'Se' en la Biblia
a los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo en muchas pruebas, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándoles del Reino de Dios.
Y juntándolos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran la Promesa del Padre, que oísteis, dijo, de mí.
Entonces los que se habían juntado le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restituirás el Reino a Israel en este tiempo?
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos;
Entonces se volvieron a Jerusalén del monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén camino de un sábado.
Varones hermanos, convino que se cumpliera la Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús;
Este, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad, y colgándose, se reventó por medio, y todas sus entrañas se derramaron.
para que tome la suerte (o herencia) de este ministerio y del apostolado, del cual se rebeló Judas, por irse a su lugar.
Cuando se cumplió plenamente el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos en el mismo sitio;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos.
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua.
El sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto;
Por lo cual mi corazón se alegró, y mi lengua se gozó; y aun mi carne descansará en esperanza;
Varones hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Así que siendo profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono;
Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído; al cual ponían cada día a la puerta del Templo que se llama la Hermosa, para que pidiera \'
Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
Y le conocían, que él era el que se sentaba a pedir la limosna a la puerta del Templo, la Hermosa; y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido.
Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diera un hombre homicida;
Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes.
A vosotros primeramente, Dios, levantando a su Hijo, Jesús, lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Y aconteció al día siguiente, que se juntaron en Jerusalén los príncipes de ellos, y los ancianos, y los escribas;
Entonces viendo la constancia de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras e ignorantes, se maravillaban; y les conocían que habían estado con Jesús.
Todavía, para que no se divulgue más por el pueblo, amenacémoslos, que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este Nombre.
Asistieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.
Porque verdaderamente se juntaron (en esta ciudad) contra tu santo siervo Jesús, al cual ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y los pueblos de Israel,
Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
Y los que creían en el Señor se aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres.)
Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con él, (que es la secta de los saduceos,) se llenaron de celo;
Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos, el cual fue muerto; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos a nada.
Después de éste, se levantó Judas el galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquel; y todos los que consintieron con él, fueron dispersados.
Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también mucha compañía de los sacerdotes obedecía a la fe.
Se levantaron entonces unos de la sinagoga que se llama de los libertinos, y cireneos, y alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban.
y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; mas le prometió que se la daría en posesión, y a su simiente después de él, no teniendo hijo.
Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
hasta que se levantó otro rey que no conocía a José.
Y como se le cumplió el tiempo de cuarenta años, subió en su corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
Y al día siguiente, riñendo ellos, se les mostró, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os injuriáis los unos a los otros?
A esta palabra Moisés huyó, y se hizo extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
Entonces Moisés mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para considerar, fue hecha a él voz del Señor:
al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y se apartaron de corazón a Egipto,
Y entonces hicieron el becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron.
Y Dios se apartó, y los entregó a que sirvieran al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, Casa de Israel?
Entonces ellos dando grandes voces, se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra él;
y echándolo fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
Y Saulo consentía en su muerte. Y en aquel día se hizo una gran persecución en la Iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
Pero cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba el Evangelio del Reino de Dios y el Nombre de Jesús el Cristo, se bautizaban hombres y mujeres.
El mismo Simón creyó también entonces, y bautizándose, se llegó a Felipe; y viendo los milagros y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.
Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, qué piensas que el don de Dios se gana por dinero.
Y ellos, habiendo testificado y hablado la Palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas tierras de los samaritanos anunciaron el Evangelio.
Entonces él se levantó, y fue; y he aquí un Etíope, eunuco, gobernador de Candace, reina de los Etíopes, el cual era puesto sobre todos sus tesoros, y había venido a adorar a Jerusalén,
y se volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.
Y dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiera, y se sentara con él.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no le vio más el eunuco, y se fue por su camino gozoso.
Felipe empero se halló en Azoto; y pasando, anunciaba el Evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
El, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer.
Y los hombres que iban con Saulo, se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas no viendo a nadie.
Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco,
Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama la Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora;
Pero Saulo se fortaleció más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, comprobando que éste es el Cristo.
Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
Y le dijo Pedro: Eneas, El Señor Jesús, el Cristo, te sana; levántate, y hazte tu cama. Y luego se levantó.
Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.
Entonces echados fuera todos, Pedro puesto de rodillas, oró; y vuelto al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo a Pedro, se incorporó.
Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.
Y había un varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana,
Entonces metiéndolos dentro, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían juntado.
Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días hasta esta hora yo estaba en ayuno; y a la hora novena mientras oraba en mi casa, he aquí un varón se puso delante de mí en vestido resplandeciente.
Y se espantaron los fieles que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo.
Y les mandó bautizar en el Nombre del Señor Jesús. Y le rogaron que se quedara por algunos días.
el cual nos contó cómo había visto un ángel en su casa, que se paró, y le dijo: Envía a Jope, y haz venir a un Simón que tiene por sobrenombre Pedro;
Y la mano del Señor era con ellos; y creyendo, gran número se convirtió al Señor.
El cual, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó; y exhortó a todos a que permanecieran en su propósito del corazón en el Señor.
Y he aquí, el ángel del Señor sobrevino, y una luz resplandeció en la cárcel; e hiriendo a Pedro en el lado, le despertó, diciendo: Levántate prestamente. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
Y cuando pasaron la primera y la segunda guardia, vinieron a la puerta de hierro que va a la ciudad, la cual se les abrió de suyo; y salidos, pasaron una calle; y luego el ángel se apartó de él.
Mas Pedro perseveraba en llamar; y cuando abrieron, le vieron, y se espantaron.
Y él haciéndoles con la mano señal de que callaran, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.
Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué se había hecho de Pedro.
Mas Herodes, como le buscó y no le halló, hecha inquisición de los guardas, los mandó llevar. Después descendiendo de Judea a Cesarea, se quedó allí.
Y un día señalado, Herodes vestido de ropa real, se sentó en el tribunal, y les arengó.
Había entonces en la Iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, y Simón el que se llamaba Niger, y Lucio Cireneo, y Manaén, que había sido criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
Pero les resistía Elimas, el sabio (que así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.
Y zarpados de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; entonces Juan, apartándose de ellos, se volvió a Jerusalén.
Y ellos pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga un día de sábado, se sentaron.
Porque los que habitaban en Jerusalén, y sus príncipes, no conociendo a éste, y las voces de los profetas que se leen todos los sábados, condenándolo, las cumplieron.
Y el sábado siguiente se juntó casi toda la ciudad a oír la Palabra de Dios.
Pero los judíos, vista la multitud, se llenaron de celo, y se oponían a lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
Entonces Pablo y Bernabé, usando de libertad, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablara la palabra de Dios; pero como la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
Y los gentiles oyendo esto, se fueron gozosos, y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
Con todo eso se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con libertad en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, dando que señales y milagros eran hechos por las manos de ellos.
Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rotas sus ropas, se lanzaron a la multitud, dando voces,
si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.
Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad y un día después, salió con Bernabé a Derbe.
Mas algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo: Que es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
Y se juntaron los apóstoles y los ancianos para conocer de este negocio.