'Nadie' en la Biblia
Y entrado en casa, no dejó entrar á nadie consigo, sino á Pedro, y á Jacobo, y á Juan, y al padre y á la madre de la moza.
Y sus padres estaban atónitos; á los cuales él mandó, que á nadie dijesen lo que había sido hecho.
Mas él, conminándolos, mandó que á nadie dijesen esto;
Y pasada aquella voz, Jesús fué hallado solo: y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada á nadie de lo que habían visto.
No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y á nadie saludéis en el camino.
Todas las cosas me son entregadas de mi Padre: y nadie sabe quién sea el Hijo sino el Padre; ni quién sea el Padre, sino el Hijo, y á quien el Hijo lo quisiere revelar.
Nadie pone en oculto la antorcha encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
Y deseaba henchir su vientre de las algarrobas que comían los puercos; mas nadie se las daba.
Y él les dijo: De cierto os digo, que nadie hay que haya dejado casa, padres, ó hermanos, ó mujer, ó hijos, por el reino de Dios,
A Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró.
Este vino á Jesús de noche, y díjole: Rabbí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él.
Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.
Y lo que vió y oyó, esto testifica: y nadie recibe su testimonio.
Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo;
Mas éste, sabemos de dónde es: y cuando viniere el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.
Y enderezándose Jesús, y no viendo á nadie más que á la mujer, díjole: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
Vosotros según la carne juzgáis; mas yo no juzgo á nadie.
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las limosnas, enseñando en el templo: y nadie le prendió; porque aun no había venido su hora.
Y respondiéronle: Simiente de Abraham somos, y jamás servimos á nadie: ¿cómo dices tú: Seréis libres?
Conviéneme obrar las obrar del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar.
Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla á tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dió, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.
Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.
También, pues, vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; mas otra vez os veré, y se gozará vuestro corazón, y nadie quitará de vosotros vuestro gozo.
Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios.
Díceles entonces Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar á nadie:
Diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, á nadie hallamos dentro.
Y los hombres que iban con Saul, se pararon atónitos, oyendo á la verdad la voz, mas no viendo á nadie.
Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía á nadie: así que, llevándole por la mano, metiéronle en Damasco;
Y los que habían sido esparcidos por causa de la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Cipro, y Antioquía, no hablando á nadie la palabra, sino sólo á los Judíos.
La plata, ó el oro, ó el vestido de nadie he codiciado.
Entonces el tribuno despidió al mancebo, mandándole que á nadie dijese que le había dado aviso de esto.
Porque si alguna injuria, ó cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehuso morir; mas si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede darme á ellos. A César apelo.
No paguéis á nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
No debáis á nadie nada, sino amaros unos á otros; porque el que ama al prójimo, cumplió la ley.
Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie.
Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
Nadie se engañe á sí mismo: si alguno entre vosotros parece ser sabio en este siglo, hágase simple, para ser sabio.
Mas yo de nada de esto me aproveché: ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque tengo por mejor morir, antes que nadie haga vana esta mi gloria.
Por tanto os hago saber, que nadie que hable por Espíritu de Dios, llama anatema á Jesús; y nadie puede llamar á Jesús Señor, sino por Espíritu Santo.
Porque el que habla en lenguas, no habla á los hombres, sino á Dios; porque nadie le entiende, aunque en espíritu hable misterios.
Por tanto, nadie le tenga en poco; antes, llevadlo en paz, para que venga á mí: porque lo espero con los hermanos.
De manera que nosotros de aquí adelante á nadie conocemos según la carne: y aun si á Cristo conocimos según la carne, empero ahora ya no le conocemos.
No dando á nadie ningún escándalo, porque el ministerio nuestro no sea vituperado:
Admitidnos: á nadie hemos injuriado, á nadie hemos corrompido, á nadie hemos engañado.
Evitando que nadie nos vitupere en esta abundancia que ministramos;
Otra vez digo: Que nadie me estime ser loco; de otra manera, recibidme como á loco, para que aun me gloríe yo un poquito.
Por lo cual si quisiere gloriarme, no seré insensato: porque diré verdad: empero lo dejo, porque nadie piense de mí más de lo que en mí ve, ú oye de mí.
Hermanos, hablo como hombre: Aunque un pacto sea de hombre, con todo, siendo confirmado, nadie lo cancela, ó le añade.
De aquí adelante nadie me sea molesto; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
No por obras, para que nadie se gloríe.
Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
Y esto digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.
Por tanto, nadie os juzgue en comida, ó en bebida, ó en parte de día de fiesta, ó de nueva luna, ó de sábados:
Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto á los ángeles, metiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado en el sentido de su propia carne,
Para que nadie se conmueva por estas tribulaciones; porque vosotros sabéis que nosotros somos puestos para esto.
No os engañe nadie en ninguna manera; porque no vendrá sin que venga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
Te requiero delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin perjuicio de nadie, que nada hagas inclinándote á la una parte.
Esto habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te desprecie.
Que á nadie infamen, que no sean pendencieros, sino modestos, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.
Ni nadie toma para sí la honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón.
Porque aquel del cual esto se dice, de otra tribu es, de la cual nadie asistió al altar.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor:
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