467 casos

'Voz' en la Biblia

Si temiereis al SEÑOR y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra del SEÑOR, así vosotros como el rey que reina sobre vosotros, seréis en pos del SEÑOR vuestro Dios.

Mas si no oyereis la voz del SEÑOR, y si fuereis rebeldes a las palabras del SEÑOR, la mano del SEÑOR será contra vosotros como contra vuestros padres.

Y Samuel dijo a Saúl: el SEÑOR me envió a que te ungiera por rey sobre su pueblo Israel; oye, pues, la voz de las palabras del SEÑOR.

¿Por qué, pues, no has oído la voz del SEÑOR? Antes vuelto al despojo, has hecho lo malo en los ojos del SEÑOR.

Y Saúl respondió a Samuel: Antes he oído la voz del SEÑOR, y fui a la jornada que el SEÑOR me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas.

Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; por cuanto he quebrantado el dicho del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo, consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado,

Y oyendo Saúl la voz de Jonatán, juró: Vive el SEÑOR, que no morirá.

Y aconteció que, cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzando Saúl su voz lloró.

Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y he recibido tu faz.

Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es ésta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi voz es, rey señor mío.

Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo:

Como tú no escuchaste la voz del SEÑOR, ni cumpliste el furor de su ira sobre Amalec, por eso el SEÑOR te ha hecho esto hoy.

Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndole en gran manera turbado, le dijo: He aquí que tu criada ha escuchado tu voz, y he puesto mi alma en mi mano, y he oído las palabras que tú me has dicho.

Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan que comas, para que te esfuerces, y sigas tu camino.

Entonces David y el pueblo que estaba con él, alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.

Y sepultaron a Abner en Hebrón; y alzando el rey su voz, lloró junto al sepulcro de Abner; y lloró también todo el pueblo.

Y al séptimo día murió el niño; pero sus siervos no osaban hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aun vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿pues cuánto más mal le hará, si le dijéremos que el niño ha muerto?

Y cuando él acabó de hablar, he aquí los hijos del rey que vinieron, y alzando su voz lloraron. Y también el mismo rey y todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos.

Y todos los de la tierra lloraron en alta voz; y pasó todo el pueblo el arroyo de Cedrón; y después pasó el rey, y todo el pueblo pasó, al camino que va al desierto.

Entonces Ahimaas dijo en alta voz al rey: Paz. Y se inclinó a tierra delante del rey, y dijo: Bendito sea el SEÑOR Dios tuyo, que ha entregado a aquellos hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey.

Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!

Yo soy hoy día de edad de ochenta años, que ya no haré diferencia entre lo bueno y lo malo. ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que comiere o bebiere? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, sería aún tu siervo molesto a mi señor el rey?

cuando tuve angustia, invoqué al SEÑOR, y clamé a mi Dios; y desde su templo él oyó mi voz; cuando mi clamor llegó a sus oídos.

y se puso en pie, y bendijo a toda la congregación de Israel, diciendo en voz alta:

Y el SEÑOR oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a sus entrañas, y revivió.

Y ellos tomaron el buey que les fue dado, y lo aparejaron, e invocaron en el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Mas no había voz, ni quien respondiera; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho.

Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, que dios es; por ventura está conversando, o tuvo que ir a la letrina, o va de camino; o duerme, y despertará.

Y cuando pasó el mediodía, y ellos aun profetizaron hasta el tiempo del ofrecimiento del sacrificio de la tarde, y no había voz, ni quien respondiera ni escuchara;

La cual cuando Elías la oyó, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso en pie a la puerta de la cueva. Y he aquí llegó una voz a él, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?

Y él le dijo: Por cuanto no has escuchado la voz del SEÑOR, he aquí apartándote de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le salió al encuentro un león, y le hirió.

El entonces se levantó, y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el bordón sobre el rostro del niño, mas ni tenía voz ni sentido; y así se había vuelto para encontrarlo; y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta.

Y vinieron, y dieron voces a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí hombre, ni voz de hombre, sino los caballos atados, los asnos atados, y el campamento como estaba.

El entonces les escribió la segunda vez diciendo: Si sois míos, y queréis escuchar mi voz, tomad las cabezas de los varones hijos de vuestro señor, y venid mañana a estas horas a mí a Jezreel. Y los hijos del rey, setenta varones, estaban con los principales de la ciudad, que los criaban.

