'Quién' en la Biblia
Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh SEÑOR, la luz de tu rostro.
Porque en la muerte no hay memoria de ti, ¿quién te loará en el Seol?
no sea que arrebaten mi alma, como león que despedaza, sin que haya quien libre.
que dijeron: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios están con nosotros, ¿quién nos es señor?
Dijo el loco en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron, hicieron obras abominables; no hay quien haga bien.
Todos declinaron, juntamente, se han corrompido; no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno.
¡Quién diera de Sion la salud de Israel tornando el SEÑOR la cautividad de su pueblo! Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
El SEÑOR, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad?
Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente tomó soborno. El que hace estas cosas, no resbalará para siempre.
Quien pone mis pies como pies de ciervas, y me hizo estar sobre mis alturas.
Quien enseña mis manos para la batalla, y el arco de bronce será quebrado con mis brazos.
Clamaron, y no hubo quién se salvara; aun al SEÑOR, mas no los oyó.
De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta la extremidad de ellos; y no hay quien se esconda de su calor.
Los errores, ¿quién los entenderá? De los encubiertos me libra.
No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude.
¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad?
¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR el fuerte y valiente, el SEÑOR el valiente en batalla.
¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR de los ejércitos, él es el Rey de la gloria. (Selah.)
Lámed ¿Quién es el varón que teme al SEÑOR? El le enseñará el camino que ha de escoger.
El SEÑOR es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?
No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos, y quien habla calumnia.
Bienaventurado el hombre a quien no contará el SEÑOR la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
Bienaventurada la gente de que el SEÑOR es su Dios; el pueblo a quien escogió por heredad para sí.
Lámed ¿Quién es el hombre que desea vida, que ama muchos días para ver el bien?
Todos mis huesos dirán: SEÑOR, ¿quién como tú, que libras al pobre del más fuerte que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja?
Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se inquieta; amontona, y no sabe quién lo cogerá.
Aun el varón de mi paz, en quien yo confiaba, el que comía mi pan, engrandeció contra mí el calcañar.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; porque aún tengo de alabar a quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío.
Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios; no sea que os arrebate, y no haya quién os libre.
Dijo el loco en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien.
Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían dañado; no hay quien haga bien, no hay ni aun uno.
¡Oh quién diera de Sion saludes a Israel! Volviendo Dios la cautividad de su pueblo, se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
Y dije: ¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
He aquí proferirán con su boca; espadas están en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?
¿Quién me llevará a la ciudad fortalecida? ¿Quién me llevará hasta Idumea?
Se afirman a sí mismos la palabra mala, tratan de esconder los lazos, y dicen: ¿Quién los ha de ver?
La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado; y esperé quién se compadeciera de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé.
Diciendo: Dios lo ha dejado; perseguid y tomadle, porque no hay quien le libre.
Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso; porque has hecho grandes cosas; Oh Dios, ¿quién como tú?
Porque él librará al menesteroso que clamare, y al pobre que no tuviere quién le socorra.
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
No vemos ya nuestras banderas propias; no hay más profeta; ni hay con nosotros quien sepa. ¿Hasta cuándo?
Tú, terrible eres tú: ¿Y quién parará delante de ti, en comenzando tu ira?
Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén; y no hubo quién los enterrara.
Porque ¿quién en los cielos se igualará con el SEÑOR? ¿Quién será semejante al SEÑOR entre los hijos de los poderosos?
Oh SEÑOR, Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú? Fuerte-JAH, Rodeado de tu verdad.
¿Quién conoce la fortaleza de tu ira? Que tu ira no es menor que nuestro temor.
Porque has puesto al SEÑOR, quien es mi esperanza; al Altísimo por tu habitación,
Bienaventurado el varón a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyeres;
¿Quién se levanta por mí contra los malignos? ¿Quién está por mí contra los que obran iniquidad?
¿Quién expresará las valentías del SEÑOR? ¿Quién contará sus alabanzas?
Por eso quebrantó él con trabajo sus corazones, cayeron y no hubo quién los ayudara.
¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las misericordias del SEÑOR?
¿Quién me guiará a la ciudad fortalecida? ¿Quién me guiará hasta Idumea?
No tenga quien le haga misericordia; ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.
¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios? El que enaltece su habitación;
JAH, si retuvieres a las iniquidades, ¿Señor quién persistirá?
Como quien hiende y rompe leños en tierra, son esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol.
Miraba a la mano derecha, y observaba; mas no había quién me conociera; no tuve refugio, no había quién volviera por mi vida.
Misericordia mía y mi castillo, altura mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado; el que allana mi pueblo delante de mí.
El que echa su hielo como en pedacitos; delante de su frío ¿quién estará?