723 casos

'Oh' en la Biblia

Te alabarán, oh Jehová, todas tus obras; y tus santos te bendecirán.

Oh hombres, a vosotros clamo; y mi voz se dirige a los hijos de los hombres.

Oh impío, no aceches la tienda del justo, no saquees su cámara;

¡Oh si él me besara con ósculos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.

Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde apacientas, dónde haces recostar el rebaño al mediodía: Pues, ¿por qué había yo de estar como errante junto a los rebaños de tus compañeros?

Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, sal tras las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.

Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor hasta que quiera.

Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amada mía, hermosa mía, y ven.

la higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor: Levántate, oh amada mía, hermosa mía, y ven.

Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera.

Salid, oh doncellas de Sión, y ved al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón.

Ven conmigo del Líbano, oh esposa mía, ven conmigo del Líbano: Mira desde la cumbre de Amana, desde la cumbre de Senir y de Hermón, desde las guaridas de los leones, desde los montes de los leopardos.

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa mía; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.

Yo vine a mi huerto, oh hermana mía, esposa mía: He recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados.

Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le digáis que estoy enferma de amor.

¿Qué es tu amado más que otro amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué es tu amado más que otro amado, que así nos conjuras?

Su paladar, dulcísimo: y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, oh doncellas de Jerusalén.

¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se apartó tu amado, y lo buscaremos contigo?

Hermosa eres tú, oh amada mía, como Tirsa; de desear, como Jerusalén; imponente como un ejército con sus banderas.

Vuelve, vuelve, oh sulamita; vuelve, vuelve, para poder mirarte. ¿Qué veréis en la sulamita? Algo como la reunión de dos campamentos.

¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh hija de príncipe! Los contornos de tus muslos son como joyas, obra de mano de excelente maestro.

¡Qué hermosa eres, y cuán suave, oh amor deleitoso!

Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas.

Las mandrágoras han dado olor, y a nuestras puertas hay toda clase de dulces frutas, nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.

¡Oh que fueras tú como mi hermano, que mamó los pechos de mi madre; así, al encontrarte afuera yo te besaría, y no me menospreciarían!

Mi viña, que es mía, está delante de mí; las mil serán tuyas, oh Salomón, y doscientas, de los que guardan su fruto.

Oh tú la que moras en los huertos, los compañeros escuchan tu voz; házmela oír.

¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se tornaron atrás.

Venid, oh casa de Jacob, y caminemos a la luz de Jehová.

y pasando hasta Judá, inundará y seguirá adelante, y llegará hasta el cuello; y extendiendo sus alas, llenará la anchura de tu tierra, oh Emmanuel.

Porque si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la destrucción acordada rebosará justicia.

Y dirás en aquel día: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu ira se apartó, y me has consolado.

Regocíjate y canta, oh moradora de Sión: porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.

Aúlla, oh puerta; clama, oh ciudad; disuelta estás toda tú, Filistea: porque humo vendrá del norte, no quedará uno solo en sus asambleas.

Moren contigo mis desterrados, oh Moab; sé para ellos escondedero de la presencia del destructor: porque el atormentador fenecerá, el destructor tendrá fin, el opresor será consumido de sobre la tierra.

Por lo cual lamentaré con lloro de Jazer la viña de Sibma; te bañaré de mis lágrimas, oh Hesbón y Eleale; porque los gritos de alegría sobre tus frutos de verano y sobre tu cosecha han cesado.

Visión dura me ha sido mostrada. El prevaricador prevarica, y el destructor destruye. Sube, oh Elam; sitia, oh Media. Todo su gemido hice cesar.

Carga sobre Arabia. En el bosque de Arabia pasaréis la noche, oh caravanas de Dedán.

Te echará a rodar con ímpetu, como a bola por tierra extensa; allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor.

Carga de Tiro. Lamentad, oh naves de Tarsis, porque Tiro es destruida hasta no quedar en ella casa ni lugar por donde entrar. Desde la tierra de Quitim le ha sido revelado.

Pasa cual río de tu tierra, oh hija de Tarsis; porque no tendrás ya más fortaleza.

Y dijo: No te alegrarás más, oh tú, oprimida virgen hija de Sidón. Levántate para pasar a Quitim; y aun allí no tendrás reposo.

