'Los' en la Biblia
En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Los cuales son engendrados, no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, a preguntarle: ¿Tú, quién eres?
Entonces le dijeron: ¿Quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y le habían seguido.
Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a Aquél de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús de Nazaret, el hijo de José.
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre.
Su madre dijo a los siervos: Haced todo lo que Él os dijere.
Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme a la purificación de los judíos, y en cada una cabían dos o tres cántaros.
Y cuando el maestresala probó el agua hecha vino, y no sabía de dónde era (mas lo sabían los siervos que habían sacado el agua), el maestresala llamó al esposo,
Y estaba cerca la pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Y halló en el templo a los que vendían bueyes y ovejas y palomas, y a los cambistas sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y desparramó el dinero de los cambistas, y trastornó las mesas;
y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado.
Y respondieron los judíos y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
Entonces dijeron los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días?
Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que les había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Y estando en Jerusalén, en la pascua, en el día de la fiesta, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía.
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos.
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.
Éste vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro; pues nadie puede hacer los milagros que tú haces, si no está Dios con él.
Y ésta es la condenación; que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
Y cuando el Señor entendió que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan
(Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer).
Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; pues también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren.
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.
Entonces los discípulos se decían el uno al otro: ¿Le habrá traído alguien de comer?
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que venga la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que testificaba diciendo: Me ha dicho todo lo que he hecho.
Entonces, cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.
Y cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que Él hizo en Jerusalén en el día de la fiesta; pues también ellos habían ido a la fiesta.
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Entonces los judíos decían a aquel que había sido sanado: Sábado es; no te es lícito llevar tu lecho.
El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en sábado.
Por esto, más procuraban los judíos matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios.
Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida; así también el Hijo a los que quiere da vida.
De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán.
No os maravilléis de esto; porque viene la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; y los que hicieron mal, a resurrección de condenación.
Gloria de los hombres no recibo.
¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que sólo de Dios viene?
Y le seguía gran multitud, porque veían sus milagros que hacía en los enfermos.
Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.
Entonces Jesús dijo: Haced recostar los hombres. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron, en número como de cinco mil varones.
Y Jesús tomando los panes, habiendo dado gracias, los repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados; y asimismo de los peces, cuanto querían.
Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: Me buscáis, no porque visteis los milagros, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
Y murmuraban de Él los judíos, porque dijo: Yo soy el pan que descendió del cielo.
Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó y aprendió del Padre, viene a mí.
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede Éste darnos a comer su carne?
Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le iba a entregar.
Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Queréis iros vosotros también?
Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea porque los judíos procuraban matarle.
Y estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos.
Pero ninguno hablaba abiertamente de Él, por miedo a los judíos.
Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe Éste letras, no habiendo aprendido?
Por eso Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en sábado circuncidáis al hombre.
Mas he aquí, habla públicamente y no le dicen nada: ¿Habrán en verdad reconocido los príncipes que verdaderamente Éste es el Cristo?
Y muchos del pueblo creyeron en Él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más milagros que los que Éste ha hecho?
Los fariseos oyeron al pueblo que murmuraba de Él estas cosas; y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen.
Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se ha de ir Éste que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos?
(Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él; porque el Espíritu Santo aún no había sido dado; porque Jesús no había sido aún glorificado.)
Y los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis?
Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!
Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados?
¿Acaso ha creído en Él alguno de los príncipes, o de los fariseos?
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio,
Y oyéndolo ellos, redargüidos por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
Decían entonces los judíos: ¿Se ha de matar a sí mismo, pues dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
Entonces dijo Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer; él ha sido homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira.
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, jamás probará muerte.
¿Eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? También los profetas murieron. ¿Quién te haces a ti mismo?
Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Habiendo dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al estanque de Siloé, y lávate, y fui y me lavé, y recibí la vista.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
Y era sábado cuando Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos.
Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Y él les dijo: Puso lodo sobre mis ojos, y me lavé, y veo.
Entonces unos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, pues no guarda el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales milagros? Y había disensión entre ellos.
Pero los judíos no creían de que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,
pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
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