12318 casos

'La' en la Biblia

Y cuando fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

Y pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, habiendo ya pasado el ayuno, Pablo les amonestaba,

diciéndoles: Varones, veo que con perjuicio y mucho daño habrá de ser la navegación, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas.

Pero el centurión creía más al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.

Y porque el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordaron zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, que es un puerto de Creta que mira hacia el nordeste y sudeste, e invernar allí.

Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo resistir contra el viento, resignados, dejamos la nave a la deriva.

el cual subido a bordo, usaban de refuerzos, ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, arriando velas, quedaron a la deriva.

Y siendo azotados por una vehemente tempestad, al día siguiente alijaron la nave;

Y venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a la deriva por el mar Adriático, los marineros a la media noche presintieron que estaban cerca de alguna tierra;

y echando la sonda, hallaron veinte brazas, y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.

Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas de la popa; y ansiaban que se hiciese de día.

Entonces como los marineros estaban por huir de la nave, habiendo echado el esquife al mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa,

Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.

Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.

Y era el total de los que estábamos en la nave doscientas setenta y seis almas.

Y ya saciados de comida, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

Y cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; mas veían una bahía que tenía playa, en la cual acordaron encallar, si pudiesen, la nave.

Y alzando las anclas, se dejaron al mar; y soltando las amarras del timón y alzando al viento la vela de proa, se dirigieron hacia la playa.

Mas dando en un lugar de dos mares, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia de las olas.

y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

Y ya a salvo, entonces supieron que la isla se llamaba Melita.

Entonces, habiendo recogido Pablo algunos sarmientos, y poniéndolos en el fuego, una víbora, huyendo del calor, le acometió a la mano.

Y como los bárbaros vieron la serpiente venenosa colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir.

Mas él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció.

En aquellos lugares había heredades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y nos hospedó amigablemente tres días.

Y hecho esto, también otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados;

Y cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto de la guardia, mas a Pablo le fue permitido estar aparte, con un soldado que le guardase.

Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena.

Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.

y de la misma manera también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío.

Porque todos los que sin ley pecaron, sin ley también perecerán, y todos los que en la ley pecaron, por la ley serán juzgados.

He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,

Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?

Pues la circuncisión ciertamente aprovecha si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión es hecha incircuncisión.

De manera que si el incircunciso guarda la justicia de la ley, ¿no será su incircuncisión contada como circuncisión?

Así que el que es incircunciso por naturaleza, si cumple la ley, ¿no te juzgará a ti que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley?

Porque no es judío el que lo es por fuera; ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;

¿Qué ventaja, pues, tiene el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?

¿Y qué si algunos de ellos no han creído? ¿La incredulidad de ellos hará nula la fe de Dios?

Y si nuestra injusticia encarece la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.)

Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?

¿Y por qué no decir (como somos difamados, y algunos afirman que decimos): Hagamos males para que vengan bienes? La condenación de los cuales es justa.

Pero sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están bajo la ley lo dice; para que toda boca se tape, y todo el mundo sea hallado culpable delante de Dios.

¿Entonces invalidamos la ley por la fe? ¡En ninguna manera! Antes bien, confirmamos la ley.

¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?

Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.

Como David también describe la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin las obras,

¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.

¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando él en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.

Y recibió la señal de la circuncisión, el sello de la justicia de la fe que tuvo siendo aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados; a fin de que también a ellos les sea imputada la justicia;

y padre de la circuncisión, a los que son, no sólo de la circuncisión sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

Porque la promesa de que él sería heredero del mundo, no fue dada a Abraham o a su simiente por la ley, sino por la justicia de la fe.

Porque si los que son de la ley son los herederos, vana es la fe, y anulada es la promesa.

Y no se debilitó en la fe, ni consideró su cuerpo ya muerto (siendo ya como de cien años), ni la matriz muerta de Sara.

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