120 casos

'Sus' en la Biblia

Abraham engendró á Isaac: é Isaac engendró á Jacob: y Jacob engendró á Judas y á sus hermanos:

Y Josías engendró á Jechônías y á sus hermanos, en la transmigración de Babilonia.

Voz fué oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido: Rachêl que llora sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron.

Porque éste es aquel del cual fué dicho por el profeta Isaías, que dijo: Voz de uno que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, Enderezad sus veredas.

Y pasando de allí vió otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.

Ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.

Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos?

Así que, por sus frutos los conoceréis.

Y entrando él en el barco, sus discípulos le siguieron.

Y he aquí, toda la ciudad salió á encontrar á Jesús: Y cuando le vieron, le rogaban que saliese de sus términos.

Y aconteció que estando él sentado á la mesa en casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente á la mesa con Jesús y sus discípulos.

Y FUÉ, que acabando Jesús de dar mandamientos á sus doce discípulos, se fué de allí á enseñar y á predicar en las ciudades de ellos.

Mas ¿á quién compararé esta generación? Es semejante á los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces á sus compañeros,

Entonces comenzó á reconvenir á las ciudades en las cuales habían sido hechas muy muchas de sus maravillas, porque no se habían arrepentido, diciendo:

EN aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en sábado; y sus discípulos tenían hambre, y comenzaron á coger espigas, y á comer.

Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del valiente, y saquear sus alhajas, si primero no prendiere al valiente? y entonces saqueará su casa.

Y estando él aún hablando á las gentes, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera, que le querían hablar.

Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

El cual á la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino á casa; y llegándose á él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.

¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?

Y dijo á sus criados: Este es Juan el Bautista: él ha resucitado de los muertos, y por eso virtudes obran en él.

Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo, y lo enterraron; y fueron, y dieron las nuevas á Jesús.

Y cuando fué la tarde del día, se llegaron á él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y el tiempo es ya pasado: despide las gentes, para que se vayan por las aldeas, y compren para sí de comer.

Y luego Jesús hizo á sus discípulos entrar en el barco, é ir delante de él á la otra parte del lago, entre tanto que él despedía á las gentes.

Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?

Y viniendo sus discípulos de la otra parte del lago, se habían olvidado de tomar pan.

Y viniendo Jesús á las partes de Cesarea de Filipo, preguntó á sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?

Entonces mandó á sus discípulos que á nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.

Y alzando ellos sus ojos, á nadie vieron, sino á solo Jesús.

Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen pues los escribas que es menester que Elías venga primero?

El dice: Sí. Y entrando él en casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los tributos ó el censo? ¿de sus hijos ó de los extraños?

Y saliendo aquel siervo, halló á uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y trabando de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que debes.

Entonces su consiervo, postrándose á sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon á su señor todo lo que había pasado.

Entonces Jesús dijo á sus discípulos: De cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.

Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?

Y subiendo Jesús á Jerusalem, tomó sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:

Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y se sentó sobre ellos.

Y la compañía, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino: y otros cortaban ramos de los árboles, y los tendían por el camino.

Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos á los labradores, para que recibiesen sus frutos.

Y oyendo los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos.

Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno á su labranza, y otro á sus negocios;

Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó á aquellos homicidas, y puso fuego á su ciudad.

Entonces dice á sus siervos: Las bodas á la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados no eran dignos.

Y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas.

Y SALIDO Jesús, íbase del templo; y se llegaron sus discípulos, para mostrarle los edificios del templo.

De cierto os digo, que sobre todos sus bienes le pondrá.

Y comenzare á herir á sus consiervos, y aun á comer y á beber con los borrachos;

ENTONCES el reino de los cielos será semejante á diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron á recibir al esposo.

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