'Que' en la Biblia
Hubo un varón en tierra de Uz, que se llamaba Job; y este hombre era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos.
Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal?
¿No le has tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor? El trabajo de sus manos has bendecido, y su hacienda ha crecido sobre la tierra.
Mas extiende ahora tu mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu rostro.
Y dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
Y aconteció un día que sus hijos e hijas estaban bebiendo y comiendo en casa de su hermano el primogénito,
Aún estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los criados, y los consumió; solamente escapé yo para traerte la noticia.
Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y dieron sobre los camellos, y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para traerte la noticia.
Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
y he aquí un gran viento que vino del lado del desierto, y azotó las cuatro esquinas de la casa, y cayó sobre los jóvenes, y murieron; solamente escapé yo para traerte la noticia.
Y otro día aconteció que vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos para presentarse delante de Jehová.
Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que aún retiene su integridad, a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?
Y respondiendo Satanás dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían concertado de venir juntos para condolerse de él y para consolarle.
Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; repose sobre él nublado, que lo haga horrible como día caliginoso.
¡Oh que fuera aquella noche solitaria, que no viniera canción alguna en ella!
Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan para levantar su llanto.
¿Por qué no morí yo en la matriz, o entregué el espíritu al salir del vientre?
¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y para qué los pechos para que mamase?
con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí lugares desolados;
o con los príncipes que poseían el oro, que llenaban sus casas de plata.
O ¿por qué no fui escondido como abortado, como los pequeñitos que nunca vieron la luz?
¿Para qué se da luz al trabajado, y vida al amargado de alma,
que esperan la muerte, y ella no llega, aunque la buscan más que a tesoros enterrados;
que se alegran sobremanera, y se gozan, cuando hallan el sepulcro?
¿Para qué se da luz al hombre que no sabe por dónde va, y al cual Dios ha acorralado?
Pues antes que mi pan viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas.
Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía.
al que tropezaba, enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían.
Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan.
me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos;
y un espíritu pasó por delante de mí, que hizo se erizara el pelo de mi carne.
Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía:
¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que su Hacedor?
He aquí que en sus siervos no confía, y notó necedad en sus ángeles;
¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, cuyo fundamento está en el polvo, y que serán quebrantados por la polilla!
Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia.
Yo he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldije su habitación.
Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre los campos:
Que pone a los humildes en altura, y a los enlutados levanta a seguridad;
que frustra los pensamientos de los astutos, para que sus manos no hagan nada;
que prende a los sabios en la astucia de ellos, y entontece el consejo de los perversos;
Y sabrás que hay paz en tu tienda; y visitarás tu morada, y no pecarás.
Asimismo echarás de ver que tu descendencia será numerosa, y tu prole como la hierba de la tierra.
Vendrás en la vejez a tu sepultura, como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.
He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así: Óyelo, y conócelo tú para tu bien.
¡Oh, que pudiesen pesar justamente mi sufrimiento, y lo pusiesen en balanza junto con mi calamidad!
Porque pesarían ahora más que la arena del mar; por tanto, mis palabras han sido precipitadas.
Las cosas que mi alma no quería tocar, son ahora mi triste alimento.
¡Quién me diera que viniese mi petición, y que me otorgase Dios lo que anhelo;
y que agradara a Dios destruirme; que desatara su mano, y acabara conmigo!
Y sería aún mi consuelo, si me asaltase con dolor sin dar más tregua, que yo no he escondido las palabras del Santo.
que están escondidas por la helada, y encubiertas con nieve;
que al tiempo del calor son deshechas, y al calentarse, desaparecen de su lugar;
Enseñadme, y yo callaré; y hacedme entender en qué he errado.
¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero, ¿qué reprende vuestra censura?
¿Pensáis censurar las palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
así he tenido que poseer meses de vanidad, y noches de congoja me fueron asignadas.
Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza.
Acuérdate que mi vida es un soplo, y que mis ojos no volverán a ver el bien.
Los ojos de los que me ven, no me verán más; fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser.
Como la nube se desvanece, y se va; así el que desciende al sepulcro ya no subirá;
¿Soy yo el mar, o ballena, para que me pongas guarda?
Y así mi alma tuvo por mejor el estrangulamiento y la muerte, más que la vida.
¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón,
¿Hasta cuándo no te apartarás de mí, y no me soltarás ni siquiera para que trague mi saliva?
Pequé, ¿qué te hago yo, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me has puesto como blanco tuyo, de modo que soy una carga para mí mismo?
¿Y por qué no perdonas mi rebelión, y quitas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de mañana, ya no estaré.
Tales son los caminos de todos los que se olvidan de Dios; y la esperanza del impío perecerá:
Porque su esperanza será cortada, y aquello en que confía será tela de araña.
Los que te aborrecen, serán vestidos de vergüenza; y la habitación de los impíos perecerá.
Ciertamente yo conozco que es así: ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?
He aquí que Él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo percibiré.
He aquí, arrebatará; ¿quién se lo impedirá? ¿Quién le dirá: Qué haces?
Que si yo le invocara, y Él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz.
No me ha concedido que tome aliento, sino que me ha llenado de amarguras.
Bien que yo fuese íntegro, no conocería mi alma: Despreciaría mi vida.
Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío Él los consume.
Mis días son más ligeros que un correo; Huyen, y no ven el bien.
Pasan cual naves veloces: Como el águila que se lanza sobre su presa.
entonces me turban todos mis dolores; sé que no me tendrás por inocente.
Si soy impío, ¿Para qué, pues, trabajaré en vano?
Porque Él no es hombre igual que yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio.
Ni hay entre nosotros árbitro, que ponga su mano sobre ambos.
Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué contiendes conmigo.
¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra de tus manos, y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos?
para que inquieras mi iniquidad, y busques mi pecado?
Tú sabes que no soy impío, y que no hay quien libre de tu mano.
Acuérdate ahora que como a barro me diste forma: ¿Y en polvo me has de tornar?
Estas cosas has guardado en tu corazón; yo sé que están cerca de ti.
¿Por qué me sacaste de la matriz? Hubiera yo entregado el espíritu, y ningún ojo me habría visto.
¿No son pocos mis días? Cesa, pues, y déjame, para que me conforte un poco.
Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;
¿Las muchas palabras no han de tener respuesta? ¿Y el hombre que habla mucho será justificado?