143 casos

'Que' en la Biblia

¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?

Todas las cosas son fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar. No se sacia el ojo de ver, ni el oído se harta de oír.

Lo que fue, es lo que será, y lo que ha sido hecho, es lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.

¿Hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.

No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

Y di mi corazón a inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.

Hablé yo con mi corazón, diciendo: He aquí yo me hallo engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.

Y di mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.

Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.

Poseí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén;

Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; también permaneció conmigo mi sabiduría.

No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo: y ésta fue mi parte de toda mi faena.

Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.

Después torné yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey, sino lo que ya ha sido hecho?

Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.

El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.

Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio me sucederá también a mí: ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón que también esto era vanidad.

Aborrecí por tanto la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.

Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había puesto por obra debajo del sol; el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.

¿Y quién sabe si será sabio, o necio, el que señoreará sobre todo mi trabajo en que yo me afané, y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.

Por tanto, volví a desesperanzar mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.

¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia, y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También esto es vanidad y mal grande.

No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma vea el bien de su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.

Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

¿Qué provecho tiene el que trabaja en lo que trabaja?

Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en él se ocupen.

Yo he entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de Él teman los hombres.

Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y sobre todo lo que se hace.

Dije en mi corazón: En cuanto a la condición de los hijos de los hombres, que Dios los pruebe, para que ellos mismos vean que son semejantes a las bestias.

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es; como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.

Así que he visto que no hay cosa mejor que alegrarse el hombre con lo que hiciere; porque ésta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.

Y alabé yo a los muertos, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que aún están con vida.

Y tuve por mejor que unos y otros, al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.

He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obra despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

Está un hombre solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.

Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante.

Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho, sucesor, que estará en lugar de aquél.

No tenía fin la muchedumbre de pueblo que fue antes de ellos; aun los que vendrán después tampoco estarán contentos con él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.

Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para dar el sacrificio de los necios, porque no saben que hacen mal.

No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?

Cuando los bienes aumentan, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?

Dulce es el sueño del trabajador, ya sea que coma mucho o poco; mas al rico no le deja dormir la abundancia.

Hay un grave mal que he visto debajo del sol; las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal;

Las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron nada les queda en la mano.

Éste también es un grave mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar al viento?

He aquí, pues, el bien que yo he visto: Que es bueno comer y beber, y gozarse uno del bien de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le da; porque ésta es su porción.

Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:

Un hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le da facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad.

Aunque no haya visto el sol, ni conocido nada, más reposo tiene éste que aquél.

Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?

El que es, ya su nombre ha sido nombrado; y se sabe que es hombre, y que no podrá contender con Aquél que es más poderoso que él.

Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?

Nunca digas: ¿Cuál es la causa que los tiempos pasados fueron mejores que éstos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.

Considera la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que Él torció?

Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.

Bueno es que tomes esto, y también de esto otro no apartes tu mano; porque el que teme a Dios, saldrá con todo.

Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros.

Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?

Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos son como ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador será apresado por ella.

He aquí, solamente esto he hallado; que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas imaginaciones.

¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.

Yo te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios.

No te apresures a irte de delante de él, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que le plazca.

El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.

Reina Valera Gómez (© 2010)