'Mis' en la Biblia
Además de todo esto escribió letras en que blasfemaba á Jehová el Dios de Israel, y hablaba contra él, diciendo: Como los dioses de las gentes de los países no pudieron librar su pueblo de mis manos, tampoco el Dios de Ezechîas librará al suyo de mis mano
Y al sacrificio de la tarde levantéme de mi aflicción; y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, postréme de rodillas, y extendí mis palmas á Jehová mi Dios,
Que vino Hanani, uno de mis hermanos, él y ciertos varones de Judá, y preguntéles por los Judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalem.
Mas os volveréis á mí, y guardaréis mis mandamientos, y los pondréis por obra. Si fuere vuestro lanzamiento hasta el cabo de los cielos, de allí os juntaré; y traerlos he al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
Y dije al rey: El rey viva para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas del fuego?
Y dije al rey: Si al rey place, y si agrada tu siervo delante de ti, que me envíes á Judá, á la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
Y ni yo, ni mis hermanos, ni mis mozos, ni la gente de guardia que me seguía, desnudamos nuestro vestido: cada uno se desnudaba solamente para lavarse.
También yo, y mis hermanos, y mis criados, les hemos prestado dinero y grano: relevémosles ahora de este gravamen.
También desde el día que me mandó el rey que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos el pan del gobernador.
También en la obra de este muro instauré mi parte, y no compramos heredad: y todos mis criados juntos estaban allí á la obra.
Porque todos ellos nos ponían miedo, diciendo: Debilitaránse las manos de ellos en la obra, y no será hecha. Esfuerza pues mis manos, oh Dios.
También contaban delante de mí sus buenas obras, y referíanle mis palabras. Y enviaba Tobías cartas para atemorizarme.
Acuérdate de mí, oh Dios, en orden á esto, y no raigas mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en sus observancias.
Sucedió pues, que cuando iba oscureciendo á las puertas de Jerusalem antes del sábado, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del sábado; y puse á las puertas algunos de mis criados, para que en día de sábado no entra
Ve, y junta á todos los Judíos que se hallan en Susán, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche ni día: yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea conforme á la ley; y si perezco, que perezca.
Y acontecía que, habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y santificábalos, y levantábase de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado á Dios en s
Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, Ni escondió de mis ojos la miseria.
Pues antes que mi pan viene mi suspiro; Y mis gemidos corren como aguas.
Sobrevínome un espanto y un temblor, Que estremeció todos mis huesos:
Paróse un fantasma delante de mis ojos, Cuyo rostro yo no conocí, Y quedo, oí que decía:
Ciertamente yo buscaría á Dios, Y depositaría en él mis negocios:
Porque pesaría aquél más que la arena del mar: Y por tanto mis palabras son cortadas.
Mis hermanos han mentido cual arroyo: Pasáronse como corrientes impetuosas,
Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, Y fenecieron sin esperanza.
Acuérdate que mi vida es viento, Y que mis ojos no volverán á ver el bien.
Cuando digo: Mi cama me consolará, Mi cama atenuará mis quejas;
Y así mi alma tuvo por mejor el ahogamiento, Y quiso la muerte más que mis huesos.
Aburríme: no he de vivir yo para siempre; Déjáme, pues que mis días son vanidad.
Porque me ha quebrado con tempestad, Y ha aumentado mis heridas sin causa.
Mis días han sido más ligeros que un correo; Huyeron, y no vieron el bien.
Contúrbanme todos mis trabajos; Sé que no me darás por libre.
Aunque me lave con aguas de nieve, Y limpie mis manos con la misma limpieza,
Aun me hundirás en el hoyo, Y mis propios vestidos me abominarán.
¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me conforte un poco.
HE AQUI que todas estas cosas han visto mis ojos, Y oído y entendido de por sí mis oídos.
Oid ahora mi razonamiento, Y estad atentos á los argumentos de mis labios.
¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, Y pondré mi alma en mi mano?
He aquí, aunque me matare, en él esperaré; Empero defenderé delante de él mis caminos.
Pones además mis pies en el cepo, y guardas todos mis caminos, Imprimiéndolo á las raíces de mis pies.
Mas yo os alentaría con mis palabras, Y la consolación de mis labios apaciguaría el dolor vuestro.
Abrieron contra mí su boca; Hirieron mis mejillas con afrenta; Contra mí se juntaron todos.
Cercáronme sus flecheros, Partió mis riñones, y no perdonó: Mi hiel derramó por tierra.
Mi rostro está enlodado con lloro, Y mis párpados entenebrecidos:
A pesar de no haber iniquidad en mis manos, Y de haber sido mi oración pura.
