138 casos

'De' en la Biblia

Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.

¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?

Y sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde nace.

El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.

Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí tornan para correr de nuevo.

Todas las cosas son fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar. No se sacia el ojo de ver, ni el oído se harta de oír.

¿Hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.

No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

Y di mi corazón a inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.

Hablé yo con mi corazón, diciendo: He aquí yo me hallo engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.

Y di mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.

Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.

me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de toda clase de fruto;

Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde los árboles crecían.

Poseí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén;

Acumulé también plata y oro, y tesoro preciado de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, y de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.

Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; también permaneció conmigo mi sabiduría.

No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo: y ésta fue mi parte de toda mi faena.

Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.

Aborrecí por tanto la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.

Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había puesto por obra debajo del sol; el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.

Por tanto, volví a desesperanzar mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.

¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia, y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También esto es vanidad y mal grande.

Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.

No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma vea el bien de su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.

Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;

Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en él se ocupen.

Yo he entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de Él teman los hombres.

Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí la impiedad; y en lugar de la justicia, allí la iniquidad.

Dije en mi corazón: En cuanto a la condición de los hijos de los hombres, que Dios los pruebe, para que ellos mismos vean que son semejantes a las bestias.

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es; como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.

Así que he visto que no hay cosa mejor que alegrarse el hombre con lo que hiciere; porque ésta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.

He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obra despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

Está un hombre solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.

Y si alguno prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe.

Porque de la cárcel salió para reinar; mientras el nacido en su reino se hizo pobre.

Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho, sucesor, que estará en lugar de aquél.

No tenía fin la muchedumbre de pueblo que fue antes de ellos; aun los que vendrán después tampoco estarán contentos con él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.

Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para dar el sacrificio de los necios, porque no saben que hacen mal.

No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.

No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?

Si opresión de pobres, y extorsión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto está mirando otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.

Además el provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está sujeto a los campos.

Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; y nada tomará de su trabajo para llevar en su mano.

Éste también es un grave mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar al viento?

Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho enojo y dolor y miseria.

He aquí, pues, el bien que yo he visto: Que es bueno comer y beber, y gozarse uno del bien de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le da; porque ésta es su porción.

Un hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le da facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad.

Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?

El corazón de los sabios, está en la casa del luto, mas el corazón de los insensatos, en la casa del placer.

Porque la risa del necio es como el estrépito de las espinas debajo de la olla. Y también esto es vanidad.

Nunca digas: ¿Cuál es la causa que los tiempos pasados fueron mejores que éstos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.

Considera la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que Él torció?

Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.

Bueno es que tomes esto, y también de esto otro no apartes tu mano; porque el que teme a Dios, saldrá con todo.

Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros.

Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Me haré sabio; pero la sabiduría estaba lejos de mí.

Apliqué mi corazón al saber y a examinar; a inquirir la sabiduría y la razón; para conocer la maldad de la insensatez, y la necedad de la locura.

Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos son como ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador será apresado por ella.

¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.

Yo te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios.

No te apresures a irte de delante de él, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que le plazca.

No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no se da de baja en tal guerra, ni la impiedad librará al que se entregue a ella.

Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está entregado para hacer el mal.

Pero no le irá bien al impío, ni le serán prolongados sus días, que son como sombra; por cuanto no teme ante la presencia de Dios.

Reina Valera Gómez (© 2010)