'Quién' en la Biblia
Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se afana; acumula riqueza, y no sabe quién la recogerá.
Aun mi íntimo amigo, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, levantó contra mí su calcañar.
Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios; no sea que os despedace, sin que haya quien libre.
«Al Músico principal: sobre Mahalat: Masquil de David» Dijo el necio en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron e hicieron abominable maldad; no hay quien haga el bien.
Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
¡Oh, quién diese que la salvación de Israel viniese de Sión! Cuando Dios hiciere volver de la cautividad a su pueblo, se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
He aquí proferirán con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?
¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom?
Obstinados en su inicuo designio, tratan de esconder los lazos, y dicen: ¿Quién los ha de ver?
Él es quien preserva nuestra alma en vida, y no permite que nuestros pies resbalen.
La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado; y esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé.
Diciendo: Dios lo ha dejado: Perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre.
Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso; Tú has hecho grandes cosas. Oh Dios, ¿quién como tú?
Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra.
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
No vemos ya nuestras señales; no hay más profeta; ni con nosotros hay quien sepa hasta cuándo.
Tú, temible eres tú: ¿Y quién permanecerá de pie delante de ti, al desatarse tu ira?
Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén; y no hubo quien los enterrase.
Porque ¿quién en los cielos se comparará a Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los poderosos?
Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú? Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea.
¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido?
Bienaventurado el hombre a quien tú, oh Jehová, corriges, y en tu ley lo instruyes;
¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Quién estará por mí contra los obradores de iniquidad?
Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias;
¿Quién expresará las proezas de Jehová? ¿Quién contará sus alabanzas?
Por lo que quebrantó con trabajo sus corazones, cayeron y no hubo quien les ayudase;
¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las misericordias de Jehová?
¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom?
No tenga quien le haga misericordia; ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.
¿Quién como Jehová nuestro Dios, que mora en las alturas,
Jehová, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, quedaría en pie?
Como quien hiende y rompe la tierra, son esparcidos nuestros huesos a la boca de la sepultura.
Miré a mi mano derecha, y observé; mas no había quien me conociese; no tuve refugio, nadie se preocupó por mi alma.
Misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi Libertador, escudo mío, en quien he confiado; el que somete a mi pueblo delante de mí.
Él echa su hielo como pedazos; delante de su frío, ¿quién resistirá?
Porque llamé, y no quisisteis oír: Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese;
porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.
No detengas el bien de aquél a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo.
Quien sea simple, venga acá. A los faltos de cordura dice:
Piedra preciosa es el don a quien lo posee; a dondequiera que se vuelve, prospera.
El espíritu del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al espíritu angustiado?
Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; quien lo enfurece, contra su propia alma peca.
Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad; pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?
¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?
Hay quien todo el día codicia; mas el justo da, y no escatima.
¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
porque su calamidad surgirá de repente; y la ruina de ambos, ¿quién la sabrá?
Porque mejor es que se te diga: Sube acá, y no que seas humillado delante del príncipe a quien tus ojos han visto.
Como quien liga la piedra en la honda, así hace el que al necio da honra.
Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?
¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su Hijo, si lo sabes?
No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.
Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de piedras preciosas.
Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade conocimiento, añade dolor.
¿Y quién sabe si será sabio, o necio, el que señoreará sobre todo mi trabajo en que yo me afané, y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
Así que he visto que no hay cosa mejor que alegrarse el hombre con lo que hiciere; porque ésta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?
Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
Está un hombre solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
Igualmente, a todo hombre a quien Dios le da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellos y tome su porción y goce de su trabajo. Esto es don de Dios.
Un hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le da facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad.
Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
Considera la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que Él torció?
Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?
Porque no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?
Yo pues di mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);
El necio multiplica las palabras; el hombre no sabe lo que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que después de él será?
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde apacientas, dónde haces recostar el rebaño al mediodía: Pues, ¿por qué había yo de estar como errante junto a los rebaños de tus compañeros?
¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, perfumada de mirra y de incienso, y de todo polvo aromático?
¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como un ejército con sus banderas?
¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; allí tuvo dolores tu madre, allí tuvo dolores la que te dio a luz.
¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?
Y el fuerte será como estopa, y lo que hizo como centella; y ambos serán encendidos juntamente, y no habrá quien apague.
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Porque toda batalla de quien pelea es con estruendo, y con vestidura revolcada en sangre; pero esto será para quema, y combustible para el fuego.
¿Y qué haréis en el día de la visitación? ¿A quién os acogeréis para que os ayude, cuando viniere de lejos el asolamiento? ¿Y en dónde dejaréis vuestra gloria?
Y halló mi mano como nido las riquezas de los pueblos; y como se recogen los huevos abandonados, así me apoderé yo de toda la tierra; y no hubo quien moviese ala, o abriese boca y graznase.
Porque Jehová de los ejércitos ha determinado; ¿y quién invalidará? Y su mano extendida, ¿quién la hará tornar?
Y en misericordia será establecido el trono; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia.
Las ciudades de Aroer están abandonadas, serán para los rebaños; para que reposen allí, y no habrá quien los espante.
¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes tú aquí, que labraste aquí sepulcro para ti, como el que en lugar alto labra su sepultura, o el que esculpe para sí morada en una peña?
¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?
No hay enojo en mí. ¿Quién pondrá contra mí en batalla espinos y cardos? Yo los hollaré, los quemaré juntamente.
¿Acaso lo ha herido, como Él hirió a quien lo hirió? ¿O ha sido muerto como los que en la matanza por Él fueron muertos?
¿A quién le enseñará conocimiento, o a quién le hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿A los arrancados de los pechos?
¡Ay de los que se esconden de Jehová, encubriendo el consejo, y sus obras son en tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve, y quién nos conoce?
Convertíos a Aquél contra quien los hijos de Israel profundamente se rebelaron.
Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sorprendió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?
Digo, alegas tú, (pero son palabras vanas) que tengo consejo y fortaleza para la guerra. Ahora bien, ¿en quién confías que te rebelas contra mí?
Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, a quien su señor el rey de Asiria ha enviado para blasfemar al Dios vivo, y vituperará las palabras que oyó Jehová tu Dios; eleva, pues, oración por el remanente que aún ha quedado.
Diréis así a Ezequías rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.
¿A quién injuriaste y a quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto? Contra el Santo de Israel.
¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano, y midió los cielos con su palmo, y con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza, y con pesas los collados?
¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?
¿A quién pidió consejo para ser instruido? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó conocimiento, o le mostró la senda del entendimiento?
¿A quién, pues, me haréis semejante o me haréis igual? dice el Santo.