vosotros, obradores de maldad.
Y Él les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día seré consumado.
Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de Él.
Y ellos callaron. Entonces Él tomándole, le sanó, y le despidió.
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