14369 casos

'Que' en la Biblia

¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Mas ¿qué reprende el argumento de vosotros?

Acuérdate que mi vida es un viento, y que mis ojos no volverán para ver el bien.

Los ojos de los que ahora me ven, no me verán más; tus ojos serán sobre mí, y dejaré de ser.

Abominé la vida; no quiero vivir para siempre; déjame, pues, que mis días son vanidad.

¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y que pongas sobre él tu corazón,

¿Hasta cuándo no me dejarás, ni me soltarás hasta que trague mi saliva?

Si he pecado, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me has puesto contrario a ti, y que a mí mismo sea pesado?

¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de mañana, ya no seré hallado.

Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios; y la esperanza del hipócrita perecerá.

Los que te aborrecen, serán vestidos de confusión; y la habitación de los impíos perecerá.

el que hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número.

He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo entenderé.

Dios no tornará atrás su ira, y debajo de él se encorvan los que ayudan a la soberbia.

Que aunque yo sea justo, no responderé; antes habré de rogar a mi juez.

Que si yo le invocare, y él me respondiera, aún no creeré que haya escuchado mi voz.

Que aún no me ha concedido que tome mi aliento; mas me ha llenado de amarguras.

Una cosa resta es a saber que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume.

La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él el que lo hace, ¿quién es? ¿Dónde está?

Pasaron con los navíos de Ebeh; o como el águila que se arroja a la presa.

Temo todos mis trabajos; sé que no me tendrás sin culpa.

Si yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano?

No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre ambos.

Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué pleiteas conmigo.

¿Te parece bien que oprimas, y que deseches la obra de tus manos, y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos?

para que inquieras mi iniquidad, y busques mi pecado,

sobre saber tú que no soy impío, y que no hay quien de tu mano me libre?

Y estas cosas tienes guardadas en tu corazón; yo sé que esto está cerca de ti.

¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me esfuerce un poco.

Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;

tierra de oscuridad, y tenebrosa sombra de muerte, donde no hay orden, y que resplandece como la misma oscuridad.

¿Las muchas palabras no han de tener respuesta? ¿Y el hombre que habla mucho será justificado?

Mas ¡oh, quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios contigo,

y que te declarara los secretos de la sabiduría! Porque mereces dos tantos según lo establecido; y sabe que Dios te ha olvidado por tu iniquidad.

Es más alto que los cielos; ¿qué harás? Es más profundo que el Seol; ¿cómo lo conocerás?

si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more maldad en tus habitaciones;

Ciertamente que vosotros sois el pueblo; y con vosotros morirá la sabiduría.

También tengo corazón como vosotros; no soy yo menos que vosotros; ¿y quién habrá que no pueda decir otro tanto?

Las tiendas de los ladrones están en paz; y los que provocan a Dios, y los que traen dioses en sus manos viven seguros.

Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, que ellas te enseñarán; y a las aves de los cielos, que ellas te lo mostrarán;

o habla a la tierra, que ella te enseñará; los peces del mar te lo declararán también.

¿Qué cosa de todas éstas no entiende que la mano del SEÑOR la hizo?

El quita el corazón de las cabezas del pueblo de la tierra, y les hace que se pierdan vagando sin camino;

que palpen las tinieblas, y no la luz; y los hace errar como borrachos.

He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.

Como vosotros lo sabéis, lo sé yo; no soy menos que vosotros.

Que ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros médicos nulos.

Mejor sería que callarais del todo, porque os fuera en lugar de sabiduría.

¿Sería bueno que él os escudriñare? ¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre?

Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que viniere.

¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y pondré mi alma en mi palma?

He aquí ahora, si yo me apercibiere a juicio, sé que seré justificado.

¿Quién es el que pleiteará conmigo? Porque si ahora yo callara, moriría.

¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?

¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de las iniquidades de mi juventud?

Así el hombre yace, y no se tornará a levantar; hasta que no haya cielo no despertarán, ni levantarán de su sueño.

¡Oh quién me diera que me escondieras en el Seol, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieras plazo, y de mí te acordaras!

Y ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son traspasadas de su lugar;

las piedras son quebrantadas con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra, de tal manera haces perder al hombre la esperanza.

Para siempre serás más fuerte que él, y él se va; demudarás su rostro, y lo enviarás.

¿Naciste tú primero que Adán? ¿O fuiste formado antes que los collados?

¿Oíste tú por ventura el secreto de Dios, que detienes en ti solo la sabiduría?

¿Qué sabes tú que no sepamos? ¿Qué entiendes que no se halle en nosotros?

¿Por qué te enajena tu corazón, y por qué guiñan tus ojos,

que respondas a Dios con tu espíritu, y sacas tales palabras de tu boca?

He aquí que en sus santos no confía, y ni los cielos son limpios delante de sus ojos,

Escúchame; yo te mostraré, y te contaré lo que he visto;

lo que los sabios nos contaron de sus padres, y no lo encubrieron;

El no creerá que ha de volver de las tinieblas, y siempre está mirando a la espada.

y habitó las ciudades asoladas, las casas inhabitadas, que estaban puestas en montones.

¿Tendrán fin las palabras ventosas? O ¿qué es lo que te anima a responder?

También yo hablaría como vosotros. Deseo que vuestra alma estuviera en lugar de la mía, que yo os tendría compañía en las palabras, y sobre vosotros movería mi cabeza.

Tú me has arrugado; el testigo es mi delgadez, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro.

¡Deseo que pudiera disputar el hombre con Dios, como puede con su prójimo!

El que denuncia lisonjas a su prójimo, los ojos de sus hijos desfallezcan.

Pero volved todos vosotros, y venid ahora, que no hallaré entre vosotros sabio.

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