Por cuanto no habían oído la voz del SEÑOR su Dios, antes habían quebrantado su pacto; y todas las cosas que Moisés siervo de Dios había mandado, ni las habían oído, ni las habían cumplido.

Y se paró Rabsaces, y clamó a gran voz en judaico, y habló, diciendo: Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria.

Asimismo dijo David a los principales de los levitas, que constituyeran de sus hermanos cantores, con instrumentos de música, con salterios, arpas, y címbalos, que resonaran, y alzaran la voz en alegría.

Así Hemán, Asaf, y Etán, que eran cantores, alzaban su voz con címbalos de bronce.

Y tocaban las trompetas, y cantaban con la voz todos a una como un varón alabando y confesando al SEÑOR, cuando alzaban la voz con trompetas y címbalos, e instrumentos de música, cuando alababan al SEÑOR, diciendo: Porque es bueno, porque su misericordia es para siempre. Y la Casa fue llena de una nube, la Casa del SEÑOR.

Y juraron al SEÑOR con gran voz y gritos, al son de las trompetas y de los shofarot.

Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar al SEÑOR el Dios de Israel a grande y alta voz.

Y levantándose los sacerdotes levitas, bendijeron al pueblo; y la voz de ellos fue oída, y su oración llegó a la habitación de su santuario, al cielo.

Y clamaron a gran voz en judaico contra el pueblo de Jerusalén que estaba en los muros, para espantarlos y ponerles temor, para tomar la ciudad.

Y muchos de los sacerdotes y de los levitas y de las cabezas de los padres, viejos, que habían visto la casa primera, viendo fundar esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría.

Y el pueblo no podía discernir la voz del grito de alegría, de la voz del lloro del pueblo; porque el pueblo gritaba con gran grito, y la voz se oía hasta lejos.

Y respondió toda la congregación, y dijeron en alta voz: Así se haga conforme a tu palabra.

En el lugar donde oyereis la voz del shofar, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.

Se levantaron luego sobre la grada de los levitas, Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani, y Quenani, y clamaron en voz alta al SEÑOR su Dios.

Los cuales alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a voz en grito; y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.

Allí también reposaron los cautivos; no oyeron la voz del exactor.

El bramido del león, y la voz del león, y los dientes de los leoncillos son arrancados.

Que si yo le invocare, y él me respondiera, aún no creeré que haya escuchado mi voz.

la voz de los principales se ocultaba, y su lengua se pegaba a su paladar;

De cierto tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían:

Si pues hay en ti entendimiento, oye esto: Escucha la voz de mis palabras.

Oíd atentamente su voz terrible, y la palabra que sale de su boca.

Tras de él bramará el sonido, tronará su valiente voz, y aunque sea oída su voz, no los detiene.

¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas?

Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré.

Apartaos de mí, todos los obradores de iniquidad; porque el SEÑOR ha oído la voz de mi lloro.

En mi angustia llamé al SEÑOR, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.

Y tronó en los cielos el SEÑOR, y el Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego.

Oye, oh SEÑOR, mi voz con que a ti llamo; ten misericordia de mí, y respóndeme.

Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos al oráculo de tu santidad.

Voz del SEÑOR que quebranta los cedros; y quebrantó el SEÑOR los cedros del Líbano.

Voz del SEÑOR que hará temblar el desierto; hará temblar el SEÑOR el desierto de Cades.

Voz del SEÑOR que hará estar de parto a las ciervas, y desnudará los bosques; y en su templo todos los suyos le dicen gloria.

Y decía yo en mi premura: cortado soy de delante de tus ojos; mas tú ciertamente oíste la voz de mis ruegos, cuando a ti clamaba.

por la voz del que me blasfema y deshonra, por la voz del enemigo y del que se venga.

a causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío; porque echaron sobre mí iniquidad, y con furor me han amenazado.

que no oye la voz de los que encantan, por más hábil que el encantador sea.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza.

Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchó.

Mas mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí.

Escucha, oh SEÑOR, mi oración, y está atento a la voz de mis ruegos.

Porque él es nuestro Dios; y nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si hoy oyereis su voz,

Cantad alabanzas al SEÑOR con arpa; con arpa y voz de cántico.

Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne.

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