'Mis' en la Biblia
Y al sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción; y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis palmas al SEÑOR mi Dios,
que vino Hanani, uno de mis hermanos, él y ciertos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.
mas si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra. Si fuere vuestro lanzamiento hasta el cabo de los cielos, de allí los juntaré; y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
Y dije al rey: El rey viva para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas del fuego?
y dije al rey: Si al rey place, y si agrada tu siervo delante de ti, que me envíes a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
Y ni yo, ni mis hermanos, ni mis siervos, ni la gente de guardia que me seguía, desnudamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para lavarse.
También yo, mis hermanos, y mis criados, les hemos prestado dinero y grano; soltémosles ahora de esta carga.
También desde el día que me mandó el rey que fuera capitán de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo, ni mis hermanos comimos el pan del capitán.
Además de esto, en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí a la obra.
Porque todos ellos nos infundían miedo, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será hecha. Esfuerza pues mis manos, oh Dios.
También contaban delante de mí sus buenas obras, y a él le referían mis palabras. Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme.
Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no raigas mis misericordias que hice en la Casa de mi Dios, y en sus guardas.
Sucedió pues, que cuando la sombra llegó a las puertas de Jerusalén antes del sábado, dije que se cerraren las puertas, y ordené que no las abrieran hasta después del sábado; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de sábado no entraran carga.
Ve, y junta a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche ni día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.
Y acontecía que, habiendo pasado en turno los días de sus banquetes, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Por ventura habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta manera hacía Job todos los días.
por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, ni escondió de mis ojos la miseria.
Porque antes que mi pan, viene mi suspiro; y mis bramidos corren como aguas.
me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos.
Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía:
Ciertamente yo buscaría a Dios, y depositaría en él mis negocios;
Porque mi tormento pesaría más que la arena del mar; y por tanto mis palabras son tragadas.
Mis hermanos me han mentido como arroyo; se pasaron como las riberas impetuosas,
Mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza.
Acuérdate que mi vida es un viento, y que mis ojos no volverán para ver el bien.
Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas;
Y mi alma tuvo por mejor el ahogamiento, y quiso la muerte más que a mis huesos.
Abominé la vida; no quiero vivir para siempre; déjame, pues, que mis días son vanidad.
¿Cuánto menos le responderé yo, y eligiré mis palabras con él?
Porque me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa.
Mis días han sido más ligeros que un correo; huyeron, y nunca vieron bien.
Temo todos mis trabajos; sé que no me tendrás sin culpa.
Aunque me lave con aguas de nieve, y aunque limpie mis manos con la misma limpieza,
aún me hundirás en el hoyo; y mis propios vestidos me abominarán.
¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me esfuerce un poco.
He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.
Oíd, pues, ahora mi disputa, y estad atentos a los argumentos de mis labios.
¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y pondré mi alma en mi palma?
He aquí, aunque me matare, en él esperaré; pero defenderé delante de él mis caminos.
Pones además mis pies en el cepo, y guardas todos mis caminos, imprimiéndolo a las raíces de mis pies.
Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios detendría el dolor.
Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos.
Me cercaron sus flecheros, partió mis riñones, y no perdonó; mi hiel derramó por tierra.
Mi rostro está enlodado con lloro, y mis párpados entenebrecidos;
a pesar de no haber injusticia en mis manos, y de haber sido limpia mi oración.
Mi aliento está corrompido, mis días son cortados, y me está aparejado el sepulcro.
Ya no hay conmigo sino escarnecedores, en cuyas amarguras se detienen mis ojos.
Y mis ojos se oscurecieron de desabrimiento, y todos mis pensamientos han sido como sombra.
Mis días se pasaron, y mis pensamientos fueron arrancados, los designios de mi corazón.
Cercó de vallado mi camino, y no pasaré; y sobre mis veredas puso tinieblas.
Hizo alejar de mí mis hermanos, y ciertamente mis conocidos se extrañaron de mí.
Mis parientes se detuvieron, y mis conocidos se olvidaron de mí.
Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; forastero fui yo en sus ojos.
Mi espíritu vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
Todos mis íntimos amigos me aborrecieron; y los que yo amaba, se tornaron contra mí.
Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes.
Oh vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí; porque la mano de Dios me ha tocado.
¿Por qué me perseguís como Dios, y no os saciáis de mis carnes?
¡Quién diera ahora que mis palabras fueran escritas! ¡Quién diera que se escribieran en un libro!
Al cual yo tengo que ver por mí, y mis ojos lo han de ver, y no otro, aunque mis riñones se consuman dentro de mí.
Por cierto mis pensamientos me hacen responder, y por tanto me apresuro.
Mis pies tomaron su rastro; guardé su camino, y no me aparté.
Y si no es así, ¿quién me desmentirá ahora, o reducirá a nada mis palabras?
que todo el tiempo que mi alma estuviere en mí, y hubiere hálito de Dios en mis narices,
mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño.
Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días.
cuando aún el Omnipotente estaba conmigo, y mis hijos alrededor de mí;
cuando lavaba yo mis caminos con manteca, y la piedra me derramaba ríos de aceite!
Mi raíz está abierta junto a las aguas, y en mis ramas permanecerá rocío.
A la mano derecha se levantaron los jóvenes; empujaron mis pies, y pisaron sobre mí las sendas de su destrucción.
De noche taladra sobre mí mis huesos, y mis pulsos no reposan.
Mis entrañas hierven, y no reposan; días de aflicción me han sobrecogido.
Mi piel está denegrida sobre mí, y mis huesos se secaron con ardentía.
Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?
¿Por ventura no ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos?
Si mis pasos se apartaron del camino, y si mi corazón se fue tras mis ojos, y si alguna mancha se apegó a mis manos,
siembre yo, y otro coma, y mis renuevos sean arrancados.
si no me bendijeron sus lomos, y del vellón de mis ovejas se calentaron;
cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diera de su carne! Nunca nos hartaríamos.
El extranjero no tenía fuera la noche; mis puertas abría al caminante.
Si encubrí, como Adán mis prevaricaciones, escondiendo en mi seno mi iniquidad;
Yo le contaría el número de mis pasos, y como príncipe me llegaría a él.
Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, y mis labios proferirán conocimiento puro.
puso mis pies en el cepo, y guardó todas mis sendas.
Si pues hay en ti entendimiento, oye esto: Escucha la voz de mis palabras.
Porque de cierto no son mentira mis palabras; antes se trata contigo con perfecto conocimiento.
De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.
¡Oh SEÑOR, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos se levantan contra mí.
Levántate, SEÑOR; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la quijada; los dientes de los malos quebraste.
Escucha, oh SEÑOR, mis palabras. Considera la meditación mía.
Guíame, SEÑOR, en tu justicia a causa de mis enemigos; endereza delante de mí tu camino.
Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, porque yo estoy debilitado; sáname, oh SEÑOR, porque mis huesos están conturbados.
Heme consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo mi lecho, riego mi estrado con mis lágrimas.
Mis ojos están carcomidos de descontento; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
Se avergonzarán, y se turbarán mucho todos mis enemigos; se volverán y serán avergonzados de repente.
SEÑOR Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad;
Levántate, oh SEÑOR, con tu furor; álzate a causa de las iras de mis angustiadores, y despierta en favor mío el juicio que mandaste.