'Del' en la Biblia
Y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer.
Él dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
Él es el que viniendo después de mí, es antes de mí; del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas acontecieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y permanecer sobre Él;
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y desparramó el dinero de los cambistas, y trastornó las mesas;
Pero Él hablaba del templo de su cuerpo.
Y no tenía necesidad de que alguien le diese testimonio del hombre, porque Él sabía lo que había en el hombre.
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado;
El que en Él cree, no es condenado, pero el que no cree, ya es condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, he aquí Él bautiza, y todos vienen a Él.
Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le es dado del cielo.
El que tiene la esposa, es el esposo, mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Así pues, este mi gozo es cumplido.
El que viene de arriba, sobre todos es; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, sobre todos es.
y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo; y era como la hora sexta.
¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?
pero el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
Y decían a la mujer: Ahora creemos, no sólo por tu dicho, sino porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que verdaderamente Éste es el Cristo, el Salvador del mundo.
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.
En éstos yacía gran multitud de enfermos, ciegos, cojos, secos, que esperaban el movimiento del agua.
Porque un ángel descendía a cierto tiempo al estanque y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán.
y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
No puedo yo hacer nada de mí mismo; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió.
No penséis que yo os acusaré delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien vosotros confiáis.
Después de estas cosas, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es de Tiberias.
y entrando en una barca, se fueron al otro lado del mar hacia Capernaúm. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
El día siguiente, cuando la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había otra barca sino aquella en la que habían entrado sus discípulos, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la barca, sino que sus discípulos se habían ido solos.
Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a Éste señaló Dios el Padre.
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
Entonces Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y ésta es la voluntad del Padre que me envió: Que de todo lo que me ha dado, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y ésta es la voluntad del que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Y murmuraban de Él los judíos, porque dijo: Yo soy el pan que descendió del cielo.
Y decían: ¿No es Éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice Éste: Yo he descendido del cielo?
Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó y aprendió del Padre, viene a mí.
Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
Éste es el pan que descendió del cielo: No como vuestros padres que comieron el maná, y murieron; el que come de este pan vivirá eternamente.
¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
Y nosotros creemos, y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
El que habla de sí mismo, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, Éste es verdadero, y no hay injusticia en Él.
Y muchos del pueblo creyeron en Él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más milagros que los que Éste ha hecho?
(Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él; porque el Espíritu Santo aún no había sido dado; porque Jesús no había sido aún glorificado.)
Entonces muchos del pueblo, oyendo este dicho, decían: Verdaderamente Éste es el Profeta.
Y otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.
Mas no entendieron que les hablaba del Padre.
Entonces Jesús les dijo: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; sino que como mi Padre me enseñó, así hablo estas cosas.
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo: Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se encubrió, y salió del templo atravesando por en medio de ellos, y así pasó.
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede obrar.
Entre tanto que estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo.
Habiendo dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
Vuelven a decir al ciego: ¿Tú, qué dices del que abrió tus ojos? Él dijo: Que es profeta.
Pero los judíos no creían de que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,
Desde el principio del mundo no fue oído que alguno abriese los ojos de uno que nació ciego.
Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde primero Juan bautizaba; y se quedó allí.
Estas cosas dijo Él; y después de esto les dijo: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas yo voy a despertarle del sueño.
Pero esto decía Jesús de su muerte; y ellos pensaban que hablaba del reposar del sueño.
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó de la fragancia del ungüento.
tomaron ramas de palmas, y salieron a recibirle, y aclamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el Rey de Israel, que viene en el nombre del Señor!
Y la gente que estaba con Él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos, daba testimonio.
Entonces Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre ha de ser glorificado.
Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo, que decía: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
La multitud le respondió: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre: ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
Entonces, cuando él hubo salido, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en Él.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí.
Estas cosas os he hablado en parábolas; pero la hora viene cuando ya no os hablaré en parábolas, sino que claramente os anunciaré del Padre.
Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez, dejo el mundo y voy al Padre.
He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo; para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Cuando Jesús hubo dicho estas palabras, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo de Cedrón, donde había un huerto, en el cual Él entró, y sus discípulos.
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
Y Simón Pedro seguía a Jesús, y también otro discípulo; y aquel discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote.
Mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Entonces salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la criada que guardaba la puerta, y metió dentro a Pedro.
Le respondió Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal; y si bien, ¿por qué me hieres?
Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con Él?
Allí, pues, pusieron a Jesús, por causa del día de la preparación de los judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca.
Y el primer día de la semana, de mañana, siendo aún oscuro, María Magdalena vino al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro.
Entonces corrió, y vino a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
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