'Jesús' en la Biblia
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y milagros no creeréis.
Dícele Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó á la palabra que Jesús le dijo, y se fué.
El padre entonces entendió, que aquella hora era cuando Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él y toda su casa.
Esta segunda señal volvió Jesús á hacer, cuando vino de Judea á Galilea.
DESPUÉS de estas cosas, era un día de fiesta de los Judíos, y subió Jesús á Jerusalem.
Como Jesús vió á éste echado, y entendió que ya había mucho tiempo, dícele: ¿Quieres ser sano?
Dícele Jesús: Levántate, toma tu lecho, y anda.
Y el que había sido sanado, no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.
Después le halló Jesús en el templo, y díjole: He aquí, has sido sanado; no peques más, porque no te venga alguna cosa peor.
El se fué, y dió aviso á los Judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Y por esta causa los Judíos perseguían á Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en sábado.
Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.
Respondió entonces Jesús, y díjoles: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente.
PASADAS estas cosas, fuése Jesús de la otra parte de la mar de Galilea, que es de Tiberias.
Y subió Jesús á un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
Y como alzó Jesús los ojos, y vió que había venido á él grande multitud, dice á Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?
Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar: y recostáronse como número de cinco mil varones.
Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, repartió á los discípulos, y los discípulos á los que estaban recostados: asimismo de los peces, cuanto querían.
Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
Y entendiendo Jesús que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, volvió á retirarse al monte, él solo.
Y entrando en un barco, venían de la otra parte de la mar hacia Capernaum. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido á ellos.
Y como hubieron navegado como veinticinco ó treinta estadios, ven á Jesús que andaba sobre la mar, y se acercaba al barco: y tuvieron miedo.
El día siguiente, la gente que estaba de la otra parte de la mar, como vió que no había allí otra navecilla sino una, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en ella, sino que sus discípulos se habían ido solos;
Como vió pues la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las navecillas, y vinieron á Capernaum buscando á Jesús.
Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.
Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dió Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
Y Jesús respondió, y díjoles: No murmuréis entre vosotros.
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, díjoles: ¿Esto os escandaliza?
Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
Dijo entonces Jesús á los doce: ¿Queréis vosotros iros también?
Jesús le respondió: ¿No he escogido yo á vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?
Y PASADAS estas cosas andaba Jesús en Galilea: que no quería andar en Judea, porque los Judíos procuraban matarle.
Díceles entonces Jesús: Mi tiempo aun no ha venido; mas vuestro tiempo siempre está presto.
Y al medio de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba.
Respondióles Jesús, y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me envió.
Jesús respondió, y díjoles: Una obra hice, y todos os maravilláis.
Entonces clamaba Jesús en el templo, enseñando y diciendo: Y á mí me conocéis, y sabéis de dónde soy: y no he venido de mí mismo; mas el que me envió es verdadero, al cual vosotros no conocéis.
Y Jesús dijo: Aun un poco de tiempo estaré con vosotros, é iré al que me envió.
Mas en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en pie y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga á mí y beba.
(Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él: pues aun no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún glorificado.)
Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Empero Jesús, inclinado hacia abajo, escribía en tierra con el dedo.
Oyendo, pues, ellos, redargüidos de la conciencia, salíanse uno á uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros: y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús, y no viendo á nadie más que á la mujer, díjole: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno: vete, y no peques más.
Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.
Respondió Jesús, y díjoles: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y á dónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo, y á dónde voy.
Y decíanle: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni á mí me conocéis, ni á mi Padre; si á mí me conocieseis, á mi Padre también conocierais.
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las limosnas, enseñando en el templo: y nadie le prendió; porque aun no había venido su hora.
Y díjoles otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, mas en vuestro pecado moriréis: á donde yo voy, vosotros no podéis venir.
Y decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho.
Díjoles pues, Jesús: Cuando levantareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo.
Y decía Jesús á los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado.
Respondieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Díceles Jesús: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham harías.
Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais: porque yo de Dios he salido, y he venido; que no he venido de mí mismo, mas él me envió.
Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro á mi Padre; y vosotros me habéis deshonrado.
Respondió Jesús: Si yo me glorifico á mí mismo, mi gloria es nada: mi Padre es el que me glorifica; el que vosotros decís que es vuestro Dios;
Díjoles Jesús: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Tomaron entonces piedras para tirarle: mas Jesús se encubrió, y salió del templo; y atravesando por medio de ellos, se fué.
Y PASANDO Jesús, vió un hombre ciego desde su nacimiento.
Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en él.
Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate: y fuí, y me lavé, y recibí la vista.
Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, díjole: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
Y díjole Jesús: Y le has visto, y el que habla contigo, él es.
Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido á este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados.
Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado: mas ahora porque decís, Vemos, por tanto vuestro pecado permanece.
Esta parábola les dijo Jesús; mas ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Volvióles, pues, Jesús á decir: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Y Jesús andaba en el templo por el portal de Salomón.
Respondióles Jesús: Os lo he dicho, y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
Respondióles Jesús: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál obra de esas me apedreáis?
Respondióles Jesús: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, Dioses sois?
Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Y amaba Jesús á Marta, y á su hermana, y á Lázaro.
Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anduviere de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
Mas esto decía Jesús de la muerte de él: y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
Entonces, pues, Jesús les dijo claramente: Lázaro es muerto;
Vino pues Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro.
Entonces Marta, como oyó que Jesús venía, salió á encontrarle; mas María se estuvo en casa.
Y Marta dijo á Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no fuera muerto;
Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
(Que aun no había llegado Jesús á la aldea, mas estaba en aquel lugar donde Marta le había encontrado.)
Mas María, como vino donde estaba Jesús, viéndole, derribóse á sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no fuera muerto mi hermano.
Jesús entonces, como la vió llorando, y á los Judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se conmovió en espíritu, y turbóse,
Y Jesús, conmoviéndose otra vez en sí mismo, vino al sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra encima.
Dice Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: Señor, hiede ya, que es de cuatro días.
Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos arriba, dijo: Padre, gracias te doy que me has oído.
Y el que había estado muerto, salió, atadas las manos y los pies con vendas; y su rostro estaba envuelto en un sudario. Díceles Jesús: Desatadle, y dejadle ir.
Entonces muchos de los Judíos que habían venido á María, y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Mas algunos de ellos fueron á los Fariseos, y dijéronles lo que Jesús había hecho.
Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación:
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