'Nosotros' en la Biblia
He aquí una Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que es, si lo declaras: Dios con nosotros.
Y suéltanos nuestras deudas, como también nosotros soltamos a nuestros deudores.
Entonces los discípulos de Juan vinieron a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David.
¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todo esto?
Mas él no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despáchala, pues da voces tras nosotros.
Entonces sus discípulos le dicen: ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?
Entonces, acercándose los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fuera?
Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué pues tendremos?
Diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
Y he aquí dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
Y la multitud les reñía para que callaran; pero ellos clamaban más, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
Hubo pues, entre nosotros siete hermanos; y el primero tomó mujer, y murió; y no teniendo simiente, dejó su mujer a su hermano.
diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué se nos da a nosotros? Tú lo verás.
Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron, durmiendo nosotros.
Y si esto fuere oído del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros.
diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.
¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas, y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros, sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
y muchas veces le echa en el fuego y en aguas, para matarle; mas, si puedes algo, ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros.
Y como él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido.
Y él os mostrará un gran cenáculo ya preparado; aderezad para nosotros allí.
Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este Templo, que es hecho de manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos.
Habiendo muchos tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No oprimáis, ni acuseis falsamente a nadie; y estad contentos con vuestros salarios.
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Que un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y que Dios ha visitado a su pueblo.
Y les dice: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros a comprar viandas para toda esta multitud.
Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no te sigue con nosotros.
Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos de mal.
Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
Y además de todo esto, una gran sima está constituida entre nosotros y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar a nosotros.
y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.
Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido.
Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio deseamos? Porque nosotros lo hemos oído de su boca.
Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha acontecido.
Mas ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Y entró con ellos.
Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Y aquella Palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros; (y vimos su gloria,) gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salud viene de los Judíos.
Y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Le dijeron entonces: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y tienes demonio?
mas cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene edad, preguntadle a él; él hablará de sí.
Así que, volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que este hombre es pecador.
Y le maldijeron, y dijeron: Tú seas su discípulo; pero nosotros discípulos de Moisés somos.
Nosotros sabemos que a Moisés habló Dios; mas éste no sabemos de dónde es.
Y oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con él, y le dijeron: ¿Somos nosotros también ciegos?
Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Le respondió el pueblo: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre, ¿cómo pues dices tú: Conviene que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?
Le dice Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué hay porque te hayas de manifestar a nosotros, y no al mundo?
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo a ti vengo. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu Nombre, para que sean una cosa, como también nosotros.
Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me enviaste.
Y yo, la claridad que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa.
Les dice entonces Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos es lícito matar a nadie;
Le respondieron los judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios.
Les dice Simón: A pescar voy. Le dicen: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y subieron en un navío; y aquella noche no tomaron nada.
el cual era contado con nosotros, y tenía suerte o herencia en este ministerio.
Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo en que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros,
comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.
¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en su lengua en que somos criados?
Varones hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Y viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? O ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubiéramos hecho andar a éste?
y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo que nosotros somos testigos.
diciendo: ¿No os denunciamos estrechamente, que no enseñarais en este nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre.
Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le persuaden.
Así que, los doce convocaron la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, y sirvamos a las mesas.
Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra.
Entonces el que injuriaba a su prójimo, le rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez sobre nosotros?
diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le ha acontecido.
Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No te detengas en venir hasta nosotros.
Así que, luego envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de Judea, y en Jerusalén; al cual mataron colgándole en un madero.
no a todo el pueblo, sino a testigos que Dios antes había ordenado, es a saber, a nosotros que comimos y bebimos juntamente con él, después que resucitó de los muertos.
Entonces Pedro respondió: ¿Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, también como sobre nosotros al principio.
Así que, si Dios les dio el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesús el Cristo, ¿quién era yo que pudiera estorbar a Dios?
Y nosotros también os anunciamos el Evangelio de aquella promesa que fue hecha a los padres,
la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te engendré hoy.
Entonces la multitud, visto lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses semejantes a hombres han descendido a nosotros.
y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar, y todo lo que está en ellos;
Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como a nosotros;
y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones.
Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, os han inquietado con palabras, trastornando vuestras almas, mandando circunci-daros y guardar la ley, a los cuales no mandamos;
Que ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
Y aconteció, que yendo nosotros a la oración, una muchacha que tenía espíritu pitónico, nos salió al encuentro, la cual daba grande ganancia a sus amos adivinando.
Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud.
para que buscaran a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros:
Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos a ellos a Troas en cinco días, donde estuvimos siete días.
Resutados de la Búsqueda continuados...
Resultados de Búsqueda por Versiones
Resultados de Búsqueda por Libro
Artículos Relacionados
- A juzgar nosotros mismos
- Abnegación
- Aceptar a Cristo
- Afán
- Amor
- Amor, naturaleza de
- Cristo fue muerto
- Dar de Sí Mismo
- Dios acompañándonos
- Dios como prioridad
- Dios elevar a Cristo
- Dios para nosotros
- Dios vive en nosotros
- Dios viviendo con nosotros
- Dios, unidad de
- Don del Espíritu Santo
- El amor ágape
- El discipulado, naturaleza de
- El pecado, Dios remedio para
- El pecado, la salvación de Dios
- El sufrimiento, ánimos en
- Expiación
- Gracia, y Jesucristo
- La Expiación, en NT
- La fe, la naturaleza de
- La gracia, y el Espíritu Santo
- La participación, en Cristo
- La salvación, la necesidad y la base de
- La vida con Cristo
- La voz de Dios
- Los apóstoles, Deberes de
- Los apóstoles, función en la Iglesia primitiva
- Pablo, Apóstol de los Gentiles
- Santidad, los creyentes en crecimiento
- Sustitución
- Testimonio de Cristo contemporáneo
- Tipos
- Amar
- Amar a todos
- Amarse unos a otros
- Dar animo a los demás
- El Evangelio de la salvación
- El amor de Dios
- El amor de Dios por nosotros
- El amor verdadero
- El día del juicio final
- El padre
- El plan de Dios para nosotros
- El significado de la crucifixión de Cristo
- La cruz
- La debilidad
- La evangelización
- La gracia
- La obra de Dios en nosotros
- La revelación de la salvación de Dios
- La verdad de Dios
- Los eclipses
- Mantener la fe
- Nosotros en Dios
- Orar
- Orar por los demás
- Predicar
- Ser amado
- Vivir por Dios