'Del' en la Biblia
- 1.Gé 1:2-Gé 25:11
- 2.Gé 25:27-Éx 7:24
- 3.Éx 8:12-Éx 27:12
- 4.Éx 27:13-Éx 37:18
- 5.Éx 37:19-Levítico 5:8
- 6.Levítico 5:9-Levítico 16:24
- 7.Levítico 16:27-Números 5:2
- 8.Números 5:3-Números 18:23
- 9.Números 18:27-Deuteronomio 1:10
- 10.Deuteronomio 1:17-Deuteronomio 26:12
- 11.Deuteronomio 27:19-Josué 11:2
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- 14.1 Samuel 14:38-2 Samuel 13:33
- 15.2 Samuel 13:34-1 Reyes 4:24
- 16.1 Reyes 4:27-1 Reyes 21:9
- 17.1 Reyes 21:12-2 Reyes 18:30
- 18.2 Reyes 18:33-1 Crónicas 16:16
- 19.1 Crónicas 16:37-2 Crónicas 7:1
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- 48.Colosenses 1:18-Hebreos 11:27
- 49.Hebreos 12:1-Apocalipsis 6:9
- 50.Apocalipsis 6:13-Apocalipsis 22:19
Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; mas Jehová pesa los corazones.
Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; mas los del presuroso, de cierto llevan a la pobreza.
El camino del hombre es torcido y extraño; mas recto es el proceder del puro.
Mejor es vivir en un rincón del terrado, que en espaciosa casa con la mujer rencillosa.
El alma del impío desea el mal: Su prójimo no halla favor a sus ojos.
Considera el justo la casa del impío, cómo los impíos son trastornados por el mal.
El que cierra su oído al clamor del pobre; también él clamará, y no será oído.
El hombre que se extravía del camino de la sabiduría, vendrá a parar en la compañía de los muertos.
Mejor es morar en tierra del desierto, que con la mujer rencillosa e iracunda.
Tesoro codiciable y aceite hay en la casa del sabio; mas el hombre insensato lo disipa.
Soberbio, presuntuoso y escarnecedor, es el nombre del que obra con arrogante saña.
El deseo del perezoso le mata, porque sus manos rehúsan trabajar;
Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.
Espinas y lazos hay en el camino del perverso; el que guarda su alma se alejará de ellos.
El rico se enseñoreará de los pobres; y el que toma prestado es siervo del que presta.
La necedad está ligada al corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.
No hables a oídos del necio; porque menospreciará la prudencia de tus palabras.
Tú lo castigarás con vara, y librarás su alma del infierno.
Mucho se alegrará el padre del justo; y el que engendra sabio se gozará con él.
Y serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero.
El pensamiento del necio es pecado; y abominación a los hombres el escarnecedor.
Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, y del panal que es dulce a tu paladar:
Oh impío, no aceches la tienda del justo, no saquees su cámara;
Besados serán los labios del que responde palabras rectas.
Pasé junto al campo del perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento;
Gloria de Dios es ocultar un asunto; Pero honra del rey es escudriñarlo.
Aparta al impío de la presencia del rey, y su trono se afirmará en justicia.
No te alabes delante del rey, ni estés en el lugar de los grandes:
Porque mejor es que se te diga: Sube acá, y no que seas humillado delante del príncipe a quien tus ojos han visto.
El viento del norte ahuyenta la lluvia, y el rostro airado la lengua detractora.
Mejor es estar en un rincón del terrado, que con la mujer rencillosa en espaciosa casa.
Como fuente turbia y manantial corrompido, es el justo que cae delante del impío.
El látigo para el caballo, y el cabestro para el asno, y la vara para la espalda del necio.
Las piernas del lisiado, penden inútiles; así el proverbio en la boca del necio.
Espinas hincadas en mano del embriagado, tal es el proverbio en la boca de los necios.
¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él.
Las palabras del chismoso son como estocadas, y penetran hasta lo más profundo del vientre.
No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué traerá el día.
Pesada es la piedra, y la arena pesa; mas la ira del necio es más pesada que ambas cosas.
Fieles son las heridas del que ama; pero engañosos son los besos del que aborrece.
Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre.
El infierno y la perdición nunca se hartan: Así los ojos del hombre nunca se sacian.
El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro; y al hombre la boca del que lo alaba.
Los corderos son para tus vestiduras, y los cabritos son el precio del campo;
El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, compañero es del hombre destruidor.
En la transgresión del hombre malo hay lazo; mas el justo cantará y se alegrará.
¿Has visto hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él.
La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra.
El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; pues oye la maldición, y no lo denuncia.
El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado.
Muchos buscan el favor del príncipe; mas de Jehová viene el juicio de cada uno.
Yo ni aprendí sabiduría, ni tengo el conocimiento del Santo.
Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario;
El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la enseñanza de su madre, los cuervos del valle lo saquen, y lo traguen los aguiluchos.
El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre en la doncella.
Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre.
Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende el derecho del pobre y del menesteroso.
Considera la heredad, y la compra; y planta viña del fruto de sus manos.
Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos.
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
Lo que fue, es lo que será, y lo que ha sido hecho, es lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
Y di mi corazón a inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás del placer. Mas he aquí esto también era vanidad.
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Después torné yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey, sino lo que ya ha sido hecho?
Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
Aborrecí por tanto la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había puesto por obra debajo del sol; el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
¿Y quién sabe si será sabio, o necio, el que señoreará sobre todo mi trabajo en que yo me afané, y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
Por tanto, volví a desesperanzar mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
Para todo hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo:
Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí la impiedad; y en lugar de la justicia, allí la iniquidad.
Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
Y tuve por mejor que unos y otros, al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obra despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
Yo me torné otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
Está un hombre solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante.
Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho, sucesor, que estará en lugar de aquél.
Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio.
No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?
Dulce es el sueño del trabajador, ya sea que coma mucho o poco; mas al rico no le deja dormir la abundancia.
Hay un grave mal que he visto debajo del sol; las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal;
Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; y nada tomará de su trabajo para llevar en su mano.
He aquí, pues, el bien que yo he visto: Que es bueno comer y beber, y gozarse uno del bien de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le da; porque ésta es su porción.
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
Si el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que el abortivo es mejor que él.
Aunque aquél viviere mil años dos veces, sin haber gozado del bien, ¿no van todos a un mismo lugar?
Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su alma no se sacia.
Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y el día de la muerte que el día del nacimiento.
Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón.
El corazón de los sabios, está en la casa del luto, mas el corazón de los insensatos, en la casa del placer.
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