MI ALIENTO está corrompido, acórtanse mis días, Y me está aparejado el sepulcro.
No hay conmigo sino escarnecedores, En cuya acrimonia se detienen mis ojos.
Y mis ojos se oscurecieron de desabrimiento, Y mis pensamientos todos son como sombra.
Pasáronse mis días, fueron arrancados mis pensamientos, Los designios de mi corazón.
Cercó de vallado mi camino, y no pasaré; Y sobre mis veredas puso tinieblas.
Hizo alejar de mí mis hermanos, Y positivamente se extrañaron de mí mis conocidos.
Mis parientes se detuvieron, Y mis conocidos se olvidaron de mí.
Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; Forastero fuí yo en sus ojos.
Mi aliento vino á ser extraño á mi mujer, Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
Todos mis confidentes me aborrecieron; Y los que yo amaba, se tornaron contra mí.
Mi cuero y mi carne se pegaron á mis huesos; Y he escapado con la piel de mis dientes.
Oh vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí; Porque la mano de Dios me ha tocado.
¿Por qué me perseguís como Dios, Y no os hartáis de mis carnes?
Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! Quién diese que se escribieran en un libro!
Al cual yo tengo de ver por mí, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mis riñones se consuman dentro de mí.
Por cierto mis pensamientos me hacen responder, Y por tanto me apresuro.
Mis pies tomaron su rastro; Guardé su camino, y no me aparté.
Y si no, ¿quién me desmentirá ahora, O reducirá á nada mis palabras?
Que todo el tiempo que mi alma estuviere en mí, Y hubiere hálito de Dios en mis narices,
Mis labios no hablarán iniquidad, Ni mi lengua pronunciará engaño.
Cuando aún el Omnipotente estaba conmigo, Y mis hijos alrededor de mi;
Cuando lavaba yo mis caminos con manteca, Y la piedra me derramaba ríos de aceite!
Mi raíz estaba abierta junto á las aguas, Y en mis ramas permanecía el rocío.
A la mano derecha se levantaron los jóvenes; Empujaron mis pies, Y sentaron contra mí las vías de su ruina.
De noche taladra sobre mí mis huesos, Y mis pulsos no reposan.
Mis entrañas hierven, y no reposan; Días de aflicción me han sobrecogido.
Mi piel está denegrida sobre mí, Y mis huesos se secaron con ardentía.
HICE pacto con mis ojos: ¿Cómo pues había yo de pensar en virgen?
¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos?
Si mis pasos se apartaron del camino, Y si mi corazón se fué tras mis ojos, Y si algo se apegó á mis manos,
Siembre yo, y otro coma, Y mis verduras sean arrancadas.
Si no me bendijeron sus lomos, Y del vellón de mis ovejas se calentaron;
Cuando mis domésticos decían: Quién nos diese de su carne! nunca nos hartaríamos.
El extranjero no tenía fuera la noche; Mis puertas abría al caminante.
Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, Escondiendo en mi seno mi iniquidad;
Yo le contaría el número de mis pasos, Y como príncipe me llegaría á él.
Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, Y mis labios proferirán pura sabiduría.
Puso mis pies en el cepo, Y guardó todas mis sendas.
Si pues hay en ti entendimiento, oye esto: Escucha la voz de mis palabras.
Porque de cierto no son mentira mis palabras; Contigo está el que es íntegro en sus conceptos.
De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.
Salmo de David, cuando huía de adelante de Absalom su hijo. OH Jehová, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos se levantan contra mí.
Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío: Porque tú heriste á todos mis enemigos en la quijada; Los dientes de los malos quebrantaste.
Al Músico principal: sobre Nehiloth: Salmo de David. ESCUCHA, oh Jehová, mis palabras; Considera la meditación mía.
Guíame, Jehová, en tu justicia á causa de mis enemigos; Endereza delante de mí tu camino.
Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque yo estoy debilitado: Sáname, oh Jehová, porque mis huesos están conmovidos.
Heme consumido á fuerza de gemir: Todas las noches inundo mi lecho, Riego mi estrado con mis lágrimas.
Mis ojos están carcomidos de descontento; Hanse envejecido á causa de todos mis angustiadores.
Se avergonzarán, y turbaránse mucho todos mis enemigos; Volveránse y serán avergonzados subitáneamente.
Jehová Dios mío, si yo he hecho esto, Si hay en mis manos iniquidad;
Levántate; oh Jehová, con tu furor; Alzate á causa de las iras de mis angustiadores, Y despierta en favor mío el juicio que mandaste.
Por haber sido mis enemigos vueltos atrás: Caerán y perecerán delante de ti.
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