'Ella' en la Biblia
Y pensando él en esto, he aquí el ángel del Señor le aparece en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas de recibir á María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Mas yo os digo, que el que repudiare á su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.
Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva á perdición, y muchos son los que entran por ella.
Y tocó su mano, y la fiebre la dejó: y ella se levantó, y les servía.
Hablando él estas cosas á ellos, he aquí vino un principal, y le adoraba, diciendo: Mi hija es muerta poco ha: mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
Mas en cualquier ciudad, ó aldea donde entrareis, investigad quién sea en ella digno, y reposad allí hasta que salgáis.
Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá á vosotros.
Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio;
Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
Y ella, instruída primero de su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
Y fué traída su cabeza en un plato y dada á la muchacha; y ella la presentó á su madre.
Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor socórreme.
Y ella dijo: Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que se sienten estos dos hijos míos, el uno á tu mano derecha, y el otro á tu izquierda, en tu reino.
Diciéndoles: Id á la aldea que está delante de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella: desatad la, y traédme los.
Y viendo una higuera cerca del camino, vino á ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca más para siempre nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.
Oíd otra parábola: Fué un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la dió á renta á labradores, y se partió lejos.
Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
En la resurrección pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer? porque todos la tuvieron.
De cierto os digo, que donde quiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo, también será dicho para memoria de ella, lo que ésta ha hecho.
Y he aquí, fué hecho un gran terremoto: porque el ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, había revuelto la piedra, y estaba sentado sobre ella.
Y la suegra de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron luego de ella.
Y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está á la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
Y les decía: Donde quiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
Y saliendo ella, dijo á su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan Bautista.
Entonces ella entró prestamente al rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan Bautista.
Y respondió ella, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
Y les dice: Cualquiera que repudiare á su mujer, y se casare con otra, comete adulterio contra ella:
Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó, si quizá hallaría en ella algo: y como vino á ella, nada halló sino hojas; porque no era tiempo de higos.
Porque podía esto ser vendido por más de trescientos denarios, y darse á los pobres. Y murmuraban contra ella.
De cierto os digo que donde quiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella.
Yendo ella, lo hizo saber á los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
Y ellos como oyeron que vivía, y que había sido visto de ella, no lo creyeron.
Mas ella, cuando le vió, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese ésta.
Y he aquí, Elisabet tu parienta, también ella ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes á ella que es llamada la estéril:
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase á mí conforme á tu palabra. Y el ángel partió de ella.
Y se quedó María con ella como tres meses: después se volvió á su casa.
Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho con ella grande misericordia, y se alegraron con ella.
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días en que ella había de parir.
Y como se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme á la ley de Moisés, le trajeron á Jerusalem para presentarle al Señor,
Y levantándose Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón: y la suegra de Simón estaba con una grande fiebre; y le rogaron por ella.
E inclinándose hacia ella, riñó á la fiebre; y la fiebre la dejó; y ella levantándose luego, les servía.
Y como llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera á un difunto, unigénito de su madre, la cual también era viuda: y había con ella grande compañía de la ciudad.
Y como el Señor la vió, compadecióse de ella, y le dice: No llores.
Y á ella dijo: Los pecados te son perdonados.
Porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la compañía.
Y sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado á vosotros el reino de Dios.
Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no lo halló.
Y puso las manos sobre ella; y luego se enderezó, y glorificaba á Dios.
Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella,
Entonces los que estuvieren en Judea, huyan á los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
Porque os digo que no comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalem, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?
Y en esto vinieron sus discípulos, y maravilláronse de que hablaba con mujer; mas ninguno dijo: ¿Qué preguntas? ó, ¿Qué hablas con ella?
El día siguiente, la gente que estaba de la otra parte de la mar, como vió que no había allí otra navecilla sino una, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en ella, sino que sus discípulos se habían ido solos;
Y como perseverasen preguntándole, enderezóse, y díjoles: El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero.
Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno: vete, y no peques más.
Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Ella, como lo oyó, levántase prestamente y viene á él.
Entonces los Judíos que estaban en casa con ella, y la consolaban, como vieron que María se había levantado prestamente, y había salido, siguiéronla, diciendo: Va al sepulcro á llorar allí.
Jesús entonces, como la vió llorando, y á los Judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se conmovió en espíritu, y turbóse,
Mas dijo esto, no por el cuidado que él tenía de los pobres: sino porque era ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella.
El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.
Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.
Dícele Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿á quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, dícele: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Dícele Jesús: María! Volviéndose ella, dícele: Rabboni! que quiere decir, Maestro.
Porque está escrito en el libro de los salmos: Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella; y: Tome otro su obispado.
Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella.
Entonces Pedro le dijo: Dime: ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.
Y no le dió herencia en ella, ni aun para asentar un pie: mas le prometió que se la daría en posesión, y á su simiente después de él, no teniendo hijo.
Entonces echados fuera todos, Pedro puesto de rodillas, oró; y vuelto al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo á Pedro, incorporóse.
Y ellos le dijeron: Estás loca. Mas ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Su ángel es.
El Dios del pueblo de Israel escogió á nuestros padres, y ensalzó al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
Y esto hacía por muchos días; mas desagradando á Pablo, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora.
Y hallando allí el centurión una nave Alejandrina que navegaba á Italia, nos puso en ella.
Mas no mucho después dió en ella un viento repentino, que se llama Euroclidón.
Como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo, y piedra de caída; Y aquel que creyere en ella, no será avergonzado.
Porque los magistrados no son para temor al que bien hace, sino al malo. ¿Quieres pues no temer la potestad? haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
Que la recibáis en el Señor, como es digno á los santos, y que la ayudéis en cualquiera cosa en que os hubiere menester: porque ella ha ayudado á muchos, y á mí mismo.
¿O no sabéis que el que se junta con una ramera, es hecho con ella un cuerpo? porque serán, dice, los dos en una carne.
Y á los demás yo digo, no el Señor: si algún hermano tiene mujer infiel, y ella consiente en habitar con él, no la despida.
Y la mujer que tiene marido infiel, y él consiente en habitar con ella, no lo deje.
Cada uno en la vocación en que fué llamado, en ella se quede.
Y DE ella recibisteis vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
Y reconciliar por la cruz con Dios á ambos en un mismo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella,
Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis aprendido, creciendo en ella con hacimiento de gracias.
Perseverad en oración, velando en ella con hacimiento de gracias:
Sabemos empero que la ley es buena, si alguno usa de ella legítimamente;
Teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: y á éstos evita.
Y por causa de ella debe, como por sí mismo, así también por el pueblo, ofrecer por los pecados.
Porque la tierra que embebe el agua que muchas veces vino sobre ella, y produce hierba provechosa á aquellos de los cuales es labrada, recibe bendición de Dios:
Y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en particular.
Porque por ella alcanzaron testimonio los antiguos.
Por la fe Abel ofreció á Dios mayor sacrificio que Caín, por la cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio á sus presentes; y difunto, aun habla por ella.
Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados;
Mas el que hubiere mirado atentamente en la perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho.
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos á los hombres, los cuales son hechos á la semejanza de Dios.
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