'Lo' en la Biblia
y le dice: Mira, no digas a nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
Entonces los fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen tus discípulos en sábado lo que no es lícito?
Mas él les reñía mucho que no lo manifestaran.
Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.
Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido a vosotros los que oís.
Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y con muchas parábolas como éstas les hablaba la Palabra, conforme a lo que podían oír.
Y luego Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos, y la manada cayó por un despeñadero en el mar; los cuales eran como dos mil; y en el mar se ahogaron.
Y les contaron los que lo habían visto, cómo había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los puercos.
y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
Y tomando la mano de la muchacha, le dice: Talita cumi; que es, si lo interpretares: Muchacha, a ti te digo, levántate.
Mas él les mandó mucho que nadie lo supiera, y dijo que le dieran de comer.
y entrando la hija de Herodías, y danzando, y agradando a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo daré.
Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino.
Y los apóstoles se juntaron a Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; mas lo que sale de él, aquello es lo que contamina al hombre.
Y les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar?
Pero decía, que lo que del hombre sale, aquello contamina al hombre.
Y levantándose de allí, se fue a los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en casa, quiso que nadie lo supiera; mas no pudo ser escondido.
Y les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Y como Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no tenéis pan? ¿No consideráis ni entendéis? ¿Aún tenéis ciego vuestro corazón?
Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
Porque no sabía lo que hablaba; ya que estaba fuera de sí.
Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos.
Y le preguntaron, diciendo: ¿Qué es lo que los escribas dicen, que es necesario que Elías venga antes?
Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Y se lo trajeron; y cuando le vio, luego el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
Y habiendo salido de allí, caminaron juntos por Galilea: y no quería que nadie lo supiera.
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice:
Y le respondió Juan, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera los demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
Y Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
Pues lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre.
Y en casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo.
Y viéndolo Jesús, se enojó, y les dijo: Dejad los niños venir, y no se lo estorbéis; porque de los tales es el Reino de Dios.
Entonces Jesús mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu madero (si quieres ser perfecto).
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se llegaron a él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el vaso que yo bebo, o ser bautizados del bautismo de que yo soy bautizado?
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y Juan.
Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? Decid que el Señor lo necesita; y luego lo enviará acá.
Entonces Jesús respondiendo, dijo a la higuera: Nunca más coma nadie fruto de ti para siempre. Y lo oyeron sus discípulos.
Y lo oyeron los escribas y los príncipes de los sacerdotes, y procuraban cómo le matarían; porque le tenían miedo, porque toda la multitud estaba maravillada de su doctrina.
Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate, y échate en el mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que dijere le será hecho.
Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Teniendo pues aún un hijo suyo amado, lo envió también a ellos el postrero, diciendo: Tendrán en reverencia a mi hijo.
Y respondiendo Jesús, les dijo: Pagad lo que es de César a César; y lo que es de Dios, a Dios. Y se maravillaron de ello.
porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento.
Y cuando os trajeren para entregaros, no premeditéis qué habéis de decir, ni lo penséis; mas lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
Mas vosotros mirad; he aquí os lo he dicho antes todo.
Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer teniendo un alabastro de ungüento de nardo espique de mucho precio; y quebrando el alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo beberé nuevo en el Reino de Dios.
Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son a ti posibles; traspasa de mí este vaso; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban algún testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
Mas él negó, diciendo: No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió fuera a la entrada; y cantó el gallo.
Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.
Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el Templo de Dios, y en tres días lo edificas,
Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
Y ellos como oyeron que vivía, y que había sido visto de ella, no lo creyeron.
Y ellos fueron, y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.