'Mujer' en la Biblia
diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y muriere sin hijos, que su hermano tome la mujer, y levante simiente a su hermano.
Fueron, pues, siete hermanos; y el primero tomó mujer, y murió sin hijos.
Y a la postre de todos murió también la mujer.
En la resurrección, pues, ¿mujer de cuál de ellos será? Porque los siete la tuvieron por mujer.
Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
Y le dice Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dice: Dame de beber.
Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes el agua viva?
La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla.
Respondió la mujer, y le dijo: No tengo marido. Le dice Jesús: Bien has dicho: No tengo marido;
Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
Le dice Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Le dice la mujer: Sé que el Mesías (el Ungido) ha de venir, el cual se dice el Cristo; cuando él viniere nos declarará todas las cosas.
Y en esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con aquella mujer; mas ninguno dijo: ¿Qué preguntas? O, ¿Qué hablas con ella?
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres:
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Que me dijo todo lo que he hecho.
Y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Entonces los escribas y los fariseos le traen una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio,
le dicen: Maestro, esta mujer ha sido tomada en el mismo hecho, adulterando;
Oyendo pues ellos esto (redargüidos de la conciencia), se salían uno a uno, comenzando desde los más viejos (hasta los postreros), y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque es venida su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la apretura, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
Y estaban junto al madero de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
Y como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dice: Han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Le dice Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dice: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Mas un varón llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una posesión,
y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.
Y pasado espacio como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido {al griego} es Dorcas); esta mujer era rica en obras buenas y de caridad que hacía continuamente.
Después llegó a Derbe, y a Listra; y he aquí, estaba allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía fiel, mas de padre gentil.
Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió el Señor para que estuviera atenta a lo que Pablo decía.
Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales también fue Dionisio el del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Y hallando a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia, y a Priscila su mujer, (porque Claudio había mandado que todos los judíos salieran de Roma) se vino a ellos;
Y algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su mujer, la cual era judía, llamó a Pablo, y oyó de él la fe que es en el Cristo.
y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.
Porque la mujer que está sujeta a marido, mientras el marido vive está obligada a la ley; mas muerto el marido, ella es libre de la ley del marido.
De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun (se nombra) entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.
En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bien es al hombre no tocar mujer.
Mas por evitar las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido.
El marido pague a la mujer la debida benevolencia; y asimismo la mujer al marido.
La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer.
Mas a los que están juntos en matrimonio, denuncio, no yo, sino el Señor; Que la mujer no se aparte del marido;
y si se apartare, que se quede sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no despida a su mujer.
Y a los demás yo digo, no el Señor: si algún hermano tiene mujer incrédula, y ella consiente para habitar con él, no la despida.
Y la mujer que tiene marido incrédulo, y él consiente para habitar con ella, no lo deje.
Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer (fiel), y la mujer incrédula en el marido (fiel); de otra manera ciertamente vuestros hijos serían inmundos; pero ahora son santos.
Porque ¿de dónde sabes, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O de dónde sabes, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estáis suelto de mujer? No procures mujer.
Mas también si tomares mujer, no pecaste; y si la virgen se casare, no peca; pero aflicción de carne tendrán los tales; mas yo os dejo.
Pero esto digo, hermanos, que el tiempo es corto; para los demás es, que los que tienen mujer sean como los que no la tienen,
pero el que se casó tiene cuidado de las cosas que son del mundo, cómo ha de agradar a su mujer.
Hay diferencia entre la mujer casada y la virgen, La mujer no casada tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en el cuerpo como en el espíritu; mas la casada tiene cuidado de las cosas que son del mundo, cómo ha de agradar a su marido.
La mujer casada está atada a la ley, mientras vive su marido; mas si su marido muriere, libre es; cásese con quien quisiere, con tal que sea en el Señor.
¿No tenemos potestad de traer con nosotros una hermana por mujer también como los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?
Mas quiero que sepáis, que el Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza del Cristo.
Mas toda mujer que ora o profetiza no cubierta su cabeza, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiera rapado.
Porque si la mujer no se cubre, trasquílese también; y si es vergonzoso a la mujer trasquilarse o raerse, cúbrase (la cabeza).
Porque el varón no ha de cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios; mas la mujer es gloria del varón.
Porque el varón no es sacado de la mujer, sino la mujer del varón.
Porque tampoco el varón es creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
Por lo cual, la mujer debe tener potestad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
Mas ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, en el Señor.
Porque como la mujer salió del varón, así también el varón nace por la mujer; todo, sin embargo, sale de Dios.
Juzgad vosotros mismos: ¿es honesto la mujer orar a Dios no cubierta?
Por el contrario, a la mujer criar el cabello le es honroso; porque por cubierta le es dado el cabello.
Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa á sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la congregación.
No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, nacido de mujer, nacido súbdito de la ley,
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como el Cristo es cabeza de la Iglesia; y él es el que da la salud al cuerpo.
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Por esto dejará el hombre al padre y a la madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne.
Así también haga cada uno de vosotros, cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer que tenga en reverencia a su marido.
que cuando dirán: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores a la mujer encinta; y no escaparán.
La mujer aprenda, callando con toda sujeción.
Porque no permito a una mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el varón, sino estar reposada.
y Adán no fue engañado, sino la mujer fue engañada en la rebelión;
Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, vigilante, templado, de afectos mundanos mortificados, hospedador, apto para enseñar;
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
La viuda sea puesta en lista, no menor de sesenta años, la cual haya sido mujer de un varón.
el que fuere irreprensible, marido de una mujer, que tenga hijos fieles que no pueden ser acusados de disolución, ni contumaces.
Vosotros maridos, igualmente, habitad con ellas sabiamente, dando honor a la mujer, como a vaso más frágil, y como a herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que permites aquella mujer, Jezabel, (que se dice profetisa) enseñar, y engañar a mis siervos, a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos.
Tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de leones.
Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba de parto, a fin de devorar a su hijo cuando hubiera nacido.
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado de Dios, para que allí la mantengan mil doscientos sesenta días.
Y cuando vio el dragón que él había sido derribado en tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz el hijo varón.
Y fueron dadas a la mujer dos alas del gran águila, para que de la presencia de la serpiente volara al desierto a su lugar, donde es mantenida por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
Y la serpiente echó de su boca tras la mujer agua como un río, a fin de hacer que fuera arrebatada del río.
Y la tierra ayudó a la mujer; y la tierra abrió su boca, y sorbió el río que había echado el dragón de su boca.
Entonces el dragón fue airado contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo.
Y me llevó en el espíritu al desierto; y vi una mujer sentada sobre una bestia de color de grana, que estaba llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos.
Y la mujer estaba vestida de púrpura y de grana, y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;
Y vi la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé maravillado de gran asombro.
Y el ángel me dijo: ¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos.
Y aquí hay sentido que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer.
Y la mujer que has visto, es la gran ciudad que tiene reino sobre los reyes de la tierra.
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su mujer se ha aparejado.
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