'Mujer' en la Biblia
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Y he aquí una mujer que estaba enferma de flujo de sangre por ya doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto.
Mas Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha salvado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.
De cierto os digo: Entre los nacidos de mujer jamás se levantó otro mayor que Juan el Bautista; pero el que es menor en el reino de los cielos, mayor es que él.
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Y después de todos murió también la mujer.
vino a Él una mujer, trayendo un frasco de alabastro de ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de Él, estando Él sentado a la mesa.
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues buena obra me ha hecho.
Y una mujer que padecía flujo de sangre por ya doce años,
Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies.
Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Y la tomaron los siete, y no dejaron descendencia; a la postre murió también la mujer.
Y estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado Él a la mesa, vino una mujer trayendo un frasco de alabastro de ungüento de nardo puro, de mucho precio, y quebrando el frasco de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
Y he aquí, una mujer de la ciudad que era pecadora, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento,
Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza.
Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Y una mujer que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
Y aconteció que yendo ellos, entró Él en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Y aconteció que diciendo estas cosas, una mujer de entre la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.
Y he aquí, había una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
Y a la postre de todos murió también la mujer.
Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
Jesús le dijo: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
Y vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber
Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.
La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que yo no tenga sed, ni venga acá a sacarla.
Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;
La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta.
Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
La mujer le dijo: Sé que el Mesías ha de venir, el que es llamado, el Cristo; cuando Él venga nos declarará todas las cosas.
Y en esto llegaron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con la mujer; pero ninguno dijo: ¿Qué preguntas? O: ¿Por qué hablas con ella?
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que testificaba diciendo: Me ha dicho todo lo que he hecho.
Y decían a la mujer: Ahora creemos, no sólo por tu dicho, sino porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que verdaderamente Éste es el Cristo, el Salvador del mundo.
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio,
le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido tomada en el acto mismo de adulterio;
Y oyéndolo ellos, redargüidos por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha venido su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo lo llevaré.
Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, estaba allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero su padre era griego.
Y una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
Mas algunos creyeron y se unieron a él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
y de la misma manera también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío.
Porque la mujer que tiene marido está ligada por la ley a su marido mientras él vive; mas si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es al hombre no tocar mujer.
Mas para evitar fornicaciones, cada varón tenga su propia esposa, y cada mujer tenga su propio marido.
Y la mujer que tiene marido no creyente, y él consiente en habitar con ella, no lo deje.
Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo.
Mas toda mujer que ora o profetiza no cubierta su cabeza, deshonra su cabeza; porque lo mismo es que si se rapase.
Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer trasquilarse o raparse, cúbrase.
Pero el varón no debe cubrir su cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del varón.
Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón.
Porque tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
Por lo cual, la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
Mas en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón.
Porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace por causa de la mujer; pero todo procede de Dios.
Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse?
Pero si una mujer tiene cabello largo, le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.
Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque vergonzoso es que una mujer hable en la iglesia.
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, hecho de mujer, hecho bajo la ley,
que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer que da a luz; y no escaparán.
La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
Porque no permito a la mujer enseñar, ni usurpar autoridad sobre el varón, sino estar en silencio.
y Adán no fue engañado, sino que la mujer, al ser engañada, cayó en transgresión:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti; porque permites a esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñar y seducir a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
y tenían cabello como cabello de mujer; y sus dientes eran como dientes de leones;
Y apareció en el cielo una gran señal; una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Y su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten mil doscientos sesenta días.
Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
Y fueron dadas a la mujer dos alas de grande águila, para que de la presencia de la serpiente volase al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
Y la serpiente echó de su boca, tras la mujer, agua como un río, a fin de hacer que fuese arrastrada por el río.
Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca, y sorbió el río que el dragón había echado de su boca.
Entonces el dragón se enfureció contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el remanente de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo.
Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos.
Y la mujer estaba vestida de púrpura y de escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;
Y vi a la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé maravillado con gran asombro.
Y el ángel me dijo: ¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos.
Aquí hay mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer.
Y la mujer que has visto, es la gran ciudad que tiene reino sobre los reyes de la tierra.
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