'Le' en la Biblia
- 1.Gé 2:15-Gé 37:10
- 2.Gé 37:11-Éx 34:20
- 3.Éx 34:32-Deuteronomio 1:16
- 4.Deuteronomio 1:36-Jueces 6:31
- 5.Jueces 7:9-1 Samuel 14:37
- 6.1 Samuel 14:39-2 Samuel 15:26
- 7.2 Samuel 15:32-2 Reyes 1:9
- 8.2 Reyes 2:4-1 Crónicas 15:12
- 9.1 Crónicas 15:13-Ester 6:6
- 10.Ester 6:13-Salmos 103:13
- 11.Salmos 103:17-Isaías 66:7
- 12.Jeremías 2:3-Oseas 12:4
- 13.Oseas 12:14-Mateo 14:31
- 14.Mateo 14:33-Mateo 27:30
- 15.Mateo 27:31-Marcos 9:22
- 16.Marcos 9:23-Lucas 2:46
- 17.Lucas 2:47-Lucas 14:4
- 18.Lucas 14:6-Juan 1:38
- 19.Juan 1:40-Juan 18:26
- 20.Juan 18:30-Hechos 15:21
- 21.Hechos 15:38-Gálatas 1:16
- 22.Gálatas 2:11-Apocalipsis 22:3
Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida ó cena, no llames á tus amigos, ni á tus hermanos, ni á tus parientes, ni á vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan á convidar, y te sea hecha compensación.
Y oyendo esto uno de los que juntamente estaban sentados á la mesa, le dijo: Bienaventurado el que comerá pan en el reino de los cielos.
El entonces le dijo: Un hombre hizo una grande cena, y convido á muchos.
Y comenzaron todos á una á excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla; te ruego que me des por excusado.
De otra manera, cuando aun el otro está lejos, le ruega por la paz, enviándo le embajada.
Y fué y se llegó á uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió á su hacienda para que apacentase los puercos.
Me levantaré, é iré á mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha muerto el becerro grueso, por haberle recibido salvo.
Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
Después dijo á otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
Y deseando hartarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Y dijo: Ruégote pues, padre, que le envíes á la casa de mi padre;
Y Abraham le dice: A Moisés y á los profetas tienen: óiganlos.
Mas Abraham le dijo: Si no oyen á Moisés y á los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos.
Mejor le fuera, si le pusiesen al cuello una piedra de molino, y le lanzasen en el mar, que escandalizar á uno de estos pequeñitos.
¿Y quién de vosotros tiene un siervo que ara ó apacienta, que vuelto del campo le diga luego: Pasa, siéntate á la mesa?
¿No le dice antes: Adereza qué cene, y arremángate, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come tú y bebe?
¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allá se juntarán también las águilas.
Todavía, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y me muela.
Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? ninguno hay bueno sino sólo Dios.
Y Jesús, oído esto, le dijo: Aun te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
Y después que le hubieren azotado, le matarán: mas al tercer día resucitará.
Y los que iban delante, le reñían que callase; mas él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí.
Jesús entonces parándose, mandó traerle á sí: y como él llegó, le preguntó,
Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo.
Y luego vió, y le seguía, glorificando á Dios: y todo el pueblo como lo vió, dió á Dios alabanza.
Y como vino á aquel lugar Jesús, mirando, le vió, y díjole: Zaqueo, date priesa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa.
Entonces él descendió apriesa, y le recibió gozoso.
Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación á esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Empero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades.
Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
Pues yo os digo que á cualquiera que tuviere, le será dado; mas al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado.
Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo ha menester.
Entonces algunos de los Fariseos de la compañía, le dijeron: Maestro, reprende á tus discípulos.
Y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿con qué potestad haces estas cosas? ¿ó quién es el que te ha dado esta potestad?
Mas ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
Y al tiempo, envió un siervo á los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; mas los labradores le hirieron, y enviaron vacío.
Y volvió á enviar otro siervo; mas ellos á éste también, herido y afrentado, le enviaron vacío.
Y echáronle fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué pues, les hará el señor de la viña?
Cualquiera que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre el que la piedra cayere, le desmenuzará.
Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, para sorprenderle en palabras, para que le entregasen al principado y á la potestad del presidente.
Los cuales le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no tienes respeto á persona; antes enseñas el camino de Dios con verdad.
Y llegándose unos de los Saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
Así que David le llama Señor: ¿cómo pues es su hijo?
Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas hayan de comenzar á ser hechas?
Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo le matarían; mas tenían miedo del pueblo.
Y él le dijo: Señor, pronto estoy á ir contigo aun á cárcel y á muerte.
Y saliendo, se fué, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron.
Y le apareció un ángel del cielo confortándole.
Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con beso entregas al Hijo del hombre?
Y viendo los que estaban con él lo que había de ser, le dijeron: Señor, ¿heriremos á cuchillo?
Y uno de ellos hirió á un siervo del príncipe de los sacerdotes, y le quitó la oreja derecha.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó.
Y prendiéndole trajéronle, y metiéronle en casa del príncipe de los sacerdotes. Y Pedro le seguía de lejos.
Y como una criada le vió que estaba sentado al fuego, fijóse en él, y dijo: Y éste con él estaba.
Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
Entonces, vuelto el Señor, miró á Pedro: y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y cuando fué de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y le trajeron á su concilio,
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiéndo él, dijo: Tú lo dices.
Y como entendió que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió á Herodes, el cual también estaba en Jerusalem en aquellos días.
Y Herodes, viendo á Jesús, holgóse mucho, porque hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer alguna señal.
Y le preguntaba con muchas palabras; mas él nada le respondió:
Mas Herodes con su corte le menospreció, y escarneció, vistiéndole de una ropa rica; y volvióle á enviar á Pilato.
Les dijo: Me habéis presentado á éste por hombre que desvía al pueblo: y he aquí, preguntando yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquéllas de que le acusáis.
Y él les dijo la tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ninguna culpa de muerte he hallado en él: le castigaré, pues, y le soltaré.
Y llevándole, tomaron á un Simón Cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
Y le seguía una grande multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban.
Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda.
Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate á ti mismo y á nosotros.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Mas todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Y quitado, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto.
Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen.
Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalem, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno, el cual fué varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
Y cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes á condenación de muerte, y le crucificaron.
Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más á él no le vieron.
Mas ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró pues á estarse con ellos.
Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos.
Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel.
En el mundo estaba, y el mundo fué hecho por él; y el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre:
A Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalem sacerdotes y Levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.
Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado á Israel, por eso vine yo bautizando con agua.
Y yo no le conocía; mas el que me envió á bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que reposa sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo.
Y yo le vi, y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios.
Y volviéndose Jesús, y viéndolos seguir le, díceles: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabbí (que declarado quiere decir Maestro) ¿dónde moras?
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