Toma arpa, y rodea la ciudad, oh ramera olvidada; haz buena melodía, canta muchas canciones, para que seas recordada.

También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.

Tú has engrandecido la nación, oh Jehová, tú has engrandecido la nación; te hiciste glorioso; la has extendido hasta todos los términos de la tierra.

Como la mujer encinta cuando se acerca el tiempo de dar a luz gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová.

Días y años tendréis espanto, oh confiadas; porque la vendimia faltará, y la cosecha no vendrá.

Temblad, oh indolentes; turbaos, oh confiadas: despojaos, desnudaos, ceñid los lomos con cilicio.

Oh Jehová, ten misericordia de nosotros, a ti hemos esperado; tú, brazo de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la tribulación.

Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de Senaquerib, el cual ha enviado a blasfemar al Dios viviente.

Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las naciones y sus tierras,

Y dijo: Oh Jehová, te ruego que te acuerdes ahora que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos. Y lloró Ezequías con gran lloro.

Oh Señor, por estas cosas el hombre vive, y en todas estas cosas está la vida de mi espíritu; Tú pues, me restablecerás, y harás que yo viva.

Súbete sobre un monte alto, oh Sión, tú que traes buenas nuevas; levanta fuertemente tu voz, oh Jerusalén, tú que traes buenas nuevas; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡He aquí vuestro Dios!

Guardad silencio ante mí, oh islas, y esfuércense los pueblos; acérquense, y entonces hablen; vengamos juntos a juicio.

Y no me invocaste a mí, oh Jacob; antes, de mí te cansaste, oh Israel.

Acuérdate de estas cosas, oh Jacob, e Israel, pues que tú mi siervo eres: Yo te formé; siervo mío eres tú. Oh Israel, yo no me olvidaré de ti.

Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo, lugares bajos de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza; bosque, y todo árbol que en él está; porque Jehová redimió a Jacob, y en Israel será glorificado.

Verdaderamente tú eres un Dios que te encubres, oh Dios de Israel, el Salvador.

Oídme, oh casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz.

Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; los sedimentos del cáliz de aturdimiento bebiste, los exprimiste.

Despierta, despierta, vístete tu fortaleza, oh Sión; vístete tu ropa de hermosura, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo.

Sacúdete del polvo; levántate y siéntate, Jerusalén; suéltate de las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sión.

Alégrate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción, y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la dejada que los de la casada, dice Jehová.

Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no descanséis,

¿Por qué, oh Jehová, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad.

¡Oh si rompiese los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes,

No te enojes sobremanera, oh Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros.

¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?

Porque desde hace mucho quebré tu yugo, y rompí tus ataduras; y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso corrías tú, oh ramera.

¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense, a ver si te pueden librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.

¡Oh generación! atended vosotros la palabra de Jehová. ¿He sido yo a Israel soledad, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos señores; nunca más vendremos a ti?

Ve, y proclama estas palabras hacia el norte, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová, y no haré caer mi ira sobre vosotros; porque misericordioso soy yo, dice Jehová, y no guardaré para siempre el enojo.

Si te has de convertir, oh Israel, dice Jehová, conviértete a mí; y si quitares de delante de mí tus abominaciones, no andarás de acá para allá.

Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permanecerán en medio de ti los pensamientos de iniquidad?

¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque voz de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.

Oh Jehová, ¿no miran tus ojos a la verdad? Los azotaste, y no les dolió; los consumiste, pero no quisieron recibir corrección; endurecieron sus rostros más que la piedra, no quisieron arrepentirse.

He aquí yo traigo sobre vosotros gente de lejos, oh casa de Israel, dice Jehová; gente robusta, gente antigua, gente cuya lengua ignorarás, y no entenderás lo que hablare.

Por tanto oíd, naciones, y entended, oh congregación, lo que hay entre ellos.

Arco y lanza empuñarán; crueles son, y no tendrán misericordia; sonará la voz de ellos como el mar, y montarán a caballo como hombres dispuestos para la guerra, contra ti, oh hija de Sión.

Corta tu cabello, oh Jerusalén, y arrójalo, y levanta llanto sobre las alturas; porque Jehová ha desechado y abandonado a la generación objeto de su ira.

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