897 casos

'Las' en la Biblia

De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y de David hasta la expatriación a Babilonia son catorce generaciones; y desde la expatriación a Babilonia hasta Cristo son catorce generaciones.

Cualquiera, pues, que oye estas mis palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.

Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; mas Él dormía.

Y Él les dijo: Id. Y ellos saliendo, se fueron a aquel hato de puercos; y he aquí, todo el hato de puercos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas.

Y los que los apacentaban huyeron; y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había acontecido con los endemoniados.

Y cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo: No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, sin que haya venido el Hijo del Hombre.

Y aconteció que cuando Jesús terminó de dar comisión a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.

Y respondiendo Jesús les dijo: Id, y decid a Juan las cosas que oís y veis.

Y yéndose ellos, comenzó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

¿O qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de ropas delicadas? He aquí, los que visten ropas delicadas, en las casas de los reyes están.

Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,

Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades donde la mayoría de sus milagros habían sido hechos, porque no se habían arrepentido, diciendo:

el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, tal, que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas.

Entonces vinieron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.

Y oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto, apartado; y cuando el pueblo lo oyó, le siguió a pie de las ciudades.

Y cuando fue la tarde, sus discípulos vinieron a Él, diciendo: Éste es un lugar desierto, y la hora es ya pasada; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y compren para sí de comer.

Y los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Y luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en una barca e ir delante de Él al otro lado, mientras Él despedía a las multitudes.

Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.

Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas para ir a Jesús.

Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

Y saliendo Jesús de allí, se fue a las costas de Tiro y de Sidón.

Y los que habían comido fueron cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños.

Entonces, despedida la multitud, entró en una barca, y vino a las costas de Magdala.

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo.

Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restaurará todas las cosas.

Y si acontece que la halla, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.

Y aconteció que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, se fue de Galilea, y vino a las costas de Judea al otro lado del Jordán.

Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.

Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.

Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.

Y cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,

¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos le dijeron: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.

y envió a sus siervos para que llamasen a los convidados a las bodas; mas no quisieron venir.

Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, mi comida he preparado, mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está preparado; venid a las bodas.

Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; pero los que fueron convidados no eran dignos.

Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.

Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen en hombros de los hombres; pero ellos ni con su dedo las quieren mover.

y las salutaciones en las plazas, y ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto, hacéis largas oraciones; por tanto llevaréis mayor condenación.

Así que, si os dijeren: He aquí, está en el desierto, no salgáis: He aquí, en las alcobas, no lo creáis.

De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca.

Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas.

Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.

Mas las prudentes respondieron, diciendo: No; no sea que no haya suficiente para nosotras y vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras.

Y entre tanto que ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.

Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!

y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda.

Reina Valera Gómez (© 2010)