'De' en la Biblia
Compartiendo para las necesidades de los santos; dados a la hospitalidad.
No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, y si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
No seas vencido de lo malo, mas vence con el bien el mal.
Toda alma sométase a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las potestades que hay, de Dios son ordenadas.
Así que, el que se opone a la potestad, se opone a la ordenanza de Dios; y los que resisten recibirán para sí condenación.
Porque los magistrados no están para atemorizar las buenas obras, sino las malas. ¿Quieres, pues, no temer la potestad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella.
Porque es ministro de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; pues no en vano lleva la espada; porque es ministro de Dios, vengador para ejecutar la ira sobre el que hace lo malo.
Por tanto, es necesario que os sujetéis, no sólo por la ira, sino también por causa de la conciencia.
Pues por esto también pagáis los impuestos; porque son ministros de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.
Y esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertarnos del sueño; porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos.
La noche está avanzada, y el día está por llegar; desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz.
Andemos honestamente, como de día; no en desenfrenos y borracheras; no en lujurias y lascivias, ni en contiendas y envidias.
Mas vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para satisfacer los deseos de la carne.
Porque uno cree que se ha de comer de todo, otro, que es débil, come legumbres.
Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
Porque Cristo para esto murió, y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos, como de los que viven.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
De manera que cada uno de nosotros dará cuenta a Dios de sí.
Por tanto, ya no nos juzguemos los unos a los otros, antes bien, juzgad esto; que nadie ponga tropiezo u ocasión de caer al hermano.
Mas si por causa de tu comida, tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por el cual Cristo murió.
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida; sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo.
Así que, sigamos lo que ayuda a la paz y a la edificación de los unos a los otros.
No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; mas malo es al hombre hacer tropezar con lo que come.
¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba.
Pero el que duda, si come, se condena, porque come sin fe, y todo lo que no es de fe, es pecado.
Así que los que somos fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para su bien, para edificación.
Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito; Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.
Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Mas el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que entre vosotros seáis de un mismo sentir según Cristo Jesús;
para que unánimes, y a una voz glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió para gloria de Dios.
Digo, pues, que Cristo Jesús fue ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,
Y otra vez Isaías dice: Saldrá raíz de Isaí, y el que se levantará para reinar sobre los gentiles: Los gentiles esperarán en Él.
Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Y también yo mismo tengo confianza de vosotros, hermanos míos, que también vosotros estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de manera que podéis amonestaros los unos a los otros.
Mas hermanos, os he escrito en parte osadamente, como recordándoos; por la gracia que de Dios me es dada,
para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea acepta, santificada por el Espíritu Santo.
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios toca.
Porque no osaría hablar de alguna cosa que Cristo no haya hecho por mí, para hacer obedientes a los gentiles, con palabra y con obra,
con potencia de milagros y prodigios, por el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo fuese ya nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno,
sino, como está escrito: Aquellos a los que no se habló de Él, verán; Y los que no han oído, entenderán.
Por esta causa muchas veces he sido impedido de venir a vosotros.
cuando partiere para España, iré a vosotros, porque espero veros en mi jornada, y que seré encaminado por vosotros hacia allá, si en parte primero hubiere disfrutado de vuestra compañía.
Porque los de Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una contribución para los santos pobres que están en Jerusalén.
Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos servirles en los carnales.
Y estoy seguro que cuando venga a vosotros, vendré en plenitud de bendición del evangelio de Cristo.
Para que sea librado de los incrédulos que están en Judea, y la ofrenda de mi servicio la cual traigo para Jerusalén sea acepta a los santos;
para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros.
Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
Y os encomiendo a nuestra hermana Febe, la cual es sierva de la iglesia que está en Cencrea;
que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo también.
que pusieron sus cuellos por mi vida; a los cuales doy gracias, no sólo yo, sino también todas las iglesias de los gentiles.
Saludad también a la iglesia que está en su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es de los primeros frutos de Acaya para Cristo.
Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y mis compañeros de prisiones, que son insignes entre los apóstoles; y que también fueron antes de mí en Cristo.
Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.
Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, que están en el Señor.
Saludaos unos a otros con ósculo santo. Os saludan las iglesias de Cristo.
Y os ruego hermanos, que señaléis a aquellos que causan divisiones y escándalos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido; y que os apartéis de ellos.
Porque los tales, no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres; y con palabras suaves y lisonjas engañan los corazones de los simples.
Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos. Así que me gozo de vosotros; mas quiero que seáis sabios para el bien, y simples para el mal.
Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén.
Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Y al que tiene poder para confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio encubierto desde tiempos eternos,
pero ahora es hecho manifiesto, y por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, dado a conocer a todas las naciones para obediencia de la fe.
Al solo Dios sabio, sea gloria por Jesucristo para siempre. Amén. Epístola del apóstol Pablo a los romanos. Escrita desde Corinto por mano de Tercio, y enviada con Febe, sierva de la iglesia en Cencrea.
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