190 casos

'Mi' en la Biblia

Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal?

Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal, y que aún retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él, para que lo arruinara sin causa?

Porque antes que mi pan, viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas.

El negocio también me era a mí oculto; mas mi oído ha percibido algo de ello.

Y un espíritu que pasó por delante de mí, hizo que se erizara el vello de mi carne.

¡Oh, si pesasen al justo mi queja y mi tormento, y se alzasen igualmente en balanza!

Porque mi tormento pesaría más que la arena del mar; y por tanto mis palabras son cortadas.

Las cosas que mi alma no quería tocar antes , ahora por los dolores son mi comida.

¡Quién me diese que viniese mi petición, y que Dios me diese lo que espero;

¿Os he dicho yo : Traedme, y pagad por mí de vuestra hacienda;

Ahora pues, si queréis, mirad en mí, y ved si mentiré delante de vosotros.

Tornad ahora, y no haya iniquidad; volved aún a mirar por mi justicia en esto.

Si hay iniquidad en mi lengua; o si mi paladar no discierne los tormentos.

Acuérdate que mi vida es un viento, y que mis ojos no volverán para ver el bien.

Los ojos de los que ahora me ven, no me verán más; tus ojos serán sobre mí, y dejaré de ser.

Por tanto yo no reprimimi boca; hablaré con la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma.

Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas;

¿Hasta cuándo no me dejarás, ni me soltarás hasta que trague mi saliva?

Si he pecado, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me has puesto contrario a ti, y que a mí mismo sea pesado?

¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de mañana, ya no seré hallado.

He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo entenderé.

Que aunque yo sea justo, no responderé; antes habré de rogar a mi juez.

Que si yo le invocase, y él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz.

Que aún no me ha concedido que tome mi aliento; mas me ha llenado de amarguras.

Si yo me justificare, me condenará mi boca; si me predicare perfecto, él me hará inicuo.

Si yo me predicare imperfecto, no conozco mi alma; condenaré mi vida.

Si digo: Quiero olvidar mi queja, dejaré mi aburrimiento, y me esforzaré.

Y hablaré, y no le temeré; porque en este estado no estoy en mí.

para que inquieras mi iniquidad, y busques mi pecado,

Si fuere malo, ¡ay de mí! Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza, estando hastiado de deshonra, y de verme afligido.

Y vas creciendo, cazándome como león; tornando y haciendo en mí maravillas.

Renovando tus plagas contra mí, y aumentando conmigo tu furor, remudándose sobre mí ejércitos.

Tú dices: Mi manera de vivir es pura, y yo soy limpio delante de tus ojos.

Oíd, pues, ahora mi disputa, y estad atentos a los argumentos de mis labios.

¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y pondré mi alma en mi palma?

Oíd con atención mi razón, y mi denuncia con vuestros oídos.

¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi prevaricación y mi pecado.

¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de los pecados de mi juventud?

¡Oh quién me diera que me escondieses en la sepultura, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras!

Pues ahora me cuentas los pasos, y no das dilación a mi pecado.

Tienes sellada en manojo mi prevaricación, y enmiendas a mi iniquidad.

También yo hablaría como vosotros. Deseo que vuestra alma estuviera en lugar de la mía, que yo os tendría compañía en las palabras, y sobre vosotros movería mi cabeza.

Mas si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar , no se aparta de mí.

Pero ahora me ha fatigado; has tú asolado toda mi compañía.

Tú me has arrugado; el testigo es mi magrez, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro.

Su furor me arrebató, y me ha sido contrario; crujió sus dientes contra mí; contra mí aguzó sus ojos mi enemigo.

Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos.

Me cercaron sus flecheros, partió mis riñones, y no perdonó; mi hiel derramó por tierra.

Me quebrantó de quebranto sobre quebranto; corrió contra mí como un gigante.

Yo cosí saco sobre mi piel, y cargué mi cabeza de polvo.

Mi rostro está enlodado con lloro, y mis párpados entenebrecidos;

a pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido limpia mi oración.

¡Oh tierra! No cubras mi sangre, y no haya lugar donde se esconda mi clamor.

Por cierto aún ahora en los cielos está mi testigo, y mi testigo en las alturas.

Pon ahora, dame fianzas contigo; ¿quién tocará ahora mi mano?

Si yo espero, el sepulcro es mi casa; en las tinieblas hice mi cama.

A la huesa tengo dicho: Mi padre eres tú; a los gusanos: Mi madre y mi hermano.

¿Dónde pues estará ahora mi esperanza? Y mi esperanza ¿quién la verá?

Ya me habéis vituperado diez veces; ¿no os avergonzáis de descomediros delante de mí?

Mas si vosotros os engrandeciéreis contra mí, y redarguyeres mi oprobio contra mí,

Me arrancó por todos lados, y me sequé; y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.

E hizo inflamar contra mí su furor, y me contó para sí entre sus enemigos.

Vinieron sus ejércitos a una, y trillaron sobre mí su camino, y asentaron campamento en derredor de mi tienda.

Hizo alejar de mí mis hermanos, y ciertamente mis conocidos se extrañaron de mí.

Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; forastero fui yo en sus ojos.

Llamé a mi siervo, y no respondió; de mi propia boca le suplicaba.

Mi espíritu vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.

Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes.

y después desde esta mi piel rota, y desde mi propia carne tengo que ver a Dios.

Al cual yo tengo que ver por mí, y mis ojos lo han de ver, y no otro, aunque mis riñones se consuman dentro de mí.

Mas debierais decir: ¿Por qué lo perseguimos? Ya que la raíz del negocio en mí se halla.

La reprensión de mi censura he oído, y me hace responder el espíritu de mi inteligencia.

Oíd atentamente mi palabra, y sea esto por vuestros consuelos.

¿Por ventura hablo yo a algún hombre? Y si es así ¿por qué no se ha de angustiar mi espíritu?

Aun yo mismo , cuando me acuerdo, me asombro, y toma temblor mi carne.

He aquí que su bien no está en manos de ellos; el consejo de los impíos lejos esté de mí.

Sagradas Escrituras (1569)