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'Los' en la Biblia

Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:

Y saliendo ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablaran estas palabras.

Y despedida la sinagoga, muchos de los judíos y de los religiosos prosélitos siguieron a Pablo y a Bernabé; los cuales hablándoles, les persuadían que permanecieran en la gracia de Dios.

Pero los judíos, vista la multitud, se llenaron de celo, y se oponían a lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.

Mas los judíos incitaron a mujeres pías y honestas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus términos.

Y aconteció en Iconio, que entrados juntamente en la sinagoga de los judíos, hablaron de tal manera, que creyó una grande multitud de judíos, y asimismo de griegos.

{los apóstoles} se dieron cuenta de ello y huyeron a las ciudades de Licaonia, Listra, Derbe, y sus alrededores;

Y un hombre de Listra, impotente de los pies, estaba sentado, cojo desde el vientre de su madre, y jamás había andado.

Este oyó hablar a Pablo; el cual, como puso los ojos en él, y vio que tenía fe para ser sanado,

Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en el idioma de Licaonia: Los dioses se han hecho semejantes a hombres y han descendido a nosotros.

Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad y un día después, salió con Bernabé a Derbe.

Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.

Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Que si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.

Así que, suscitada una disensión y contienda no pequeña a Pablo y a Bernabé contra ellos, determinaron que subieran Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, sobre esta cuestión.

Ellos, pues, habiendo sido acompañados de algunos de la Iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y daban gran gozo a todos los hermanos.

Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y por los ancianos; y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.

Mas algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo: Que es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes maravillas y señales Dios había hecho por ellos entre los gentiles.

Simón ha contado cómo Dios primero visitó a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su Nombre;

para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es llamado mi nombre, dice el Señor, que hace todas estas cosas.

Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la Iglesia, enviar varones escogidos de entre ellos a Antioquía con Pablo y Bernabé; a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos;

y escribir por mano de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de los gentiles que están en Antioquía, y en Siria, y en Cilicia, salud:

Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, os han inquietado con palabras, trastornando vuestras almas, mandando circunci-daros y guardar la ley, a los cuales no mandamos;

Así que, enviamos a Judas y a Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo mismo.

Cuando los hermanos la leyeron, se regocijaron por el consuelo {que les impartía.}

Y pasando allí algún tiempo, fueron enviados de los hermanos a los apóstoles en paz.

Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos por todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.

pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra.

De éste daban buen testimonio los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.

Pablo quiso que éste fuera con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.

Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante el magistrado;

y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,

y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.

Y después que los hirieron de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardara con diligencia;

el cual, recibido este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo.

Entonces fue hecho de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron, y las prisiones de todos soltaron.

Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos habían huido.

Y tomándolos él en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y se bautizó luego él, y todos los suyos.

Cuando fue de día, los magistrados enviaron los alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres.

Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que seas suelto; así que ahora salid, e id en paz.

Y los alguaciles volvieron a decir a los magistrados estas palabras; y tuvieron miedo, oído que eran romanos.

Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se salieron.

Y pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde estaba la sinagoga de los judíos.

declarando abiertamente y proponiendo, que convenía que el Cristo padeciera, y resucitara de los muertos; y que este Jesús, el cual yo os anuncio, es el Cristo.

Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos que adoraban grande multitud, y mujeres nobles no pocas.

Entonces los judíos que eran desobedientes, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando compañía, alborotaron la ciudad; y acometiendo a la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.

Mas no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos a los gobernadores de la ciudad, dando voces: Que éstos son los que alborotan el mundo, y han venido acá;

a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos hacen contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.

Y alborotaron al pueblo y a los gobernadores de la ciudad, oyendo estas cosas.

Entonces los hermanos, luego de noche, enviaron a Pablo y a Silas a Berea; los cuales habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.

Cuando entendieron los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada la Palabra de Dios por Pablo, fueron allí, y también alborotaron al pueblo.

Pero luego los hermanos enviaron a Pablo que fuera hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.

Y los que habían tomado a cargo a Pablo, le llevaron hasta Atenas; y tomando orden de él para Silas y Timoteo, que vinieran a él lo más presto que pudieran, partieron.

Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos, disputaban con él; y unos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba a Jesús y la resurrección.

(Entonces todos los atenienses y los huéspedes extranjeros, ninguna otra cosa entendían, sino en decir o en oír alguna cosa nueva.)

Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo.

Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales también fue Dionisio el del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Y hallando a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia, y a Priscila su mujer, (porque Claudio había mandado que todos los judíos salieran de Roma) se vino a ellos;

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